Tribuna

La conversación sobre la libertad religiosa

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Si algo ha hecho nuestro amado Papa Francisco es atender el tema de lo que conviene que sean las relaciones saludables entre la Iglesia y el Estado en estos tiempos y ha dejado siempre claro que la separación necesaria entre las dos entidades debe dejar el espacio necesario para la expresión de la libertad de conciencia y el respeto a las diversidades y a la convivencia de todos.



Según el propio pontífice: “Un Estado debe ser laico. Los Estados confesionales terminan mal”. Así, que ningún clérigo o cualquier otro líder religioso pretenda “jalonear” para su esquina el ideario de su proyecto personal o institucional pretendiendo “manipular y controlar” conciencias.

Alerta. En tiempo de tanta convulsión no nos dejemos conducir por “políticos-muy religiosos” y viceversa que pretenden conducir la historia de nuestros pueblos sin atesorar el “diálogo ético” para la saludable convivencia social.

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Fundamentalismo religioso o político

Durante años, la Comisión Teológica Internacional estudió el tema con profundidad y en 2019 su informe fue avalado por el Papa. No pretendo aquí hacer un resumen de la enjundiosa evaluación del tema. Me parece, sin embargo, que valdría la pena su estudio para ayudar a entendernos mejor y reducir la estridencia que se siente en debates sobre el particular.

En Puerto Rico, como en tantos otros hermanos países, se está planteando un estatuto sobre libertad religiosa y, al menos hasta ahora, siento que se está usando más para impulsar “discusiones sobre discriminaciones”, exclusiones y rigores que no me parecen necesarios.

La necesidad obvia para el sistema contemporáneo y democrático de que el Estado sea laico y para nada regido por la religión no tiene porqué reprimir la expresión religiosa pública de individuos y comunidades. De la misma manera que el respeto a la libertad de conciencia de los religiosos no tiene que servir para negar el derecho a la diversidad y a participar, desde ahí, a la plenitud de la sociedad.

Luchar por la libertad

La radicalización religiosa, ese fundamentalísimo religioso y político que a veces sirve de expresión a los sectores ultra derechistas y la racionalidad falsificada de sectores que pretenden erradicar la conciencia religiosa de la vida humana, son tendencias que no ayudan mucho al mantenimiento de una estructura del Estado que dé espacio a la cohesión social y, sobre todo, a un ambiente en el que de verdad se sienta que cabemos todos, todos, todos.

Según lo veo, negarle servicios médicos a los que uno considere en pecado y disfrazar esa falta de caridad con el manto de libertad religiosa es violar la dignidad humana. Dios nos puso a todos sobre esta tierra para que vivamos como hermanos, para que nos amemos los unos a los otros.

Lo mismo digo de quienes pretenden que la expresión religiosa pública viola la separación de Iglesia y Estado. Si ese ser humano es católico, musulmán o Yoruba, o cualquier otra religión, tiene derecho a expresarlo y no a ser condenado a esconder su fe.

Además, los religiosos deben tener todos los derechos plenos de los ciudadanos, que incluyen solidarizarse y luchas por las causas de la libertad, paz y la justicia. El Estado no tiene derecho alguno a privilegiar una expresión religiosa para comprar conciencias e imponer creencias. Si vamos a hablar sobre la libertad de conciencia, comencemos por hablar de la libertad.