Tribuna

Está y… se pone en medio

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Cuando el dolor quiebre tu fe, te abrazaré, como un sutil rayo de luz te esperaré.
Con los brazos abiertos de par en par, con el viento a favor empujando más, yo voy, a tu lado voy.
Aunque no puedas verme aquí estaré, con mi voz y mis sueños te seguiré, yo voy, a tu lado voy (Sosa, Patricia – A tu lado voy, 2013).



Anochecer existencial

En lo cotidiano cuando “la luz del sol es ya poniente” (CEA. Liturgia de las horas – T. III, 1981, pág. 738), nos encontramos con ventanas que comienzan a cerrarse, personas que ingresan a sus casas, algunas con temor, mirando para todos lados, lámparas que se encienden para alumbrar en la oscuridad del hogar.

A menudo la vida tiene “atardeceres” existenciales donde todo parece ennegrecerse: situación económica del país, falta de empleo o del sentido de la vida, angustias personales por errores individuales y ajenos, los propios miedos porque a veces la cabeza nos juega malas pasadas, porque los proyectos se han roto, porque vemos situaciones donde la “muerte” parece vencer… incluso porque la vida misma avanza y ya no tenemos la edad, fuerza ni energías de otras veces.

Este II Domingo de Pascua, la fe nos invita a contemplar, en esos atardeceres, que hay personas que lo cambian todo. Algunas de ellas con una simple presencia, con una palmada en el hombro, con una mirada, un mensaje, un abrazo que nos hacen reiniciar y nos dicen: “Aquí estoy, no temas”… y muchas veces, somos nosotros mismos los que decimos esto a los demás y manifestamos nuestra cercanía (incluso aunque estemos transitando un atardecer).

Apertura vital

“Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y llegó Jesús, se puso en medio y les dijo: la Paz esté con ustedes” (Jn. 20, 19)

Es un texto sumamente conocido y meditado en estos tiempos pascuales. En esta oportunidad nos queremos detener en las acciones de Jesús.

Y llegó Jesús”… y lo hace en una situación irregular, no apta, no acorde, ni acomodada, ni preparada. Simplemente llegó a los corazones temerosos y tristes, hermanos que comparten la angustia y el peligro, llega a quienes no son parte de la trama de una historia visible ni participan de las estructuras de poder (político y religioso). Allí donde ellos están, y como se encuentran, él “viene”, llega… es el viniente

Se puso en medio”… No se coloca en la cabecera, ni en la otra punta de una mesa, no se ubica encima ni debajo de nadie, ni tampoco con signos majestuosos o grandilocuentes. Simplemente “en medio” y todos quedamos en torno a él. Pareciera que, para Jesús, no hay lugares que no son dignos de su presencia: él va y se pone en el medio de situaciones concretas y vitales: no preside como jefe, ni rey, ni dignatario. Se pone en medio de la vida, haciéndola un lugar maravilloso para vivirla (incluso si tenemos miedo o tenemos nuestras mentes y corazones cerrados).

“les dijo: la paz esté con ustedes”… Podríamos contemplar en esta acción una característica de la pedagogía de Jesús: Dios responde poniéndose en la situación y acorde a lo que las personas necesitan, se adapta a ellas. Aquí los seguidores de Jesús tenían miedo, y él desea la paz, la plenitud, la tranquilidad… pero no solo es verbal, sino que comunica una palabra que a sus oídos contiene una experiencia consoladora: sjalōm o eirēnē (Biblia de estudio – eirēnē, s.f.)

¡La presencia de Jesús, el Resucitado, está antes que salga el sol y sigue acompañando la vida en los atardeceres! Está al principio del día y está a final de la jornada.

Está… porque es el Viviente.

Apertura testimoniada

“Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor” (Hchs. 4, 33)

Considerando el texto de Juan 20, 19 – 31, la primera lectura y el salmo de este II Domingo de Pascua, podemos contemplar que la propuesta de Jesús y los primeros seguidores es ruptura con ciertas prácticas o tradiciones tanto sean políticas, económicas, sociales y religiosas. Estás ultimas, en aquel tiempo, se puede vislumbrar en el lugar dónde estaban reunidos los seguidores de Jesús: en una casa. No en el templo ni en la sinagoga. Los motivos fueron variados, pero en los primeros siglos hasta la imposición templaria, la casa era el lugar por excelencia. En las persecuciones pasaron a ser las catacumbas.

En las tradiciones culturales, económicas y sociales, el ideal cristiano que narra Lucas fue inspirador en todo momento. Independientemente de la historicidad, lo importante es percibir, en esa descripción, las características generales de las comunidades iniciales. La primera es la no – apropiación posesiva. Las comunidades originales, no se comprendían como dueñas de los bienes y mucho menos, de los del cielo. Pareciera ser que tener una sola alma y un solo corazón, quiere revelarnos que lo que proviene de otros no nos hace dueños de lo recibido. El don de Dios, la Vida que proviene del Viviente, excede y supera toda lógica social y las comunidades que son testigos, no se consideran dueñas de la gracia.

Una segunda característica, que nos llama la atención, es la alteridad. Según este ideal cristiano, los demás son importantes y valiosos por tal motivo, se buscaba que a nadie le falte lo necesario para vivir y convivir. Pero a la vez, no solo es un “poner objetos en común” sino que ello es consecuencia de la dilatación y apertura del corazón hacia el otro. La fe cristiana considera que las demás personas son hermanas no son enemigas, ni pérfidas, sino simple y profundamente hermanos.

