La elección de un nuevo papa siempre despierta interrogantes sobre su personalidad, sus opiniones, sus posturas ante cuestiones sensibles y, sobre todo, sobre su capacidad de leer los acontecimientos del momento.
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En el caso Venezuela, difícilmente podría haber un cardenal que desconociera la situación, más aún con el penoso episodio de estos días en la que se le impidió el libre tránsito al cardenal Baltazar Porras, para celebrar en Trujillo la misa de acción de gracias por el nuevo santo, José Gregorio Hernández.
Ante la elección de Robert Prevost, las preguntas son: ¿qué sabe de Venezuela?, ¿qué posición tendrá frente a la crisis?, ¿de qué lado estará?
Sin elucubrar, sino desde un hecho comprobable, hay un dato relevante que se encuentra en la biografía oficial publicada recientemente: ‘León XIV, ciudadano del mundo, misionero del siglo XXI’.
En la biografía y su relación con Venezuela
Venezuela está presente, por primera vez, en la biografía oficial de un papa, y no podría ser de otra manera sino en la herida abierta de la migración y la movilidad de tantos venezolanos separados de sus casas y sus familias.
El texto —que, insisto, el Vaticano ha querido presentar como oficial— muestra la sensibilidad de Prevost ante la migración, reflejada en la experiencia lacerante del movimiento migratorio más grande de América Latina en los últimos años: Venezuela.
Importante porque hasta la cronología de los hechos permite emplazar la migración venezolana en un momento concreto, aunque la propaganda ideológica diga lo contrario.
En el libro hay varios comentarios que valen la pena destacar:
“Monseñor Prevost (…) también entró en acción cuando la crisis migratoria golpeó al país alrededor de 2018, con la llegada masiva de venezolanos a Perú. El número de migrantes de Venezuela en Perú se disparó en solo un año, pasando de aproximadamente ciento diez mil a finales de 2017 a más de quinientos treinta mil en 2018. Esto significó un aumento de cuatrocientos veinte mil venezolanos durante ese año”, se describe en el libro.
El entonces obispo de Chiclayo comprendió la gravedad y estuvo en primera línea de ayuda:
“Cuando los migrantes venezolanos comenzaron a llegar en masa en 2018, dormían fuera de las parroquias, en parques, en las calles. Monseñor Prevost hizo entrar en acción a la institución de inmediato, para encontrar soluciones, y así fue como Cáritas proporcionó ayuda a unas quince mil personas: ayudando a pagar más de tres mil trámites de regularización migratoria (…) «Se pagaban [también] los alquileres de las personas (…) Se les pagaba por tres meses para que ese dinero pudiera servir para sus alimentos o generar algún emprendimiento. Se dotaron de herramientas además para que ellos crearan su propio negocio»”.
Conoce la realidad de cada dictadura del continente
Ofreció ayuda, consuelo, dinero, trabajo, cobijo, ¿cuántas historias no conocerá?, ¿cuántas vidas marcadas por ese gesto magnánimo de acogida? Solo quienes han experimentado el exilio y el destierro saben el peso de cada una de las acciones que se señalan en la biografía de Rober Prevost.
Sin embargo, no solo fue en su época de obispo. El libro cuenta el testimonio de Rodrigo Guerra López, mexicano y secretario de la Pontificia Comisión para América Latina, de la que Prevost formaba parte antes de ser prefecto del Dicasterio para los Obispos:
“Prevost estuvo más involucrado en los estudios que hicieron sobre Nicaragua y Venezuela. Estos estudios son importantes, para que la Iglesia comprenda mejor cómo actuar en situaciones complejas en algunos de estos países”, sostuvo Guerra López.
Por eso, que sea la historia la que cuente el bien silencioso sembrado por Prevost, y más aún el bien que seguro busca por una solución al conflicto, desde la imperiosa necesidad de justicia y en defensa de la dignidad humana, historia que también tiene que ser contada en el pontificado del papa León XIV.
Por Rixio G Portillo R. Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey
