Monica Bologna: “Somos católicas dispuestas a correr riesgos para proteger a los hijos de los musulmanes”

De todos los niños albaneses que han encontrado refugio y amor en la Casa Betania, uno empezó a llamar a la directora, Monica Bologna, abiertamente “mamma” en italiano. Ese niño se llama Angelo, ahora tiene veinte años, y cuando Bologna lo encontró, todavía tenía que nacer y ya estaba inmerso en un contexto de violencia y abusos.



Bologna y las voluntarias de la asociación Betania acababan de llegar a Bubq Fushe Kruje, a veinte kilómetros de Tirana, un lugar muy pobre en una nación en crisis. La madre espiritual, Antonietta Vitale, fundadora en 1990 de la Asociación Betania en Bosco Zevio, Veronese, quiso fundar allí una estructura para huérfanos.

Vitale había vivido la pobreza y la marginación cuando era joven y por eso, después de emigrar al norte, hizo lo posible para construir un lugar que recordara al pobre pueblo cerca de Jerusalén, que para Jesús era el lugar de la amistad: Betania es recordada por la resurrección de Lázaro. El prefijo “Beth-” en hebreo significa “hogar”. La expresión completa se traduce como casa de los pobres.

Mientras la Asociación crecía gracias a los voluntarios, Vitale se vió acogiendo a chicos albaneses que llegaban exhaustos en pateras y en 1998 fue a Albania para ver con sus ojos las condiciones de partida. Así compró un terreno donde construyó la primera misión en el extranjero.

El hijo del escándalo

Monica Bologna entonces era maestra de escuela primaria. “No he vivido una vocación para esta vida. El Señor ha iluminado mi camino hacia la Madre Antonia, mi familia temía que me equivocara. En 1999 me fui a Albania pensando en quedarme un mes, todavía estoy aquí. No sabía lo que iba a encontrar, estaba indecisa. Abrí la puerta de la casa de acogida y vi a decenas de niños corriendo hacia mí para abrazarme. Yo, que todavía no había hecho nada por ellos, me convertí en una figura fundamental en unos instantes”.

En esos primeros meses habían acogido a una mujer que se quedó embarazada fuera del matrimonio: “Nos arriesgamos a que vinieran y nos dispararan para echarnos: nosotros, católicos, que cuidamos de los hijos de los musulmanes y que desafiamos leyes no escritas, como ayudar una supuesta adúltera que a sus ojos merecía ser asesinada. Los hombres de la familia de su esposo llegaron armados y furiosos, no entendían que éramos mujeres solas y no casadas y que habíamos tomado la decisión de estar del lado de esa chica”.

El hijo del escándalo era Angelo: vino al mundo sano, su madre lo abandonó de inmediato y por eso Bologna tuvo que cuidarlo también materialmente. Angelo no lo olvida: ahora estudia literatura italiana en Tirana y siempre la llama.

Heridas que llevan dentro

Tras un tiempo en Albania, Bologna decidió hacer los votos de castidad, pobreza y obediencia. El trabajo diario de cuidado y amor comenzó en una condición extrema; muchos niños provienen de familias desfavorecidas donde la violencia es un acto cotidiano y el amor de los padres es desconocido. “Muchos iban a morir de hambre y de frío cuando los recogimos, eran ciento veinte y todos muy pequeños”.

Para ellos, Casa Betania organiza actividades escolares y extraescolares, pero es toda la vida desde el amanecer hasta el anochecer lo que hay que pensar, organizar y suavizar. “A veces explotan rabias y nerviosismo, rebeliones y hostilidad. En esos momentos comprendo su malestar, llevan heridas, pero logran comprender la gracia de poder vivir en un lugar donde no les falta de nada, junto a su agradecimiento a la providencia por haber hecho que nos encontráramos” dice Bologna que cuenta con alegría su experiencia, e incluso la minimiza, como si fuera una vida sencilla igual a las otras.

En 2018 Sergio Mattarella, el presidente de la República italiana, concedió a la Casa Betania en Bubq el título de “Caballero de la Orden la Estrella de Italia” por méritos humanitarios. Los niños que se convierten en chavales y luego en mayores de edad pueden elegir bautizarse y recibir los sacramentos, mientras que otros se van y desaparecen para siempre.

Maternidad

“He tenido la suerte de experimentar una maternidad espiritual y casi ilimitada porque cientos de niños han vivido aquí. Como un padre, nosotros sembramos aquí y no siempre vemos la cosecha. Hacemos crecer a nuestros hijos dándoles el ejemplo del Evangelio, que es muy concreto: son testigos de que el bien brota en el bien, a veces se necesita paciencia para ver el fruto”.

El resultado es que los ex huérfanos suelen volver a Bubq Fushe Kruje con sus esposas o sus maridos e hijos, llaman “abuela” o “tía” a Bologna, una gran familia donde católicos y musulmanes conviven sin conflicto. En 2014 el Papa Francisco durante su viaje apostólico se detuvo en la casa de Betania de Bubq Fushe Kruje, dando las gracias a Bologna y a la fundadora Antonietta, que a lo largo de los años también ha creado una misión en Kenia y ha abierto nuevos refugios en Basilicata y Cerdeña.

*Artículo original publicado en el número de septiembre de 2020 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva

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