Tribuna

“La identidad crece y se fortalece en el encuentro y el diálogo interreligioso”

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El cardenal Miguel Ángel Ayuso, prefecto del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso ha intervenido en las XXXIII jornadas para delegados episcopales y directores de secretariados diocesanos para el ecumenismo y el diálogo interreligioso. El tema central del encuentro ha sido: “La oración en el diálogo religioso: estar juntos para orar”.



En la presentación se resaltaba que el cardenal ha sido un artífice especial del documento sobre la fraternidad humana. Se trata, pues, de un colaborador fundamental en el proyecto de fraternidad universal en el que está embarcada la iglesia católica, animada por el Papa Francisco que ha plasmado esta inquietud en  ‘Fratelli tutti’, inspirado en los ecos que provocó el documento sobre la fraternidad firmado conjuntamente en Abu Dabais, con el gran Imán.

El Dicasterio que coordina Ayuso, según comentaba, es pequeño en cuanto a personas liberadas en Roma (16 personas), pero con una extensión en la misión de gran tamaño pues se dirigen a más de dos terceras partes de la humanidad que se encuentran dentro del ámbito de las religiones en las distintas confesiones. Más que definirse como cardenal del Papa, ante las preguntas, manifestó que la adhesión es al planteamiento pastoral del pontífice que al día siguiente de su nombramiento al encontrarse con líderes de las distintas religiones les repitió con insistencia que esperaba que pudieran caminar en verdadera amistad y solidaridad. Atrae y seduce este liderazgo de fraternidad que califica a la Iglesia católica como la más empeñada en el diálogo interreligioso, aspecto reconocido por todas las religiones, y que confirmaban los líderes religiosos en España que participaban en esta inauguración del encuentro y que escuchaban su conferencia inaugural.

Ineludible en la misión

La intervención del cardenal Ayuso versó sobre “Claves sobre el diálogo interreligioso con ocasión del XL aniversario del documento Diálogo y Misión (1984)”. Planteó cuestiones esenciales de un modo claro y directo, a la vez que sencillo y concreto. Observó de entrada que el diálogo interreligioso no es algo opcional en nuestra labor eclesial y en la preocupación universal, más bien es una necesidad vital de la que depende nuestro futuro, el futuro de la humanidad, lo que está en juego es la paz.

En su discurso mostraba que la realidad cultural, social y política actual necesita personas que sean testigos de fe en un mundo plural y hemos de renovar la identidad de nuestras comunidades eclesiales, en este contexto, para ser verdaderos sujetos y protagonistas del diálogo interreligioso. Este diálogo para la comunidad católica ante otros creyentes se sitúa en el compromiso evangelizador que le es propio, se trata de un diálogo para la salvación, en orden a la justicia, la dignidad y la libertad de los seres humanos y del cuidado de toda la creación, como la casa común de todos sin exclusión.

Conocerse, encontrarse, comprometerse

Ayuso recordó que el diálogo solo es posible en la construcción de relaciones auténticas que permiten el conocimiento mutuo y el enriquecimiento de todos con todos. De este modo, dialogar es encontrarse en la vida, defender juntos valores fundamentales, apostar por la justicia, la libertad y la dignidad de lo humano, el camino del encuentro nos hará encontrarnos en la cuestión de la casa común, en lo humano, en la ciudadanía, y desde ahí en la fraternidad universal.

Centrándose en la cuestión de la espiritualidad y de la oración que centraba el encuentro, afirmó que en el trabajo de ese proceso dialogante entra la perspectiva de la trascendencia y de la oración, de la espiritualidad que todos entendemos como fundamental y esencial en nuestros modos religiosos. Todos estamos de acuerdo que la religiosidad se hace verdadera cuando de fondo tiene profunda espiritualidad, se basa en una interioridad fundamentada y en la construcción de un yo centrado y equilibrado. En ese sentido el verdadero proceso de encuentro y camino compartido se refiere a todo el conjunto de relaciones interreligiosas con personas y comunidades de otras religiones, sabiendo que nos enriquecemos mutuamente cuando nos conocemos, reconocemos y nos dejamos interpelar e interrogar en nuestra identidad en el encuentro con las otras. Expresaba con rotundidad que el verdadero diálogo enriquece la propia identidad creyente sin duda.

