Tribuna

Mujeres pioneras: Emilce Cuda

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No nos dejemos disciplinar. Nunca. Sigamos siendo apasionadas y seductoras y hablando con el lenguaje de la palabra y del cuerpo. Sigamos encantando. Ahora más que nunca es necesario volver a encantar al mundo. Eso sí, correremos el riesgo de que nos llamen locas, como hicieron con las beguinas hace siglos. Pero vale la pena. Por eso repito: no nos dejemos disciplinar”. Este es el sueño para las mujeres, de dentro y de fuera de la Iglesia, de Emilce Cuda, la “teóloga que sabe leer al Papa Francisco”.



Así es como la llaman ahora tras una reseña de su libro Para leer a Francisco: teología, ética y política. “Fue Austen Ivereigh, periodista, amigo y profundo conocedor de los acontecimientos del Vaticano, quien me definió así jugando con las palabras del título…”, recuerda sonriendo la jefe de la oficina de la Pontificia Comisión para América Latina, nombrada para este cargo el pasado mes de julio por el Papa quien también nombró al nuevo secretario, el mexicano Rodrigo Guerra. Es la primera mujer en ocupar este cargo. “Es un puesto con un gran valor simbólico, independientemente de su función real y capacidad operativa. Esto confirma la actitud del Papa hacia el mundo de las mujeres”, asegura.

Francisco y las mujeres

Francisco y las mujeres, un tema sobre la mesa desde el inicio del Pontificado. Unos lo acusan de gatopardismo o inmovilidad, mientras que otros lo consideran excesivamente aperturista. “El Santo Padre inicia procesos. Esto es lo que cuenta para él”, dice “que sabe leerlo”. “Nunca he tenido, ni tengo, la intención de interpretar al Papa. Con el ensayo y mis intervenciones intento explicar a los lectores, especialmente a los no especialistas, el contexto social, cultural, eclesial y político de la Argentina donde se formó Jorge Mario Bergoglio.

Una traducción cultural para que la opinión pública pueda comprender profundamente sus palabras”. Casi un deber moral para esta porteña que no es una porteña cualquiera. Emilce Cuda es una expertas en teología del pueblo, de peronismo, de populismo y de movimientos populares y articulaciones sindicales. Una inmensidad de intereses acorde con su currículum académico, muy peculiar ya que la nueva jefa la PCAL estudió a la vez Teología y Filosofía y luego se dedicó a tiempo completo a la primera.

Y obtuvo un doctorado en teología moral en la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA), algo que nunca había hecho una mujer hasta la fecha. “La moral católica muchas veces se circunscribe solo a la bioética. Pero en realidad está la bioética y otro ámbito que es el de la moralidad social. Dedicarse a ella implica el estudio de la política, la economía y la sociedad para pronunciarse sobre estos temas desde el punto de vista de la Doctrina católica. Lo que sucede cuando hacemos esto, especialmente si hablamos en defensa de los excluidos, es que se nos acusa de hacer política. Estamos haciendo lo que nos corresponde a los teólogos de la moral social. Me he especializado en esto”, explica Cuda.

Como curiosidad, el título de Cuda está firmado por el cardenal Bergoglio, entonces Gran Canciller de la UCA de Buenos Aires. Este es otro punto en común que tienen esta inusual teóloga y el primer Papa argentino de la catolicidad. Otros son su amor por Buenos Aires, el tango, los ambientes populares y la Iglesia que en ellos bulle.

Las religiosas de la Divina Pastora enseñaron a la futura académica a bucear en la doctrina social de la Iglesia: “Y esto ha marcado mi vida. Siempre he tenido el deseo de poner mis conocimientos a disposición de todos para aliviar el sufrimiento de las personas más desfavorecidas. Vengo de una familia humilde, por lo que conozco bien los sacrificios del pueblo trabajador para sobrevivir día tras día”.

Polifacética y elegante

No necesito que me digan lo que significa trabajar con las manos porque yo también lo hice. Sé lo que significa que te duela el cuerpo, pero no puedas parar. Es distinto comparado con el trabajo intelectual. Y aunque ahora estoy ocupada de lunes a lunes, no es comparable”, dice Emilce Cuda quien, antes de ser una reconocida docente e investigadora, fue sastre y diseñadora de moda, como lo demuestra su impecable elegancia y su gusto por los vestidos sobrios y originales. Pero no llegó al estudio de la teología solo por la fe, sino por una “inquietud disciplinar-científica”. “Siempre distingo entre el credo, el trabajo pastoral y misionero, y el estudio”.

