Francisco: “La vida consagrada no es supervivencia, es vida nueva”

  • El Papa preside en la Basilíca de San Pedro la misa con motivo de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada
  • “Sin una vida ordenada, incluso los carismas más grandes no dan fruto; pero las mejores reglas no son suficientes sin la novedad del Espíritu”

El papa Francisco en la Jornada Mundial de la Vida Consagrada

“La vida consagrada no es supervivencia, es vida nueva. Es un encuentro vivo con el Señor en su pueblo. Es llamada a la obediencia fiel de cada día y a las sorpresas inéditas del Espíritu. Es visión de lo que importa abrazar para tener la alegría: Jesús”. Así lo ha dicho hoy, 2 de febrero, el papa Francisco en la misa en la Basílica de San Pedro con motivo de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada.

En su homilía, el Papa ha recalcado que “la vida consagrada es alabanza que da alegría al pueblo de Dios, visión profética que revela lo que importa”. Y “cuando es así, florece y se convierte en un reclamo para todos contra la mediocridad: contra el descenso de altitud en la vida espiritual, contra la tentación de jugar con Dios, contra la adaptación a una vida cómoda y mundana, contra el lamento, la insatisfacción y el llanto, contra la costumbre del ‘se hace lo que se puede’ y el ‘siempre se ha hecho así'”.

Según sus palabras, “la vida consagrada germina y florece en la Iglesia, pero si se aísla, se marchita. Madura cuando los jóvenes y los ancianos caminan juntos, cuando los jóvenes encuentran las raíces y los ancianos reciben los frutos. En cambio, se estanca cuando se camina solo, cuando se queda fijo en el pasado o se precipita hacia adelante para intentar sobrevivir”. Por eso, hoy, fiesta del encuentro, “pidamos la gracia de redescubrir al Señor vivo en el pueblo creyente, y de hacer que el carisma recibido se encuentre con la gracia de hoy”, ha dicho.

“La ley y el espíritu van juntos”

Francisco ha destacado que en la vida consagrada “todos estamos llamados a una doble obediencia: a la ley –en el sentido de lo que da orden bueno a la vida–, y al Espíritu, que hace todo nuevo en la vida. Así es como nace el encuentro con el Señor: el Espíritu revela al Señor, pero para recibirlo es necesaria la constancia fiel de cada día. Sin una vida ordenada, incluso los carismas más grandes no dan fruto”. Por otro lado, “las mejores reglas no son suficientes sin la novedad del Espíritu: la ley y el Espíritu van juntos”, ha remarcado.

En relación a la visión de la vida consagrada, Jorge Mario Bergoglio ha indicado que es “sencilla y profética. “La vida consagrada es esta visión profética en la Iglesia: es mirada que ve a Dios presente en el mundo, aunque muchos no se den cuenta; es voz que dice: ‘Dios basta, lo demás pasa’; es alabanza que brota a pesar de todo”.

Francisco ha señalado, durante la homilía, que “también nosotros estamos llamados a recibir a Jesús que viene a nuestro encuentro. Encontrarlo: al Dios de la vida hay que encontrarlo cada día de nuestra existencia; no de vez en cuando, sino todos los días”. “Seguir a Jesús no es una decisión que se toma de una vez por todas –ha continuado–, es una elección cotidiana”.

“Al Señor no se le encuentra virtualmente”

Asimismo, ha comentado: “Al Señor no se le encuentra virtualmente, sino directamente, descubriéndolo en la vida. De lo contrario, Jesús se convierte en un hermoso recuerdo del pasado. Pero cuando lo acogemos como el Señor de la vida, el centro de todo, el corazón palpitante de todas las cosas, entonces él vive y revive en nosotros”. Y ha añadido: “Con Jesús hallamos el ánimo para seguir adelante y la fuerza para estar firmes. El encuentro con el Señor es la fuente; es importante volver a las fuentes: retornar con la memoria a los encuentros decisivos que hemos tenido con él, reavivar el primer amor”.

Por último, ha recordado a todos los religiosos que “Dios nos llama a que lo encontremos a través de la fidelidad en las cosas concretas: oración diaria, la misa, la confesión, una caridad verdadera, la Palabra de Dios de cada día”. Y ha remarcado: “Cosas concretas, como en la vida consagrada la obediencia al superior y a las Reglas. Si esta ley se practica con amor, el Espíritu viene y trae la sorpresa de Dios. El agua de la vida cotidiana se transforma entonces en el vino de la novedad y la vida, que pareciendo más condicionada, en realidad se vuelve más libre”.

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