Misioneros en tiempos de coronavirus: Eva Maldonado (Albania)

Eva Maldonado, misionera en Albania

A veces la misión está en Europa… Como bien sabe Eva Maldonado, misionera granadina en Albania, un país de clara mayoría islámica y en el que los católicos representan un 17% de la población. A sus 47 años, lleva 20 consagrada como Hija de Cristo Rey y, de ellos, los últimos cuatro ya en Albania, donde forma comunidad con otras dos hermanas: “Lorenza, también española y quien ha pasado más de 20 años en África, y Cecilia, italiana”.



Como tal, “las Hijas de Cristo Rey llegaron a Albania hace 25 años y empezaron a vivir en medio de la gente en una pequeña casita. En los años de la revolución, al estar al lado de la residencia del dictador, cuando dinamitaron su casa, también explotó de las hermanas, perdiendo casi todo”.

Evangelizando entre agujas

“Comenzaron a evangelizar –relata– dando en casa clases de italiano y de corte y confección a las mujeres, y así iban hablando de Jesús a la gente, llegando a haber muchas conversiones y bautizos. Poco a poco, se fue agrandando la misión”. Así hasta llegar a la actualidad, ya con ella de partícipe: “Tenemos una pequeña comunidad de bautizados convertidos, una escuela (de 3-15 años) y desarrollamos una importante pastoral social en Gjirokaster y alrededores, donde visitamos a las familias, y procuramos a los enfermos medicinas, sillas de ruedas, alimentos y ayudas sociales… También visitamos a personas solas y organizamos juegos con los niños en otras aldeas”.

En esta ingente labor pastoral, la misionera granadina observa una clara pobreza, aunque no tanto en lo material: “En Gjirokaster, y en Albania en general, lo más pobre está en ellos mismos, ya que su historia les ha forjado como personas sin confianza personal ni en los demás, siempre con la idea de emigrar en mente. Han crecido sintiendo que no son nada y que nada llegarán a ser, siendo siempre mejores los demás. Entonces, se construyen sus vidas desde la apariencia, para que nadie piense que eso es verdad, y se hacen casas grandes, llevan ropas de marca y buscan los mejores coches, pero detrás de esa fachada hay personas sin un rumbo, sin un Dios. Por eso, la amistad y la sinceridad son difíciles de conseguir aquí. Esa es también nuestra misión: la formación de los jóvenes para educarlos en valores y en sentido de pertenencia a su país”.

Una mentalidad muy diferente

Otras dificultades son “la falta de recursos, la pobreza intelectual, la corrupción en todo y todos, la ausencia de leyes firmes, la dificultad del idioma y, sobre todo, que necesitas vivir aquí mucho tiempo para entender esta mentalidad tan diferente a la nuestra”.

En lo espiritual, las Hijas de Cristo Rey tampoco lo tienen fácil: “No tenemos sacerdote y las hermanas han llegado a estar hasta cuatro meses sin la Eucaristía, aunque ahora la tenemos cada fin de semana. La iglesia más cercana está a más de 100 kilómetros, por lo que nuestra comunidad es la única presencia católica en la zona. Además, al estar tan cerca de la frontera con Grecia, recibimos mucho flujo de inmigrantes de Siria, Afganistán, Libia, Irán o Iraq. A todos ellos les atendemos junto a Cáritas y a otras ONG”.

El milagro de Denis

En estos cuatro años, Maldonado ha sido testigo de historias que le han tocado el alma: “Siempre tengo presente a Denis, un chico con distrofia muscular que llevaba ya diez años en cama. A través de Facebook se puso en contacto con nosotras porque en su ciudad no había ninguna presencia católica y él quería pedir el bautismo para su hermana Adela, de 12 años, y para él. A raíz de ahí comenzó toda una cadena de personas a nuestro alrededor y, al poco tiempo, abrimos un pequeño local para catequesis y juegos con los niños. Está a 40 kilómetros de casa, con lo que íbamos dos veces en semana y tuvimos que aumentar nuestras visitas, ya que Denis iba haciendo su labor desde su cama y, cada vez, más gente se acercaba. Un chico que solo podía mover dos dedos para escribir en su ordenador hizo nacer la Iglesia en su ciudad… Por desgracia, Denis nos dejó el año pasado, pero crecen los milagros en Memaliaj, su ciudad, donde continuamos asistiendo a la acción del Espíritu Santo en medio de esta pobreza”.

Inspiradas en el carisma del fundador de la congregación, José Gras y Granollers, ahora han renovado fuerzas ante la última prueba: “Con el coronavirus es un poco más difícil, pero no nos ha parado para seguir con entusiasmo y alegría. Con todas las medidas sanitarias oportunas, claro, pero sin medir el amor, porque, como aseguraba el padre Gras, ‘la educación es una segunda creación’, además de que ‘el amor enseña a enseñar’. Y en ello estamos…”.

Mascarillas con mensaje

La pandemia obligó al cierre de su escuela desde el día 10 de marzo, pero no se cruzaron de brazos: “Buscamos estrategias para poder seguir manteniendo las clases, sobre todo vía online. En cuanto a las familias, las visitamos para ver cómo están, fijando prioridades de acción”. En este sentido, se han puesto a hacer mascarillas, “puesto que aquí son muy caras y en los primeros momentos no había. Además, en ellas incluimos mensajes de esperanza, como ‘el Señor siempre está con nosotros’. Igualmente, nuestra iglesia sigue abierta y hemos tenido oraciones por la gente. Aunque los demás no podían entrar, desde la puerta del templo se veía que estábamos rezando por ellos”. En esta línea, “también tenemos todos los domingos una hora de adoración, vía Facebook, en la que hemos ido presentando oraciones por las personas. Estas nos han ido mandando sus fotos, que imprimimos y ponemos delante del Santísimo”.

Además, “todos los días, a las nueve de la noche, nos sumamos a todas las diócesis de Albania y rezamos el rosario por el personal sanitario”. Médicos y enfermeros a los que también han ayudado con donaciones y medicinas recibidas a través de amigos y familiares.

Consecuencias sociales

Hoy, lo que más les preocupa de la pandemia son sus consecuencias sociales: “Están perdiendo los trabajos y ya hay familias enteras desplazadas. Pedimos ayuda a los Episcopados español e italiano, pidiendo becas educativas para niños cuyas familias se han quedado sin nada. Hacemos lo que podemos, pero, sobre todo, se trata de estar cerca de la gente”.

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