Tribuna

Ministerios laicales y puertas abiertas

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“Se ha abierto una puerta”. Así se expresó el cardenal Mario Grech, secretario del Sínodo de los Obispos al comentar mi nombramiento. Yo también estoy convencida de que se abren muchas puertas al conocer que el obispo Rafael Cob, en el Vicariato ecuatoriano de Puyo, ha conferido el ministerio de la Palabra y de la Eucaristía a cinco servidores de las comunidades kichwas.



Entre ellos, dos mujeres. Estas misioneras enviadas en el interior de la selva amazónica son las primeras en la historia de la Iglesia que asumen ser ‘ministras’ después del paso al frente dado por el papa Francisco.

Los dos últimos sínodos han hablado mucho de la cuestión de las mujeres. En el Documento Final del Sínodo de los Jóvenes y del Sínodo sobre la Amazonía, podemos leer palabras fuertes que llaman, por un lado, a luchar contra toda discriminación de la mujer en la sociedad y, por otro, a dar más responsabilidad a las mujeres en la Iglesia.

Así, en el párrafo 13 del Documento Final del Sínodo de los Jóvenes se lee: “La Biblia presenta al hombre y a la mujer como compañeros iguales ante Dios (cf. Gn 5,2): toda dominación y discriminación basada en el sexo ofende la dignidad humana. La Biblia presenta al hombre y a la mujer como compañeros iguales ante Dios (cf. Gn 5,2): cualquier dominación y discriminación basada en el género ofende la dignidad humana”.

También en el párrafo 148 podemos encontrar lo siguiente: “Una Iglesia que pretenda vivir un estilo sinodal no podrá prescindir de la reflexión sobre la condición y el papel de la mujer en su seno y, en consecuencia, también en la sociedad. Las mujeres y los hombres jóvenes lo piden con mucha fuerza. Las reflexiones desarrolladas requieren ser puestas en práctica a través de un trabajo de valiente conversión cultural y de cambio en la práctica pastoral diaria. Un área de particular importancia en este sentido es la presencia de las mujeres en los organismos eclesiales a todos los niveles, especialmente en puestos de responsabilidad, y la participación de las mujeres en los procesos de toma de decisiones eclesiales, respetando el papel del ministerio ordenado. Se trata de un deber de justicia, inspirado tanto en el modo en que Jesús se relacionó con los hombres y mujeres de su tiempo, como en la importancia del papel de ciertas figuras femeninas en la Biblia, en la historia de la salvación y en la vida de la Iglesia”.

En esta misma línea, el Sínodo sobre la Amazonia abogó por que la Iglesia consulte a las mujeres, reconozca y refuerce su participación en los procesos de toma de decisiones (DF §101).

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