“No hagamos un mercado de nuestras almas”, pide Francisco en el ángelus

  • El Papa repasa el Evangelio del día con los fieles congregados en la Plaza de san Pedro
  • “El de Cristo es el amor que conduce al sacrificio, no el falso que dice servir a Dios mediante la violencia”

Este primer domingo de marzo, día 4, como de costumbre, el Papa se ha asomado a la ventana del Palacio Apostólico para rezar el ángelus con los peregrinos allí convocados. Su reflexión de hoy ha sido sobre el Evangelio del día, la expulsión de los mercaderes del templo contada por san Juan.

En este conocido pasaje Jesús arremete contra los vendedores y cambistas que se instalan en el templo con un látigo. “¿Pero cómo debemos interpretarlo? -ha preguntado el Papa- como una acción típica de los profetas, quienes a menudo denunciaban abusos y excesos en nombre de Dios“. Y es que, como ha recordado, las autoridades no intervienen para detenerle, por lo que no debió ser un acto simplemente violento.

De hecho, la pregunta que le hacen es sobre esto “¿Qué signos nos muestras para obrar así?” Los judíos, en lugar de preguntar qué le pasa quieren que les de pruebas de que Dios le pide que actúe de esa forma. De nuevo, cuestionan la autoridad de Jesús. Y la prueba que les ofrece no la entienden en el momento (aunque el evangelista sí, ya que lo anota) “Destruid este Templo y yo lo reconstruiré en tres días” es la respuesta de Cristo, refiriéndose a su Pasión y Muerte.

Nuestras almas son morada de Dios

Aunque hay otro detalle interesante, que es el salmo que recuerdan los discípulos “El celo de tu casa me devora”, que es una invocación de ayuda en situaciones de peligro. Y como ha subrayado el Papa “El celo por el Padre y su hogar lo llevarán a la cruz: el suyo es el celo del amor que conduce al autosacrificio, no el falso que dice servir a Dios mediante la violencia”.

Finalmente, antes de la oración, Francisco ha señalado que este pasaje nos invita a “no hacer un mercado de nuestras almas, que son morada de Dios” buscando siempre el beneficio propio. La sustitución del amor generoso por el pecado es un enorme peligro “por eso Jesús aquella vez obró de una forma tan fuerte”.

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