Santa Teresa de Jesús: ¿quién es la mística de Ávila para el papa Francisco?

Santa Teresa de Jesús

“Doy gracias a Dios por el don de esta gran mujer y animo a los fieles a conocer la historia de esa insigne fundadora, así como a leer sus libros, que, junto con sus hijas en los numerosos Carmelos esparcidos por el mundo, nos siguen diciendo quién y cómo fue la Madre Teresa y qué puede enseñarnos a los hombres y mujeres de hoy”. Así comenzaba el papa Francisco su carta fechada el 15 de octubre de 2014 –festividad de la santa– y dirigida al entonces obispo de Ávila, Jesús García Burillo, con motivo del V Centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús.



Cuatro caminos

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida y de su obra. Ella entendió su vida como camino de perfección por el que Dios conduce al hombre, morada tras morada, hasta Él y, al mismo tiempo, lo pone en marcha hacia los hombres”, indicaba el Papa para luego preguntarse: “¿Por qué caminos quiere llevarnos el Señor tras las huellas y de la mano de santa Teresa?”. Y hacía referencia a cuatro caminos “que me hacen mucho bien”: el camino de la alegría, de la oración, de la fraternidad y del propio tiempo.

  1. “Teresa de Jesús invita a sus monjas a ‘andar alegres sirviendo’ (Camino 18,5). La verdadera santidad es alegría, porque ‘un santo triste es un triste santo’. Los santos, antes que héroes esforzados, son fruto de la gracia de Dios a los hombres. Cada santo nos manifiesta un rasgo del multiforme rostro de Dios. En santa Teresa contemplamos al Dios que, siendo ‘soberana Majestad, eterna Sabiduría’ (Poesía 2), se revela cercano y compañero, que tiene sus delicias en conversar con los hombres: Dios se alegra con nosotros. Y, de sentir su amor, le nacía a la Santa una alegría contagiosa que no podía disimular y que transmitía a su alrededor. Esta alegría es un camino que hay que andar toda la vida. No es instantánea, superficial, bullanguera. Hay que procurarla ya ‘a los principios’ (Vida 13,l). Expresa el gozo interior del alma, es humilde y ‘modesta’ (cf. Fundaciones 12,l)”.
  2. “La Santa transitó también el camino de la oración, que definió bellamente como un ‘tratar de amistad estando muchas veces a solas con quien sabernos nos ama’ (Vida 8,5). Cuando los tiempos son ‘recios’, son necesarios ‘amigos fuertes de Dios’ para sostener a los flojos (Vida 15,5). Rezar no es una forma de huir, tampoco de meterse en una burbuja, ni de aislarse, sino de avanzar en una amistad que tanto más crece cuanto más se trata al Señor, ‘amigo verdadero’ y ‘compañero’ fiel de viaje, con quien ‘todo se puede sufrir’, pues siempre ‘ayuda, da esfuerzo y nunca falta’ (Vida 22,6). Para orar ‘no está la cosa en pensar mucho sino en amar mucho’ (Moradas IV,1,7), en volver los ojos para mirar a quien no deja de mirarnos amorosamente y sufrirnos pacientemente (cf. Camino 26,3-4)”.
  3. “Este camino no podemos hacerlo solos, sino juntos. Para la santa reformadora la senda de la oración discurre por la vía de la fraternidad en el seno de la Iglesia madre. Esta fue su respuesta providencial, nacida de la inspiración divina y de su intuición femenina, a los problemas de la Iglesia y de la sociedad de su tiempo: fundar pequeñas comunidades de mujeres que, a imitación del ‘colegio apostólico’, siguieran a Cristo viviendo sencillamente el Evangelio y sosteniendo a toda la Iglesia con una vida hecha plegaria. ‘Para esto os junto El aquí, hermanas’ (Camino 2,5) y tal fue la promesa: ‘que Cristo andaría con nosotras’ (Vida 32,11). ¡Que linda definición de la fraternidad en la Iglesia: andar juntos con Cristo como hermanos!”.
  4. “Precisamente porque es madre de puertas abiertas, la Iglesia siempre está en camino hacia los hombres para llevarles aquel ‘agua viva’ (cf. Jn 4,10) que riega el huerto de su corazón sediento. La santa escritora y maestra de oración fue al mismo tiempo fundadora y misionera por los caminos de España. Su experiencia mística no la separo del mundo ni de las preocupaciones de la gente. Al contrario, le dio nuevo impulso y coraje para la acción y los deberes de cada día, porque también ‘entre los pucheros anda el Señor’ (Fundaciones 5,8). Ella vivió las dificultades de su tiempo -tan complicado- sin ceder a la tentación del lamento amargo, sino más bien aceptándolas en la fe como una oportunidad para dar un paso más en el camino. Y es que, ‘para hacer Dios grandes mercedes a quien de veras le sirve, siempre es tiempo’ (Fundaciones 4,6)”.

“¡Ya es tiempo de caminar!”. Para el Pontífice, estas palabras de santa Teresa de Ávila a punto de morir –con las que concluye su carta– son “la síntesis de su vida y se convierten para nosotros en una preciosa herencia a conservar y enriquecer”.

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