Campamento interconfesional: cuando los niños se aman sin etiquetas

  • Una parroquia y una mezquita de Fuengirola organizan un campamento interconfesional
  • La idea surgió tras el atentado de Barcelona, en un intento de ir más allá de la oración
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Fue Oscar Wilde el que dijo que “la mejor forma de hacer buenos a los niños es hacerlos felices”. Como en la localidad malagueña de Fuengirola tienen claro que el genio irlandés tenía razón, miembros de sus comunidades cristiana e islámica han querido ir más allá y, con el fin de darse un abrazo puro y auténtico, lo han hecho con entrañas de infancia. Así, del 6 al 8 de julio, hasta 35 chavales de 12 a 16 años (18 cristianos y 17 musulmanes) han convivido en un campamento de verano en Estepona, en las instalaciones del Complejo Socioeducativo José Nadal, de la Fundación Victoria, y promovido por la parroquia de San José y por la mezquita fuengiroleña.

Una verdadera cultura de encuentro

Les han acompañado seis voluntarios de cada confesión, así como varios de sus pastores. En conversación con Vida Nueva, el párroco Rafael Vázquez Jiménez, delegado de Ecumenismo de la Diócesis de Málaga, explica cómo se fraguó la iniciativa: “Fue hace un año, tras el atentado terrorista en Barcelona. Entonces, la mezquita convocó un acto de repulsa del crimen y nosotros nos sumamos. Desde hace años, tenemos una relación muy estrecha y ya habíamos participado en varios momentos de encuentro y oración, uniéndose también judíos, budistas e hindúes. Pero en ese momento, bajo la conmoción de un golpe tan duro, decidimos que debíamos avanzar más allá de la oración y crear, como nos pide el papa Francisco, una verdadera cultura del encuentro”.

“Los chicos –explica– nos han regalado su espontaneidad, su naturalidad y su ausencia de prejuicios… Todo ha fluido con mucha alegría y, prueba de ello, es que, pese a que no se conocían entre sí antes del campamento, cuando este terminó todos se despedían con mucho cariño, pidiéndose el contacto. Ahora, son amigos. Y lo son, en buena parte, gracias a que se han relacionado mediante la fe, cada uno la suya y respetando la del otro. Este es un ejemplo para toda la sociedad, justo lo que buscábamos cuando pensamos en esta iniciativa”.

Han sido días intensos y con muchos momentos ciertamente impactantes, pero el sacerdote se queda “con los espacios de oración compartidos. Cuando los musulmanes rezaron, los cristianos quisimos acompañarles, colocándonos en la parte trasera. Lo mismo ocurrió en nuestra misa dominical, a la que ellos asistieron desde un banco lateral. Pero no solo fue el respeto que todos mostraron, sino la inmensa y sana curiosidad por conocerse y aprender el uno del otro”.

No dejaban de preguntar

Algo que se vio en un momento determinado, cuando les visitaron el imán de Benalmádena y el vicario general diocesano para compartir un rato de charla distendida. “Al ser las tres y media de la tarde –reconoce Rafael–, temíamos que los chicos pudieran estar algo distraídos. Pero nada más lejos de la realidad. Estuvieron hora y media haciendo preguntas sobre cualquier detalle de cada una de las dos religiones, siendo un diálogo sincero y directo. De hecho, fuimos nosotros los que tuvimos que concluir el encuentro, pues ellos tenían muchas más preguntas por hacer”.

Igualmente, otra anécdota preciosa se dio cuando visitaron Marbella, acudiendo a una iglesia y a una mezquita. Allí, los niños y jóvenes tampoco dejaron de preguntar por todo lo que había en los templos y las respectivas liturgias, concluyendo la visita con un intercambio de regalos: un Corán para los cristianos y unos Evangelios para los musulmanes”.

La misma satisfacción es la que, de vuelta a casa, trae consigo una de las voluntarias por parte de la parroquia de San José, Rosa Cruz Cuevas: “Estoy encantada de haber podido vivir algo tan bonito y de que mis dos hijos, que también han estado en el campamento, hayan podido formar parte de ello. Los niños nos han enseñado mucho a los adultos. En mi caso, antes tenía un cierto reparo de preguntar ciertas cosas a los compañeros musulmanes, por si metía la pata y se podían sentir ofendidos. Ahora me he dado cuenta de que, cuando hay un cariño y te mueve una curiosidad sincera, un querer aprender de ellos y de su fe, lo único que puedes recibir son cosas buenas y que te enriquecen mucho”.

“Somos hermanos”

Ismain Perera Mohamed, vicepresidente de la asociación Jóvenes Musulmanes de Málaga y uno de los seis voluntarios musulmanes que ha organizado el campamento, se muestra radiante con lo vivido: “Antes, aunque compartiéramos muchas cosas, se podía decir que éramos dos comunidades separadas. Ahora, cada una con nuestra fe, hemos demostrado que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa y que realmente somos hermanos, visibilizando, a nivel de sociedad, que ciertos prejuicios están equivocados”.

“El objetivo principal –concluye el joven malagueño– se ha cumplido, y no era otro que hacerles ver a los chicos que muchas veces el mudo está dominado por un discurso falso que se basa en la discriminación y en los estereotipos. Mostrándoles justamente lo contrario, dialogando todos en la casa del otro, ya fuera en la iglesia o en la mezquita, estamos ayudando a que ellos, en un futuro, puedan crear un mundo en paz”.

Celebraciones conjuntas

Con el fin de apuntalar la fuerza de esta vivencia, las comunidades cristiana, musulmana y judía (para el campamento del año que viene esperan a los jóvenes ligados a la sinagoga local) se han comprometido a organizar encuentros en los principales momentos de celebración de las respectivas confesiones. Así, como mínimo, compartirán todos juntos su alegría en la Fiesta del Cordero, en Navidad, en Pascua y en Ramadán. Y es que Oscar Wilde (y Abraham) tenía razón…

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