Testimonio Vital

La casa es un concepto polisémico, que designa tanto un lugar o espacio como un grupo humano que con él se identifica” (Aguirre, Rafael, 2018, pág. 84)

Un primer testimonio es, como afirmamos recientemente, el lugar dónde se reunía la comunidad. No parece ser solo un edificio, sino que es un ambiente de relaciones existenciales que brindaban identidad. Y es ahí donde, El Viviente, se pone en medio y se revela.

El segundo testimonio es que los seguidores de Jesús, hacen evidente y pronuncian las obras del Resucitado. En propuestas pastorales de la generación cristal y de vidrio, si no se habla de uno mismo pareciera que no tiene sentido hablar. Los apóstoles y discípulos certificaban que “él está vivo”.

El tercer testimonio que nos hace eco, es que Jesús se revela poniéndose en medio, hablando de paz, mostrando sus manos y costado a los discípulos (Jn. 20, 20) y luego con Tomás repite las acciones (Jn. 20, 25 – 28). Ellos se llenaron de alegría creyente. Pareciera que alegría y fe, en el seguimiento de Jesús, son un binomio inseparable.

Testimonio carismático

“No solo en el agua, sino en el agua y en la sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad” (1ª Jn. 5, 6 – 8)

En este II Domingo del Camino Pascual hay una persona que aparece nombrada y por la densidad del acto salvífico pasa como desapercibida. O quizás, porque hemos estructurado tanto nuestra percepción del Misterio Pascual que separamos tanto todo, que no ponemos el acento en detalles de los textos. O quizás, porque en tiempo de entretenimiento digital, los textos largos o muchos textos no son escuchados…

La persona que aparece nombrada es el Espíritu. Es presentado como donado por el Viviente, como si para Juan y su comunidad, Pentecostés, sucedería en el mismo momento de la Resurrección (Evangelio) y en la Carta es presentado como el certificante de la Vida Nueva de Jesús.

Es tan profundo el Misterio revelado que la fe cristiana nos invita a otear la integridad del mismo y cómo el testimonio es presentado como una acción del Espíritu en quienes creemos en Jesús.

Oración: centrada en la Trinidad y la humanidad

Toda nuestra actividad pastoral pone a Jesús, el Viviente, como origen, centro y fin. Su misterio Pascual es el acontecimiento central, medular y transversal de toda nuestra vida de fe como humanos y creyentes. Y no es sólo la “ceremonia” anual que se rige por el primer domingo posterior al plenilunio del equinoccio de marzo. Es una conversión pastoral y personal. Es decir, una “metanoia”, interior – profunda y no una mera modificación externa de tiempos, lugares y “temas”, para seguir haciendo lo mismo. Esto último es secundario.

Lo primero es una renovación de los objetivos pastorales de nuestra acción pastoral, porque nuestro método y acciones se realizan por lo que queremos lograr. Por tal motivo, pensamos, junto con el Concilio Vaticano II, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I y Francisco, que es menester redefinir el objetivo de la Iglesia en el mundo y luego toda acción pastoral.

Esta oración necesita re – conocer, sin quejas ni añoranzas, que estamos en un mundo distinto. Tertuliano nos decía en los orígenes de la vida comunitaria de nuestra fe: “El cristiano no nace, se hace”. En la Iglesia Imperial y Medieval, el cristiano nacía como tal y era imposible no serlo. Hoy la realidad de Cristiandad, gracias a Dios y al mundo, ha caído y es imposible aplicarla.

Desde el Resucitado, la oración se centra en la acción de Dios y en hacer un giro copernicano en nuestra Iglesia: “Hay que asociarse con los hombres y situarse a su lado: su vida, ellos mismos son la historia de Dios en medio de nosotros” (Schillebeeckx, Edward, 1994, pág. 14). Durante la Semana Santa y en las oraciones de fieles de otros territorios, las oraciones suelen comenzar por la misma iglesia, sus autoridades, etc. Quizás, el Viviente, nos ayude a elevar nuestra estima y orar centrados en la revelación de Dios y las situaciones de los seres humanos, para luego presentar nuestras situaciones eclesiásticas.

Plegaria

Trinidad Santa, que estás en medio de la Vida
y te transformas en el centro de nuestra fe.
Queremos darte gracias porque eterna es su misericordia y con los brazos abiertos estás.
Así lo dijeron nuestros hermanos del pasado: eterna es su misericordia.
Así lo queremos testimoniar para el futuro: eterna es su misericordia.
Por la acción de Jesús, el Viviente, este es el día que hizo el Señor: es nuestra alegría y nuestro gozo.
Por eso con la comunidad cristiana queremos prorrumpir en esta exclamación:
“¡Gloria al Señor encontrado, gloria al Dios de la Alegría, gloria al Amor más amado, gloria y paz, y Pascua y dicha! ¡Aleluya!” (CEA – Liturgia de la Horas – T. II, 1981, pág. 522)
Te pedimos que, al encontrarte en medio de la vida, al verte en las heridas y llagas de nuestros hermanos, continuemos brindando tu paz y acompañando la vida que llega a nuestras comunidades.
Feliz Pascua de la Vida Nueva… y que ella nos impulse a seguir siendo felices y con caras de redimidos.

Bibliografía

Aguirre, Rafael. (2018). ‘Del movimiento de Jesús a la Iglesia cristiana’. Navarra: EDV.
Biblia de estudio – eirēnē. (s.f.).
CEA – Liturgia de la Horas – T. II. (1981). ‘Liturgia de las horas’. Barcelona: Regina.
CEA. Liturgia de las horas – T. III. (1981). ‘Liturgia de las Horas’. Buenos Aires: Paulinas.
Schillebeeckx, Edward – ‘Los hombres relato de Dios’. (1994). Los hombres relato de Dios. Salamanca: Sígueme.
Sosa, Patricia – ‘A tu lado voy’. (2013).