Anselm Grün: “La sociedad debe hablar abiertamente sobre el abuso sexual”

  • ‘Víctimas y victimarios’ es el libro del autor sobre los casos de abusos acaecidos en la Iglesia de Chile
  • “Sin renovación, sin deplorar lo ocurrido y sin que los victimarios rindan cuenta, no hay paz”

La última vez que el sacerdote benedictino, Anselm Grün, estuvo en Chile (octubre 2018) nos deleitó, en aquel ciclo de ‘Pensamiento Propio’ realizado en el Centro de Extensión de la Universidad Católica donde nos habló acerca de la “fragilidad interior”. Recuerdo que hacía hincapié a la necesidad que tiene el hombre moderno de conectarse consigo mismo: “Estar en contacto con el ser interior es estar en contacto con Dios”. Y reparaba en que “No existe aquello que no se puede cambiar… Ni ninguna muerte que no se pueda transformar en vida…”.

Ahora, nuevamente, editorial San Pablo – Chile ha querido conversar con el religioso y preguntarle acerca de su nuevo libro ‘Víctimas y victimarios (Romper las cadenas en la Iglesia, la sociedad y la familia)’. Esta obra es una coedición entre Ágape, Bonum, Claretiana, Guadalupe y San Pablo. Es un esfuerzo en común de estas casas editoras, que se unen para publicar este libro del sacerdote, el cual tendrá su presentación oficial en la Feria del Libro de Buenos Aires, 2019 (el 25 de abril al 13 de mayo).

‘Víctimas y victimarios’ es un libro que concibe el autor al descubrir los muchos casos de abusos sexuales acaecidos últimamente en la Iglesia de Chile. Al respecto, el sacerdote benedictino afirma: “La reflexión sobre esta realidad de la Iglesia en Chile amplió mi mirada con relación a las víctimas de toda la Iglesia. La superación de esos delitos, me ha conducido a mirar el avance del pasado en distintos estados que se encontraban bajo una dictadura: Chile, Brasil, Argentina, Taiwán, pero también en Alemania y Checoslovaquia. Sin renovación, sin deplorar lo ocurrido y sin que los victimarios rindan cuenta, no hay paz en la Iglesia y en la sociedad”.

En síntesis, nos dice el autor que su libro no habla de escándalos ni menos quiere explotar el morbo, sino que abre caminos para una transformación y sanación de nuestros vínculos. Para ello, describe e interpela las áreas de la sociedad, de la Iglesia y de las relaciones personales en las que hay personas que han sido víctimas de todo tipo de abuso. Pero también se dirige especialmente a estas últimas ya que sin acciones concretas de reparación no es posible sanar. No obstante, también se pregunta por los victimarios y por qué llegaron a tal situación y cómo pudo desencadenarse una lógica tan perversa.

PREGUNTA.- Usted pone el ejemplo del hombre de la “mano paralizada” que es sanado por Jesús en sábado. La curación responde a la posibilidad de que la víctima pueda sanarse y ser capaz de moldear su vida ¿Es posible reconstruir una sociedad sana donde las “víctimas” claman por justicia y los “victimarios” esperan misericordia?

RESPUESTA.- Una sociedad solo se reconstruye sana si las víctimas son realmente escuchadas y tomadas en serio en su clamor por justicia. Solo cuando las víctimas son escuchadas y los victimarios se arrepienten de sus actos, los victimarios pueden esperar misericordia. Pero el arrepentimiento significa que los responsables se dan cuenta de cuánto sufrimiento han infligido a las víctimas.

P.- Usted señala, según tesis de Alexander Mitscherlich, si una sociedad no guarda luto, no se lamenta, no llora su pasado como por ejemplo el tiempo de los gobiernos militares en Argentina, Brasil o Chile, la sociedad quedará atrapada en quejas o acusará a los dictadores. En el caso de los abusos sexuales, si víctimas y victimarios no hacen este camino del luto y no lloran la culpa, ¿no se sana?

R.- Ambos son necesarios para que una sociedad pueda vivir en paz: En primer lugar, toda injusticia debe ser lamentada. A la sociedad debo presentar el dolor que se ha causado a las víctimas por la injusticia. El duelo significa pasar por el dolor. Y la sociedad debe tomar en serio el dolor de las víctimas. Pero si las víctimas han sido realmente escuchadas y los responsables han sido llamados a rendir cuentas, entonces también es tarea de las víctimas abandonar el papel de víctimas. Pero ese es un proceso largo hasta que uno puede decir adiós al papel de víctima. Pero es necesario. De lo contrario, las propias víctimas se convertirán en victimarios.

El valor de la transformación

P.- Ver al victimario como una persona e hijo de Dios es el primer paso para que pueda sanar y ser aceptado en la sociedad ¿A partir de qué principio es posible hacer que una experiencia de abuso sexual o de poder, pueda convertirse en una “perla” y constituirse en algo positivo para otros?

