Francisco desea a todos un 2020 lleno de “gestos cotidianos de diálogo, reconciliación y cuidado de la creación”

En su primer ángelus del año, el papa Francisco ha invitado a descubrir el “milagro” que supone que el “planeta haya comenzado a dar una nueva vuelta alrededor del sol y que los seres humanos seguiremos habitándolo”. Por ello, ha todos ha dirigido “mis mejores deseos de paz y de bien para el año nuevo”.



Un mundo renovado

Recordando la liturgia del día, señaló que el Niño Jesús “es la bendición de Dios para cada hombre y mujer, para la gran familia humana y para el mundo entero”. Y es que “Jesús no eliminó el mal del mundo, sino que lo derrotó en su raíz. Su salvación no es mágica, sino ‘paciente’, es decir, implica la paciencia del amor, que se responsabiliza de la iniquidad y le quita su poder”.

Para el Papa, contemplando el belén, “vemos con los ojos de la fe el mundo renovado, liberado del dominio del mal y puesto bajo el señorío real de Cristo, el Niño acostado en el pesebre”. María con el niño en brazos, señaló el Papa, hoy “bendice a toda la Iglesia, bendice al mundo entero”.

Un año para la paz

Refiriéndose a la 53ª Jornada Mundial de la Paz, que se celebra este 1 de enero con el lema ‘La paz como camino de esperanza: diálogo, reconciliación y conversión ecológica’, el pontífice recordó que san Papa Pablo VI quiso dedicar el primer día del año a la paz: a la oración, a la conciencia y a la responsabilidad por la paz”, por lo que invitó a conocer su mensaje para esta cita eclesial.

Bergoglio agradeció las iniciativas que se organizan con motivo de esta jornada, especialmente “La paz en todas las tierras” de la Comunidad de Sant’Egidio –tan visible en la plaza en este día–. “Extiendo mi saludo y mi aliento a todas las iniciativas por la paz que las Iglesias particulares, las asociaciones y los movimientos eclesiales han promovido en esta Jornada de la Paz: encuentros de oración y de fraternidad acompañados de solidaridad con los más pobres”, añadió. El Papa recordó también “a los numerosos voluntarios que, en lugares donde la paz y la justicia están amenazadas, deciden valientemente estar presentes de manera no violenta y desarmada; así como a los soldados que trabajan en misiones de paz en muchas zonas de conflicto”.

El Papa también pide perdón

“A todos, creyentes y no creyentes por igual, espero que no se pierda nunca la esperanza de un mundo de paz, que se construya juntos día a día”, concluyó el Papa en las palabras posteriores al rezo del ángelus. Un gesto de paz y reconciliación como el que el propio pontífice vivió el día anterior tras un agarrón y por el que ha pedido perdón.

El pontífice comentaba que “el amor es paciente y a veces perdemos la paciencia”, señaló Francisco. Y prosiguió, dejando de lado los papeles y especialmente emocionado, “también yo y os pido perdón por el mal ejemplo de ayer”.

Bendiciones para los excluidos

 “Jesús es la bendición para aquellos que están oprimidos por el yugo de la esclavitud, tanto moral como material. Se libera con amor”, clamó. El Papa tuvo también un recuerdo por “los que han perdido la autoestima por permanecer prisioneros de círculos viciosos”, a los que “el Padre os ama, no os abandona, espera con una paciencia inquebrantable vuestro regreso”, recordó. Pensando en “los que son víctimas de la injusticia y la explotación y no ven salida, Jesús les abre la puerta de la fraternidad, donde pueden encontrar rostros, corazones y manos acogedores, donde pueden compartir la amargura y la desesperación, y recuperar algo de dignidad”.

A los que están gravemente enfermos y se sienten abandonados y desanimados, Jesús se acerca, toca con ternura las heridas, derrama el aceite del consuelo y transforma la debilidad en fuerza del bien para desatar los nudos más enredados”, añadió el Papa. “A los que están encarcelados y son tentados a encerrarse en sí mismos, Jesús les vuelve a abrir un horizonte de esperanza, empezando por un pequeño rayo de luz”, sentenció.

“Bajemos de los pedestales de nuestro orgullo y pidamos la bendición de la santa Madre de Dios. Nos muestra a Jesús: dejémonos bendecir, abramos nuestro corazón a su bondad. Así, el año que comienza será un camino de esperanza y paz, no con palabras, sino con gestos cotidianos de diálogo, reconciliación y cuidado de la creación”, concluyó.

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