Tejiendo redes con el Pueblo de Dios


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La vasta experiencia de la Iglesia discípula misionera y sinodal en el territorio amazónico, a pesar de sus muchas limitaciones y grandes yerros, ha sido determinante en diversos aspectos para la vida de quienes ahí habitan y para el tejido de su pasado, presente y futuro.



Son innumerables los testimonios de fe, entrega y profunda vivencia espiritual de hombres y mujeres, que desde la inculturación e interculturalidad en y con el pueblo de Dios han marcado, y marcan, la diferencia en la vida de tantas comunidades indígenas, mestizas y ribereñas en la Amazonía.

Ellos y ellas son fuente de esperanza, en medio del clamor de la realidad producto de un modelo extractivista, dominador y avasallador instalado en los territorios. Su actitud profética, en sintonía con el Evangelio, representa un signo de vida plena desde un Jesús que camina entre nosotros. Hoy, el desafío es tan complejo y tan urgente, las innumerables amenazas contra la vida y el ecosistema amazónico, que resulta imprescindible asumir una perspectiva pastoral territorial desde el trabajo sostenido en redes, en la articulación y en la colaboración entre distintos.

Si no creamos nuevos caminos articulados, no tendremos mucho más qué hacer ante la muerte sistemática que pesa sobre estos territorios y sus comunidades.  Permanecer en silencio, o respondiendo simplemente por vías desterritorializadas y superficiales, será un acto de complicidad con los tantos que despojan y arrancan la vida a la Amazonía, poniendo en riesgo el futuro mismo del planeta por la interconexión de este bioma y sus pueblos con el equilibrio global.

En ese contexto, luego de algunas décadas de múltiples intentos, experiencias, y de encuentros territoriales de intercambio de experiencias eclesiales sobre la Amazonía, se ha detonado un proceso pastoral más orgánico, territorial y articulador de experiencias diversas en este espacio socio-cultural. Este proceso naciente busca tejer paulatinamente, con limitaciones y desafíos, una auténtica pastoral de conjunto.

REPAM, impulsar la acción eclesial en red

Precisamente la Red Eclesial Panamazónica (REPAM) ha nacido en abril de 2013 en la periferia amazónica de Puyo, Ecuador, para ser luego formalizada en septiembre de 2014 en Brasilia, con la misión de potenciar la acción que realiza la Iglesia católica en el territorio amazónico, actualizando y concretando opciones apostólicas conjuntas e integrales en el marco de la doctrina y las orientaciones de la Iglesia, y sobre todo con la convicción de colaborar en la construcción del Reino en este territorio, a imagen y semejanza de la rica diversidad cultural de este espacio de vida tan amenazado.

Los sujetos prioritarios de la misión de la REPAM son las comunidades y pueblos indígenas de la Amazonía con su riqueza y diversidad cultural, y los grupos más vulnerables que habitan en este territorio.  El Papa Francisco, en el nacimiento de la REPAM, nos interpelaba con su mensaje para considerar que: “no podemos vivir solos, encerrados en nosotros mismos: tenemos que amar y ser amados, necesitamos ternura. Solamente de esta manera, el testimonio cristiano puede, gracias a la red, alcanzar las periferias existenciales humanas, permitiendo que el fermento cristiano fecunde y haga progresar a las culturas vivas de la Amazonía”.

En este esfuerzo, en permanente re configuración, han participado una multiplicidad de experiencias eclesiales territoriales ya existentes junto con el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), la Comisión para la Amazonía de la Conferencia Episcopal de Brasil –CNBB, el Secretariado Latinoamericano y del Caribe de Cáritas, y la Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Religiosas/os– CLAR, además de múltiples núcleos eclesiales, agentes de pastoral y equipos itinerantes, congregaciones, instituciones especializadas, organizaciones de los pueblos originarios, redes internacionales de Iglesia y el cercano apoyo de diversas instancias del Vaticano. Una verdadera expresión de Sinodalidad en la Iglesia.

Todas ellas, en conjunto, en un escenario altamente improbable por su complejidad, aunque impostergable por la situación insostenible por las amenazas enormes sobre la Amazonía y sus pueblos, las cuales en conjunto han puesto en marcha una experiencia inédita de articulación pastoral en un territorio específico.

Algunos rasgos esenciales de la REPAM

Parafraseando algunos de los documentos de la REPAM, ella tiene como vocación el ser una plataforma que permita a los diversos sujetos del territorio caminar juntos con sus propias experiencias y en unidad, sin pretender uniformidad.  Ser servidora que promueve y fomenta respuestas concretas y acercamientos a las periferias para la promoción integral de quienes ahí habitan, sobre todo los pobladores originales. Asumir una vocación de escucha de las personas en el territorio y conocer sus sueños, clamores y horizontes, saliendo de la auto-referencialidad como Iglesia, para tejer juntos nuevos caminos.