Del testimonio al diálogo.

El prefecto español recordó los elementos esenciales de la misión en el empeño por el encuentro y el diálogo: presencia, testimonio, anuncio, e imperativo del diálogo como parte de esa misión. Valoró la riqueza de todo este proceso en la Iglesia católica desde que se inició en el concilio el secretariado para los no cristianos hasta la configuración del dicasterio para el diálogo interreligioso, subrayó la actualidad de los documentos que han ido naciendo en este proceso avanzando que deben ser actualizados por lo que ha supuesto el cambio profundo de nuestro mundo, sus sociedades y culturas en estos decenios.

Con sencillez reconocía que en los sesenta años de este caminar se ha avanzado seriamente, pero que es mucho lo que falta. En concreto se refirió a que hemos producido muchas palabras, hemos hablado mucho, pero hoy vemos que la paz está amenazada, el clima social deteriorado, las libertades restringidas, etc. Por eso hemos de dejarnos interpelar fuertemente porque hoy cualquier contribución para la paz y la fraternidad humana debería ser muy bien aceptada y apoyada por todos y eso, por desgracia, no siempre ocurre.

Relación vital

Se mantiene el reto y la clave fundamental de sabernos interpretar desde la relación, reconocernos en el encuentro y esto es necesario para cristianos y para los demás creyentes de otras religiones. Animaba a labores de cercanía: “tiene que haber encuentros reales entre las comunidades religiosas, relación vital”. En esa dirección caminaron el Papa Roncalli, abundó el Papa Pablo VI con su perspectiva del coloquium, desde ‘Nostra aetate’ y la ‘Dignitatis humanae’. Juan Pablo II dio pasos en la organización de señales y símbolos de oración interreligiosa, provocando encuentros amigables y respetuosos.

Valoró el prefecto el encuentro dentro los objetivos claros de misión y línea conciliar, en la construcción de un verdadero diálogo interreligioso. De este modo, confesaba, os abrís al desafío de la fraternidad, de la amistad, del encuentro. Hoy como nunca se nos pide avanzar en la identidad en la valentía de la alteridad. La fidelidad al Dios de Jesús se hace novedad en esta aceptación de las diferencias. Necesitamos avanzar en el respeto, conocimiento y el fomento del estudio de las religiones y la formación con esta perspectiva de diálogo, como se va a ver en las intervenciones de estos días.

El cardenal ofreció los datos de la estructura del dicasterio: en el órgano directivo son treinta cardenales y obispos, el órgano consultivo son treinta especialistas en el estudio de las religiones y el órgano ejecutivo, personal que trabaja en Roma: prefecto, secretario, subsecretario y oficiales, son dieciséis personas. Explicaba que su misión estaba fuera como indica el documento orientativo de la “Predicate Evangelium” que pide a estas estructuras eclesiales que trabajen en comunión con las conferencias episcopales y en conexión con todas las iniciativas de dialogo interreligioso que vayan surgiendo.

El otro no es enemigo

Ellos tratan de estar en conexión hasta con mensajes en las fiestas religiosas de las distintas comunidades religiosas. Se trata de hacer un camino de amistad, respeto, familiaridad. Un camino hacia la verdad que tienen valor en sí mismo, en el deseo de avanzar en un horizonte de comunión y búsqueda sin exclusión. Aclaró que esto no es diálogo desde la ambigüedad, el otro no es enemigo, precisamos creer en las intenciones internas buenas recíprocas con los creyentes de otras confesiones religiosas, para el bien de la familia humana y de toda la casa común. El diálogo es un reto para que todas las religiones, cada una con su equipaje, contribuya para construir la paz, como bien indispensable para todos, sin la paz no podemos vivir y la paz sin las religiones no será posible.

Los seres humanos, religiosos, compartimos muchísimo de valor y de interés. El mundo se ha empequeñecido, las migraciones han aumentado los contactos entre personas y comunidades de pensamiento, cultura y religiones diferentes, esta situación es un desafío para la comprensión y vivencia de la fe al que tenemos que responder.  La colaboración interreligiosa podrá ser apoyo para la defensa de los derechos, porque todos somos miembros de la misma familia humana, por eso hemos de considerarnos con los mismos derechos y deberes en la construcción del mundo. Tenemos raíces comunes de lo humano, no partimos de la nada, partimos de la condición humana y creada, es un buen terreno de encuentro.