R.- Si acompaño a las víctimas de abuso sexual, solo puedo hacerlo con la esperanza de que su herida se transforme algún día en una perla. Pero este es un proceso largo. Cada herida rompe algo dentro de mí. Pero romper también se puede en convertir en quebrarse. Estoy roto y abierto para mi verdadero yo. El verdadero yo no ha sido herido por el abuso sexual. Por lo tanto, es necesario pasar por el dolor del abuso al espacio interior de silencio en el fondo del alma. Allí estoy yo y estoy entero. Allí nadie puede hacerme daño. Las personas que han sido abusadas sexualmente y que han experimentado la curación a través de una larga terapia a menudo pueden convertirse en una bendición para otras personas, porque entienden mejor a las personas profundamente heridas y pueden acompañarlas bien.

P.- Usted manifiesta que, como individuos y sociedad, tenemos que respetar a las víctimas y tomar en serio su dolor y sus dificultades en la vida durante el tiempo de su victimización. Su libro sugiere caminos para salir del rol de víctima y ser alguien libre ¿Es posible la “sanación” al margen de la fe? ¿Qué aporta la fe a una víctima y victimario?

R.- La fe es de gran ayuda para que la herida se transforme en perla. Y necesita la virtud de la esperanza para que no nos rindamos. La esperanza es una virtud divina, una virtud que Dios nos da, pero que también debemos practicar nosotros mismos. Sin fe y esperanza, la herida no puede ser transformada. La fe no tiene que ser necesariamente una fe católica, sino una fe en un misterio mayor que nosotros mismos. Y necesita fe que el amor es más fuerte que la muerte. Es la fe en la resurrección de Jesús la que nos muestra la victoria del amor sobre la muerte.

P.- En medio de una sociedad cada vez más secularizada y con un número importante de fieles que no participa de los oficios religiosos ¿Por qué cree que un “rito” puede crear espacios de reconciliación para superar situaciones traumáticas de abusos, si en la praxis no es común y la falta de fe es cada vez mayor? 

R.- Primero, la sociedad debe hablar abiertamente sobre el abuso sexual. Pero solo hablando no se cura la herida, no se elimina la división entre víctimas y victimarios. Entonces se necesita un ritual. Los rituales -dice C.G. Jung- trabajan en las profundidades del inconsciente. Los rituales son lugares donde se expresan sentimientos que de otra manera nunca se expresarían. Por lo tanto, los rituales son una oportunidad para crear reconciliación entre las víctimas y los victimarios. Incluso si la gente de hoy se siente menos atraída por los rituales de la Iglesia, la sociedad sigue estando muy abierta a nuevos rituales. Sin embargo, estos rituales deben ser cuidadosamente preparados y organizados para que puedan desplegar su poder transformador.

La fragilidad de los sacerdotes

P.- Si la fragilidad de algunos sacerdotes en actos de abuso de poder o sexual ha sido una constante y se sabe de que estos han tenido una cierta formación en la sexualidad ¿Por qué cree que una sexualidad consiente y responsable puede contribuir a sacerdotes más maduros, felices y menos reprimidos?

R.- Los sacerdotes también tienen sexualidad. Cuando la suprimen, esta frecuentemente se expresa en formas inmaduras. El abuso sexual es a menudo el resultado de la opresión o la negación de la sexualidad. Los sacerdotes deben aceptar su sexualidad e integrarla en sus vidas. Su tarea es transformar la sexualidad en vivacidad y creatividad. Entonces se convierte en un manantial para ellos, también para su vida espiritual. Y experimentarán armonía interior consigo mismos. Felicidad significa estar en armonía con uno mismo y con todo lo que hay en mí.

P.- Según su libro, ver al victimario como una persona e hijo de Dios es el primer paso para que pueda sanar y ser aceptado en la sociedad. Al respecto C. Jung plantea que todos llevamos un “niño sagrado” en nuestro interior ¿Cómo se puede ver a ese “niño sagrado” en un “victimario”, si este ha cometido abusos sexuales a menores…es posible?

R.- Hay también en el victimario un hijo de Dios. Pero el victimario ha reprimido a este niño divino en sí mismo, incluso lo ha asesinado. No está en relación con su niño divino. Por lo tanto, no actúa desde su centro interior, sino que es impulsado por su codicia, por su adicción, por su lucha por el poder. El victimario solo puede establecer una relación con su niño divino si pasa por todo el mal que ha causado, por todo el dolor que ha provocado a otros. Jesús habla del tesoro en el campo. Tenemos que ensuciarnos las manos, tenemos que cavar a través de toda la basura que ha sido creada en nosotros por el mal, para descubrir al niño divino en el fondo de nuestra alma. Este es un proceso doloroso, tanto más doloroso cuanto más hemos lastimado a otros.

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