Por ende, es una red que existe para promover una perspectiva misionera que quiere asumir un papel de anuncio y denuncia ante los signos de muerte que pesan sobre estos territorios y sus pueblos, recibiendo y sosteniendo el testimonio de mujeres y hombres mártires y profetas. La comprensión de esta misión pasa por definir tres cuestiones fundamentales:

Ser red. Se sustenta en una dinámica sinodal y colegial, en la escucha activa, en el dejarnos transformar por la realidad y optar por una unidad en la diversidad. Romper esquemas preexistentes y fronteras (geográficas y existenciales), inspirando a un sentido de servicio que construye puentes y conecta experiencias, incluso improbables, para responder para un bien mayor. Un proceso en permanente reconstitución y con una estructura flexible y ligera que asume una misión común para la defensa de la vida.

Ser eclesial. La Sinodalidad en red como modo de ser iglesia, es decir, desde el diálogo, la escucha activa, el discernimiento, y en un ritmo compartido por todos los miembros y con el propio territorio. Vivir un Cristocentrismo como sentido de la identidad de la red, reconociendo la encarnación de Jesús en medio de la diversidad cultural, pero sin imposiciones. Con una misión de crear conciencia regional y global sobre esta realidad particular, sus amenazas y aportes a la vida del planeta, impregnando a toda la iglesia del llamado a compartir con todas las culturas, y a dejarnos moldear por ellas en un compromiso vivo por el cuidado de la casa común y la Ecología Integral.

Ser Panamazónica. Propiciar una comunión territorial que se compone de una realidad amplia y diversa. Asumir una perspectiva integral entre los diversos niveles de la realidad y de nuestra presencia en este bioma en lo local, nacional, regional e internacional. Los territorios representan rostros concretos a los cuales servimos, y la red quiere hacerlos parte de todos sus espacios. Buscar que los actores en el territorio sean sujetos de su propia historia desde sus propias identidad, cosmovisiones y causas-cauces de vida.

Tejer redes con y en el pueblo de Dios

En tanto, tejer redes con el pueblo de Dios, como opción por Cristo y los excluidos, nos desafía a cuatro conversiones, planteadas en los sueños del Papa en Querida Amazonía: eclesial, social, cultural y ecológico, los cuales han tenido de fondo un amplio proceso de escucha en la Amazonía. Subrayo lo planteado en el Sínodo de 2019: “La voz del pueblo creyente que ha ido tejiendo redes”. Bajo esa consigna convergemos para dar respuestas concertadas a las demandas de los pueblos amazónicos con resonancia en todo el mundo.

En el marco de la III Reunión para la renovación y reestructuración de CELAM, en febrero de 2020, poco antes de entrar en los ciclos de cuarentena por el Covid-19, he presentado una reflexión en torno a este trabajo en red como modo de respuesta pastoral a los procesos prioritarios en América Latina y el Caribe. Hay un principio irrenunciable para articular en redes en el que es imprescindible reconocer que el misterio de la vida y la presencia concreta de Dios se experimenta, no solo desde mi realidad y experiencia, sino a través de los ojos del otro. Es decir, con la apertura que implica vivir el sentido más profundo del ser comunidad en el reconocimiento de la alteridad.

Por ello, esa importancia de reconocer la otredad, el valor de quien está a mi lado y ha tenido una experiencia de vida totalmente distinta a la mía nos interpela para asumir una opción preferencial por el Cristo presente en los descartados y en los que habitan el territorio. Al respecto, debemos estar en condiciones de identificar el clamor concreto de la realidad para develar sus causas estructurales y no quedarnos en el diagnóstico. Todo pasa por una profunda interpelación que nos permita tener la capacidad de salir de nosotros mismos y responder a lo que Dios nos llama a realizar.

Frente a las realidades de los países de América Latina y el Caribe, el trabajo en red se debe convertir en una propuesta organizada y sistemática, para lo cual es preciso una serie de pasos:

  1. Debemos partir de una mirada diferenciada de las estructuras actuales. No se debe sustituir instancias existentes, sino potenciar lo que ya existe.
  2. Una red tiene una estructura ligera, mínima pero bien estructurada con núcleos claros de dirección, toma de decisiones y espacios de diálogo.
  3. Es preciso que tenga instancias específicas de gestión, organización y operación para asegurar su funcionamiento.
  4. Su estructura y capacidad de respuesta debe ser local, nacional, territorial e internacional.

Cuando seguimos a Dios desde lo profundo, entendemos que el amor se debe poner más en obras que en palabras (parafraseando a San Ignacio) y que cada discernimiento me permite buscar y hallar la voluntad de Dios, de tal suerte que el trabajo en red no es solo una causa humana, sino que se halla plenamente guiada por Dios. Es un hacerlo todo de nuestra parte, esperándolo todo de Él.


Por Por Mauricio López Oropeza. Director del Centro Pastoral de Acción Social y Redes del CELAM