El Papa llama a una madre que perdió a su hijo en un accidente en octubre: “Cuando colgué la llamada finalmente sonreí”

“Eran las 16:20 horas del pasado domingo cuando sonó el teléfono. Número desconocido. Había estado recibiendo esta llamada durante días pero nunca respondí a tiempo. Intrigada, respondí de inmediato y al otro lado una voz muy dulce me dice: ‘¿Es la señora Cinzia? Soy el papa Francisco”. Así relata esta mujer al diario digital Interris la llamada que recibió por parte de Francisco, después de que esta le escribiese una carta a principios de julio.



Fabrizio Di Bitetto, hijo de Cinzia, era un joven de 21 años que perdió la vida el pasado 5 de octubre en un accidente de moto en Roma. Después de unos meses difíciles, Cinzia decidió escribir al Papa para contarle la terrible situación por la que estaba pasando. También le envió una foto de su hijo, que el Papa tenía en sus manos mientras hablaba con ella.

“Todos piensan que es una broma cuando llamo”, le dijo Francisco a Cinzia. “¿Cómo estás? ¿Y cómo está tu esposo?, le preguntó. “Hablamos de Fabrizio y él me dijo que estas desgracias no deberían suceder”, explica Cinzia. “Le conté cómo este evento había trastornado la vida de todos nosotros y le confié que mi esposo había perdido la fe“, ante lo que el Papa se mostró comprensivo: “Lo entiendo. Es normal que suceda”.

Un destello de serenidad

“Con las palabras que utilizaría un padre, me repitió varias veces que entendía la actitud de mi esposo sin condenarlo, más bien lo entendió justificando su actitud debido al fuerte dolor que sentía”, apunta Cinzia, quien le pidió que se reuniera con él. “Cuando sea posible tendremos esta reunión, mientras tanto rezo y rezo por su familia, pero ustedes deben rezar por mí”, contestó el Papa.

Cinzia le explicó a Francisco que su fe también “ha flaqueado”, pero que acabó poniendo su dolor en el Señor. “Me aferré a la figura de la Virgen porque ella experimentó mi mismo dolor”, añade. No volvió a la iglesia hasta diciembre. “Durante la misa solo lloré, y comencé un camino interno que me acercó al Señor. En ese momento puse todos los símbolos religiosos de nuevo en la casa. Entendí que el Señor no es malo, lo que le sucedió a Fabrizio lamentablemente le sucede a muchos jóvenes”, apunta.

“Cuando colgué la llamada sonreí, finalmente con una señal de serenidad en mi rostro. El papa Francisco me dio alegría. Hablar con él era como si Fabrizio me hubiera dado una caricia”, explica. “Durante la llamada, mi esposo escuchó, pero no pudo hablar. Al final de la llamada, sin embargo, incluso en su rostro había un destello de serenidad”.

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