Tribuna

Sobre suelo viviente caminó la Magdalena

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Dicen los que saben, que confundimos con mucha frecuencia entre piedra y roca, es decir, que no sabemos o no reconocemos la diferencia.



Roca es el producto del suelo, material sólido de origen natural, que constituye una parte importante de la corteza terrestre. La conocemos con sus formaciones de diversos tipos y tamaños, y habitualmente, cuando recorremos algún paisaje agreste, las tomamos de la naturaleza y las llevamos de recuerdo a nuestra casa, adueñándonos de lo que los siglos dejaron en ese lugar. Pequeños objetos que nos gusta hurtarle a la creación para enjaularlos en el museo de nuestras inconsistencias.

Piedras son las que el ser humano toma de la naturaleza en su estado rocoso y luego las pule, las modifica o transforma para uso comercial –casi siempre para manifestar la opulencia de quien las compra– como joyas colgadas en los cuerpos o en cualquier forma con valor artístico.  No se juzga el valor de este trabajo –que muchas veces es parte de la historia y de la cultura de los pueblos– pero siempre será verdadero el poder diferenciar a la roca de las piedras.

Iglesia sobre la Roca

Si nos permitimos acercarnos al valor de la roca en todas sus formas –aunque no seamos estudiosos del suelo que pisamos– podremos entender las más de cien citas que en la Palabra de Dios tenemos ubicada esta palabra. Desde el Génesis y en casi todo el Pentateuco, pasando por Jueces, Profetas y Sapienciales, y llegando a Mateo, Lucas, Pablo y Pedro, se pronuncia a la Roca con mayúscula, y se habla de roca con minúscula. Ambas nos insisten en bellas maneras de concebirla como suelo viviente hasta nuestros días.

También a través de la Palabra, podemos apreciar el valor de las piedras donde se nos habla de algunas seleccionadas y preciosas, de las talladas o intactas y de otras, elegidas y conmemorativas. Diversas maneras de usos para simbolizar o significar batallas, recorridos, altares, edificaciones. Obras necesarias para el ser humano en su despliegue de vida.

Y así, cada persona humana, invitada a edificar sobre la Roca, se va dejando tallar como una piedra preciosa del Amor de Dios. Las creyentes y las no creyentes también, aunque no lo sepan.

Entonces me pregunto: ¿cómo podríamos dejar de lado a quienes a veces sentimos como piedras en el camino? ¿O a quienes nos parecen diferentes por consideraciones morales propias? ¿Cómo no ver que en cada persona Dios está tallando una piedra preciosa?

La Iglesia toda es la piedra preciosa sembrada sobre la Roca y sobre la que el poder de la muerte no prevalecerá, porque Jesús le dio a Pedro las llaves del Reino de los Cielos. Junto a Francisco, todo lo que atemos en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desatemos en la tierra, quedará desatado en el cielo.

María Magdalena

La piedra preciosa tallada a puro amor. La que después de desatada de las enfermedades de ese tiempo, desde el dolor extremo, amó al extremo. La que supo plantarse sobre la Roca.

La que corrió a gritar la Resurrección cuando aún no entendía ni podía comprender lo que estaba sucediendo.

La que amó a Jesús vivo, muerto y resucitado, al decir de Rilke.¹

La que, según Carlo Maria Martini, “representa lo mejor del corazón de la mujer respecto a Dios”.²

A quien Gloria Ladislao le hace decir: “Estamos caminando. No, no es una metáfora, estamos caminando por Galilea. Jesús, nosotras, los doce… ¡es tan linda Galilea! Yo, que no había visto más que a mi pueblo, estoy deslumbrada. Cada día es un aprendizaje, Jesús nos habla del Reino de Dios!”³

Esta mujer que ahora honramos como Apóstola de los Apóstoles porquegracias al Papa Francisco– la iglesia ya no celebra la memoria sino la fiesta litúrgica de la primera mensajera de Cristo Resucitado. Él la quiso inscribir en el contexto eclesial actual para reflexionar más profundamente sobre la dignidad de la mujer en todo el mundo, sobre la nueva evangelización y sobre el gran misterio de la Misericordia Divina.

Esta mujer fue la que marcó el rumbo piedra sobre piedra, desde ella a nuestros días, para que todos juntos –nosotros y nosotras– sigamos creciendo en la Fe que es la Esperanza en el Amor.

Con la invitación a dejarnos tallar día a día, parados sobre la Roca, suelo viviente, caminamos de la mano de María Magdalena hacia la Galilea para encontrarnos con el Amor de los Amores, que sólo nos pide que no temamos, porque el Reino de Dios nos pertenece.⁴

 

  1. El amor de Magdalena, Rainer Maria Rilke, Punto de Vista Editores, octubre 2019.
  2. María Magdalena, Carlo Maria Martini, Ágape Libros, agosto 2021.
  3. Yo, María Magdalena, Gloria Ladislao, Ágape Libros, mayo 2018.
  4. Evangelio de Lucas 6, 20.