Editorial

Moción de confianza

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La Conferencia Episcopal estrena secretario general: Luis Argüello. El obispo auxiliar de Valladolid logró un respaldo holgado de 45 votos en primera ronda y con un aval determinante, el de su arzobispo y presidente del Episcopado, el cardenal Ricardo Blázquez, que abanderó su candidatura.



Podría resultar una obviedad decir que los obispos han apostado por la continuidad y una sintonía tan probada como necesaria entre Secretaría y Presidencia. Sin embargo, no parece tan evidente, si se analizan los 29 votos del segundo aspirante, Jorge Juan Fernández Sangrador: un respaldo en bloque de un tercio de las papeletas al vicario general de Oviedo, al que planteaban como alternativa a la gestión del secretario saliente, Gil Tamayo, y, por ende, de Blázquez.

En no pocas ocasiones se ha ponderado la prudencia del cardenal de Valladolid como factor cohesionador para un Episcopado con diferencias notables en su concepto de Iglesia y presencia pública. Pero tampoco ha faltado quien ha cuestionado este liderazgo ponderado, tachado de falta de determinación.

Al postular a la persona de su máxima confianza como secretario general, Blázquez lanzaba un órdago que reivindica su autoridad discreta y, a la vista del escrutinio, también efectiva. Una moción de confianza arriesgada, de la que ha salido reforzado y que visibiliza un respaldo mayoritario a la línea reformadora de Francisco, a la vez que podría hacer patente en las urnas una resistencia minoritaria pero significativa. Por eso, corresponde ahora a aquellos pastores promocionados durante el pontificado ponerse a trabajar para que la impronta bergogliana tenga continuidad en 2020, fecha del relevo presidencial.

Hasta entonces, Argüello se enfrenta no solo a un engranaje eclesial complejo, sino a una encrucijada social y política. Sin embargo, este “tapado” para la opinión pública, la Iglesia e incluso parte del Episcopado desembarca con un bagaje y unas cualidades nadas desdeñables. Su dominio del Derecho Administrativo y su experiencia política hacen de él un puente propicio para reconducir los envites del Gobierno actual sin intérpretes. Su compromiso social, como impulsor de Justicia y Paz, le hacen sintonizar con la Doctrina Social tan ponderada en este pontificado. De igual manera, los dotes como comunicador alejado de un lenguaje clerical que prima el diálogo sobre la confrontación, harán lo propio ante los frentes que surjan en la opinión pública.

En su primera comparecencia pública, Argüello dijo haber escogido como equipaje la sinodalidad y la apuesta por una Iglesia en salida, ejes esenciales para no perder el norte en un viaje que se prevé cargado de turbulencias externas e internas.

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