Pluralismo social

El pluralismo, no solo religioso, de las sociedades, nos invita a reflexionar sobre la identidad para poder realmente encontrarnos y dialogar, no decimos que todas las religiones son iguales, sino que todas las personas que buscan a Dios y todos los que buscan de verdad, incluso sin religión concreta, tienen la misma dignidad, por aquí entra el oxígeno de la verdadera fraternidad en el mundo.

Miguel Ángel Ayuso, prefecto del Dicasterio para el diálogo interreligioso

Miguel Ángel Ayuso, prefecto del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso

En este sentido destacó el valor del   documento sobre la fraternidad humana con el sentido de libertad, diálogo, colaboración y reconocimiento mutuo. Así ha de ser entre las religiones, que están en camino y pueden encontrarse pasando de la tolerancia a la convivencia, de conocimiento del otro como hermano. Hizo alusión a la pregunta bíblica del génesis: ¿dónde está tu hermano? No somos guardianes, pero sí hermanos de verdad… en libertad, de diálogo, colaboración y reconocimiento verdadero. La paz nos lo requiere. Es la línea clara de ‘Fratelli tutti’ que ya apuntaba en el encuentro de Abu Dabi. El cardenal terminó haciendo alusión al capítulo octavo de dicha exhortación que invita a la caridad en todos los niveles desde lo personal hasta lo estructural y político.

La riqueza de nuestra fe

El patrimonio de nuestra fe, compartido con otras confesiones religiosas, son valores que pueden servir a la humanidad para vivir en un espíritu nuevo o renovado: la paz, la justicia, la dignidad humana, protección del medio ambiente, la colaboración con las sociedades con valores comunes y convicciones profundas del valor de la vida y la persona humana.

Concluyó su intervención con determinación afirmando que todos somos ciudadanos y creyentes. La ciudadanía es base de lo que somos, junto con todos. Hemos de reclamar también la ciudadanía de los creyentes allí donde no se le reconoce. Estamos llamados al intercambio de servicios y encuentros, en la construcción de la ciudad y del estado.  Todos los seres humanos necesitan los medios y posibilidades de desarrollar su fe y su espiritualidad que les hace buenos y compasivos, y les enriquece para la ciudadanía y la coexistencia, frente al descarte. Por eso tienen derecho de poder cultivar su espíritu religioso, como un bien social.

Desde lo fundamental

Los dos consejos últimos paternales y cercanos del cardenal fueron los siguientes: el reto de ir caminando hacia a una sociedad de la fraternidad y educar en ella a todos, especialmente a los niños y jóvenes. Para esto hace falta la benevolencia y la solidaridad, querer el bien del otro y aceptar y acoger la debilidad frente a las ideologías y el descarte. Humanos, ciudadanos y creyentes.  Vencer el miedo que es el peor enemigo del creyente.  Animar y convencer frente al miedo que invade y nos aleja, encerrándonos en nosotros mismos y aumentar los problemas.

Terminó su intervención con un rico diálogo en clave de cercanía y de pastoral actualizada y universal, en el que monseñor Ayuso mostro su sencillez y vivencia real de la tarea que tiene encomendada y que ha marcado y configurado su vida en muchas vertientes de formación, dirección, estudios, docencia, pero sobre todo de vivencia y misión en el encuentro con creyentes de otras confesiones religiosas, desde las claves abiertas del evangelio que convoca e invita siempre para buscar la verdad sin considerarnos poseedores de ella, sabiendo que hay claves que son universales y que nos pueden unir en lo fundamental de lo natural y lo humano.

El prefecto se despidió bendiciendo a los participantes, miembros de delegaciones diocesanas: “Sois muy importantes, la labor en cada iglesia diocesana, los pequeños gestos, las convivencias… esto es lo que da sentido y verdad al diálogo interreligioso y a todo lo que traemos entre manos en el dicasterio.