Para acceder a la facultad de Filosofía, pública y gratuita, de la prestigiosa Universidad de Buenos Aires (UBA), era necesario aprobar una exigente prueba de selección hecha a medida para los antiguos alumnos de colegios públicos y privados de la élite y no para aquellos que, como Emilce Cuda, habían asistido a las escuelas católicas de la periferia. La alternativa eran los estudios de teología en la UCA.

“Pero era una universidad privada y no podía pagarla”. El callejón sin salida se transformó. “Supe que había aprobado la prueba de ingreso a la UBA y que había recibido, gracias a la intervención de Lucio Gera, pilar de la Teología del pueblo, una beca para la UCA”. En vez de elegir, decidió hacer doblete, asistiendo a ambas facultades. “Esto me dio una gran ventaja. Tenía dos bibliotecas disponibles. La “canónica” de la católica y la laica de la UBA”.

La moral social

Al final de este camino llegó la opción definitiva por la teología y el largo aprendizaje con maestros de la talla de Ernesto Laclau en Northwestern y Juan Carlos Scannone en el Colegio Máximo de San Miguel. “Siendo así, no tenía más remedio que dedicarme a la moral social”. Un ámbito que la llevó a lidiar con ambientes tradicionalmente considerados “masculinos”, como los movimientos políticos y los sindicatos.

Todo esto mientras intentaba hacerse un hueco en las estructuras eclesiásticas, que en su momento eran muy poco inclusivas con la mujer. “En el mundo secular no me tomaron en serio como teóloga. Cuando presenté mi proyecto sobre la Teología del pueblo al principal instituto de investigación argentino, lo rechazaron en el acto calificándolo de “programa de autoayuda” más que investigación científica”. De ese estudio se extrajo uno de los primeros artículos sobre la figura de Jorge Mario Bergoglio tras la elección.

A pesar de las dificultades, Emilce Cuda cree que la alianza entre el hombre y la mujer es la clave para el desarrollo armónico de la sociedad y de la Iglesia. “Esta última comparte los mismos problemas de la sociedad en un contexto de globalización. La raíz de la exclusión femenina es la misma que la de la exclusión de los pobres”, afirma la teóloga. Es como si la primera forma de exclusión fuera la invisibilización.

Volver a enamorarnos

“Tomemos el trabajo informal, una categoría que incluye a dos mil millones de personas. Su trabajo, realizado para sobrevivir a diario, supone una aportación fundamental a la economía, pero no se contabiliza. En las estadísticas oficiales, no existen. Por la misma razón, a menudo se afirma que no hay mujeres en la Iglesia. A veces las mismas mujeres lo dicen, reforzando esta narrativa invisible. Depende de lo que entendamos por Iglesia. Si es solo la jerarquía, es cierto. Pero si, como afirma el Concilio Vaticano II, es el Pueblo de Dios, entonces sí que hay mujeres. Son ellas las encargadas de transmitir la fe y también de sostener materialmente a la Iglesia. A los que argumentan que la ausencia se refiere a los puestos de decisión, les respondo que hay una cuestión previa que abordar: reconocer a las muchas trabajadoras ya presentes, muchas veces sin salario. ¿Por qué en los trabajos humildes siempre acaban mujeres?”.

Sin embargo, como los pobres, para Emilce Cuda las mujeres tienen la virtud teologal de la esperanza. Es el motor que “las pone en movimiento”, la fuerza que les permite “curar y reparar la vida”. “No solo la reproducen, la mantienen viva entre el nacimiento y la muerte. Por eso, sueño que las mujeres nunca dejen de ser mujeres. Su capacidad de seducir y encantar es importante para la redención, en la política, en la Iglesia y en la sociedad. Tenemos que volver a enamorarnos de un proyecto común. ¿Quién puede hacer que nos enamoremos de nuevo sino las mujeres?”.

Tras sus pasos

Nombrada en julio de 2021 por el Papa como jefa de oficina de la Pontificia Comisión para América Latina (PCAL). Es la primera mujer en ocupar tal cargo ejecutivo. El boletín de la oficina de prensa de la Santa Sede la describía como “profesora de Teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina y de la Universidad St. Thomas (Estados Unidos de América)”. Nacida en 1965, en Buenos Aires, casada y con dos hijos, es la primera mujer argentina en obtener un doctorado pontificio en Teología moral. Está considerada la que mejor conoce el pensamiento del Papa venido del fin del mundo. Autora del libro Para leer a Francisco: teología, ética y política. Con su nombramiento, junto al del secretario Rodrigo Guerra López, el Papa Francisco pretende relanzar la PCAL, órgano de la Curia instituido por Pío XII en 1958 para escuchar y apoyar a las Iglesias de ese continente. La comisión está presidida por el Prefecto de la Congregación para los Obispos, Cardenal Marc Ouellet.

*Artículo original publicado en el número de febrero de 2022 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva

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