Pliego
Portadilla del Pliego, nº 3.396
Nº 3.396

La esperanza en santo Tomás de Aquino

Mucho se ha hablado de la persona de Francisco de Asís al recordar cómo aquel joven burgués lo dejó todo para seguir a Cristo pobre. Estaría bien recordar también que Tomás de Aquino era apenas un adolescente cuando, de igual modo, renunció a los privilegios que correspondían a su linaje familiar noble y poderoso para unirse a una apenas recién fundada orden mendicante, para recorrer con ella los caminos de Europa –sus nuevas universidades, sus bulliciosos mercados y plazas–, en busca de la verdad, la dijera quien la dijera, y para atreverse a incorporar filosofías hasta el momento señaladas de sospechosas, como era el caso del aristotelismo. Y todo por amor a la verdad, a la Iglesia y la condición pensante del ser humano.



Tomás de Aquino no reflexionó sobre la esperanza sino desde dentro de ella, es decir, convirtiendo su propia biografía en una manifestación misma de esperanza en tiempos de zozobra intelectual. Siendo apenas un adolescente al que el futuro le abría una brillante y acomodada carrera social y eclesiástica, Tomás se despojó de toda seguridad para buscar respuestas a cuestiones que pocos se atrevían a preguntarse. No dudó en poner en riesgo su reputación con tal de dar a la fe nuevas alas para volar más lejos. Tanto es así, que hoy no hay cuestión teológica que pase por alto la forma en que Tomás la planteó para, al igual que él, tratar de ir más lejos en el horizonte comprensivo de una razón cada vez más exigente y precisada de nuevas imágenes y analogías.

Necesidad de primer orden

La virtud de la esperanza y cuanto a la esperanza se refiere se ha convertido en una necesidad de primer orden ya no solo para el mundo contemporáneo, acuciado por nuevas guerras y desórdenes humanitarios, sino, de forma más concreta y desoladora, para la región en la que vivo, la Comunidad Valenciana, tras las devastadoras consecuencias de la riada ocurrida el pasado –y, sin embargo, omnipresente– 29 de octubre de 2024.

Santo Tomás de Aquino

Esta necesidad de esperanza viene siendo un clamor desde hace tiempo. No son pocos los que, desde la sociología, la filosofía o la teología han señalado el déficit de esperanza del mundo ‘transmoderno’. Posiblemente se trate de una carencia estructural heredada de la posmodernidad desde su génesis. Como sabemos, si algo unifica a esta compleja amalgama de propuestas y contradicciones que se da en llamar posmodernidad, quizá sea su origen: una reacción más o menos consciente frente a las fallidas expectativas de la modernidad y el descomunal saldo de violencia y muerte que esta, llevada a la práctica política en proyectos de signo tan distinto como el comunismo o los diferentes fascismos, arrojó sobre el mapa de Europa y del mundo.

Hoy esta necesidad de esperanza se hace patente igualmente ante los cambios climáticos o ante la capacidad, ya cierta y factible, de acabar con el propio planeta, bien mediante una guerra nuclear, bien debido al abuso de la tierra del que el mismo papa Francisco viene advirtiendo.

Ideas válidas para hoy

Vamos, por tanto, a buscar en el pensamiento de Tomás de Aquino algunas ideas que nos ayuden a fortalecer la esperanza no desde una especie de arqueología medieval, sino desde lo que en su pensamiento resulta válido para los hombres y mujeres de cualquier época.

¿Y por qué acudir a santo Tomás de Aquino, a alguien que nació hace 800 años? Señalaba Heidegger que uno de los elementos perdurables del conocimiento consiste en que, algunas veces, echar el paso hacia atrás es lo primero que nos permite avanzar hacia adelante. Pues eso: cuando un maestro, un poeta o un artista ha logrado abrir una ventana al horizonte de la verdad, esa ventana resulta ya intemporal para nosotros. Su valor reside en la verdad que muestra y no en el siglo en que fue abierta. Porque la verdad no tiene edades ni conoce de modas.

Craneo Santo Tomas Aquino

Cráneo de santo Tomás de Aquino

Una reflexión profundamente humana sigue siendo patrimonio de la humanidad porque una y la misma es la condición humana en el siglo XIII y en el siglo XXI. Tomás de Aquino nos ayuda a avanzar hacia el futuro porque no reflexiona desde la intención de agradar o ser aplaudido por sus contemporáneos, sino de servir a esa intemporal y hermosa realidad que llamamos condición humana, la cual –hace 800 años, hoy y dentro de otros 800 años– seguirá sintiendo la tentación de la desesperación ante las mismas cosas: la muerte, la enfermedad, la violencia o las imprevisibles desgracias naturales.

Tres aproximaciones

No resulta fácil elegir una estructuración del tratamiento de la esperanza en santo Tomas. Por ello, vamos a realizar tres aproximaciones concéntricas en torno a la esperanza en este teólogo dominico. Primero hablaremos de la esperanza como una pasión –o movimiento– incluso animal. Segundo, de la esperanza propiamente humana. Tercero, de la esperanza como virtud teologal, es decir, de la esperanza cuando deposita totalmente y sin resquicio toda su expectativa en Dios. (…)

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Índice del Pliego

I. ¿POR QUÉ HABLAR DE LA ESPERANZA?

II. LA ESPERANZA SEGÚN SANTO TOMÁS

  1. La esperanza como pasión sensible
  2. La esperanza humana
  3. La esperanza como virtud teologal
  4. Características de la esperanza humana y teologal

III. APORTACIONES DE LA ESPERANZA PARA EL MUNDO CONTEMPORÁNEO

  1. La gracia sobrenatural de la esperanza no anula la capacidad humana de esperar, sino que la perfecciona
  2. Un horizonte teleológico
  3. Eudemonista y personal
  4. Lo arduo: todo lo importante es difícil, y todo es importante
  5. Lo posible: entre la desesperación y la violencia
  6. La voluntad, entre el intelectualismo y el sentimentalismo
  7. Entre la presunción y la angustia
  8. La promesa del otro
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