El sufrimiento de los niños y los conflictos olvidados, centro del Urbi et orbi de Francisco

  • El pontífice ha deseado a todos “que el nacimiento de Cristo Salvador renueve los corazones, suscite el deseo de construir un futuro más fraterno y solidario, y traiga a todos alegría y esperanza”
  • El Papa ha centrado su reflexión en el día de Navidad en los niños de nuestro mundo que sufren, “para los que, como Jesús, no hay sitio en la posada” señalando 17 conflictos actuales.

El Papa Francisco, en la bendición Urbi et Orbi en la Navidad de 2017/EFE

En su felicitación, tras la bendición Urbi et orbi, el Papa ha deseado a todo el mundo “que el nacimiento de Cristo Salvador renueve los corazones, suscite el deseo de construir un futuro más fraterno y solidario, y traiga a todos alegría y esperanza”. Y, ya entre aplausos, concluyó diciendo: “Feliz Navidad”.

Con la Navidad, ha recordado el Papa, “la fe del pueblo cristiano revive el misterio de Dios que viene, que toma nuestra carne mortal, que se hace pequeño y pobre para salvarnos. Y esto nos llena de emoción, porque la ternura de nuestro Padre es inmensa”. Desde el balcón central de la Basílica Vaticana, Francisco ha invitado a todos a contemplar al Niño de Belén en los rostros de los niños del mundo que sufren, y para los que, “como Jesús, no hay sitio en la posada”.

“Mientras el mundo se ve azotado por vientos de guerra y un modelo de desarrollo ya caduco sigue provocando degradación humana, social y ambiental, la Navidad nos invita a recordar la señal del Niño y a que lo reconozcamos en los rostros de los niños”, recordó.

Paz entre israelíes y palestinos

Tras los acontecimientos de las últimas semanas, Francisco se ha dirigido, en primer lugar a “los niños de Oriente Medio, que siguen sufriendo por el aumento de las tensiones entre israelíes y palestinos”. Por ello, el pontífice ha pedido “la paz para Jerusalén y para toda la Tierra Santa”.

“Recemos para que entre las partes implicadas prevalezca la voluntad de reanudar el diálogo y se pueda finalmente alcanzar una solución negociada, que permita la coexistencia pacífica de dos Estados dentro de unas fronteras acordadas entre ellos y reconocidas a nivel internacional”, ha expresado, a la vez que ha alabado a quienes “movidos de buena voluntad, desean ayudar a esa tierra martirizada a encontrar, a pesar de los graves obstáculos, la armonía, la justicia y la seguridad que anhelan desde hace tanto tiempo”, señaló.

Siria, Irak y África

Un año más ha tenido un recuerdo por los “los niños sirios, marcados aún por la guerra que ha ensangrentado ese país en estos años”. Ha pedido “que la amada Siria pueda finalmente volver a encontrar el respeto por la dignidad de cada persona, mediante el compromiso unánime de reconstruir el tejido social con independencia de la etnia o religión a la que se pertenezca”.

Junto a Siria, ha recordado que Irak “todavía sigue herido y dividido por las hostilidades que lo han golpeado en los últimos quince años” y que en Yemen “existe un conflicto en gran parte olvidado, con graves consecuencias humanitarias para la población que padece el hambre y la propagación de enfermedades”.

Esta realidad yemení se suma a la que se vive en países africanos como Sudán del Sur, Somalia, Burundi, la República Democrática del Congo, la República Centroafricana y Nigeria.

Una infancia en guerra

Para el pontífice, “la paz y la seguridad se ven amenazadas por el peligro de las tensiones y de los nuevos conflictos” en lugares como la península coreana, para la que ha pedido “superen los antagonismos y aumente la confianza mutua por el bien de todo el mundo”.

Pensando en Venezuela, Francisco a pedido al Niño Jesús “para que se pueda retomar un diálogo sereno entre los diversos componentes sociales por el bien de todo el querido pueblo venezolano”. También, el conflicto ucraniano está dejando mucho sufrimiento en las familias y “graves repercusiones humanitarias”.

Los migrantes forzosos

Más allá de estos conflictos localizados, Francisco ha señalado que también “vemos a Jesús en los niños cuyos padres no tienen trabajo y con gran esfuerzo intentan ofrecer a sus hijos un futuro seguro y pacífico” y “aquellos cuya infancia fue robada, obligados a trabajar desde una edad temprana o alistados como soldados mercenarios sin escrúpulos”.

El Papa ha denunciado también la situación de “tantos niños obligados a abandonar sus países, a viajar solos en condiciones inhumanas, siendo fácil presa para los traficantes de personas”. “En sus ojos vemos el drama de tantos emigrantes forzosos que arriesgan incluso sus vidas para emprender viajes agotadores que muchas veces terminan en una tragedia”, sentenció.

No a los corazones cerrados

En este sentido ha recordado algunos de los niños que ha saludado durante su pasado viaje a Myanmar y Bangladesh. Para estos países ha pedido “que la comunidad internacional no deje de trabajar para que se tutele adecuadamente la dignidad de las minorías que habitan en la Región”.

Y a todos les ha recordado que “Jesús conoce bien el dolor de no ser acogido y la dificultad de no tener un lugar donde reclinar la cabeza. Que nuestros corazones no estén cerrados como las casas de Belén”, sentenció.

“Como la Virgen María y san José, y los pastores de Belén, acojamos en el Niño Jesús el amor de Dios hecho hombre por nosotros, y esforcémonos, con su gracia, para hacer que nuestro mundo sea más humano, más digno de los niños de hoy y de mañana”, ha concluido

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