Editorial

Apostar por el Dios creador

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A lo largo de la historia, el arte se ha erigido en cauce e instrumento para la evangelización: de la escultura a la pintura, pasando por la arquitectura de los templos, que, a través de sus muros, de sus vidrieras y de sus naves, han ido esbozando la búsqueda del Misterio desde la belleza que se ha encarnado en cada tiempo y lugar con formas y propuestas diferentes.



Desde este mismo convencimiento, un grupo de artistas promueve la Fundación Vía del Arte, una iniciativa de nuevo cuño que tiene entre sus acciones el Observatorio de lo Invisible, una experiencia inmersiva de verano que busca servirse de la música, de los telares o de la fotografía, entre otras muchas disciplinas, para despertar el sentido de la contemplación, para acercarse a apreciar las obras, pero, sobre todo, a quien las modela.

Con este desafío, se compromete a acompañar a los artistas, un colectivo en la actualidad más que propicio para convertirse en profetas de la trascendencia en medio de esta sociedad vertiginosa y pragmática. Ellas y ellos son centinelas de la contemplación, que buscan dar respuesta a los interrogantes vitales a través de un pincel, de un acorde o de un telar.

En el contexto actual de creciente secularización, cabe preguntarse si esta iniciativa se trata de un hecho aislado, si la Iglesia ha perdido el tren del anuncio de la Buena Noticia a través de las artes plásticas o está volcando sus esfuerzos y recursos en otras áreas igualmente necesarias. Por ejemplo, concentrándose en la conservación de un patrimonio ingente, pero con el correspondiente riesgo de convertir este legado en museos ávidos de turistas que, en la mayoría de los casos, no cuentan con conocimientos para interpretar y acoger el mensaje que se lanza desde un retablo o una custodia.

Las artes como aliadas

Sin descuidar esta tarea, para conectar con la mujer y el hombre de hoy, la Iglesia está llamada a apostar –con los recursos que tenga a su alcance– y sumergirse en las ‘periferias’ de la creación con un lenguaje contemporáneo renovado. Estar “en salida” implica, como se ha propuesto el equipo organizador de la Peregrinación Europea de Jóvenes (PEJ), sintonizar con el Spotify que escucha, baila y hace vibrar a esa generación Z, con un ambicioso programa musical, con las artes como aliadas.

Esta inculturación, que siempre ha llevado a cabo con calidez, exige también calidad, o lo que es lo mismo, con recursos que no huelan a amateurismo. Si se invierte en canonistas, catequetas y liturgistas de primera, la Iglesia no puede permitirse pasar de refilón ante unos profesionales, los artistas, que están llamados a ser ese primer impacto emocional para abrir el corazón a un Dios que es, ante todo, creador.

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