Tambores lejanos


Compartir

Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días… Así pedimos en el rito de comunión todos los días. Cada vez que digo “concédenos la paz”, me paro unos segundos. No me da tiempo a visualizar todas las guerras y todas las masacres que se están dando en directo. Son como una bomba de racimo que se expande, junto al terrorismo, por cincuenta países de aquel idílico planeta azul. Es la tercera guerra mundial fragmentada, que nos decía el papa Francisco.



No voy a cambiar de tema. Los seminolas son un pueblo indígena de Norteamérica originario de Florida. Luchadores y guerreros en la defensa de su territorio y de su cultura ancestral. Son conocidos por su larga resistencia contra las fuerzas estadounidenses durante las Guerras seminolas.

La nación –no solo era una tribu, llamada así para desmerecerla– fue desgajada en dos grupos: a uno se le forzó al exilio desterrados en Oklahoma. El otro grupo, más pequeño, permaneció en Florida, escondido en las zonas pantanosas. El conocimiento del terreno fue aprovechado para la guerra de guerrillas.

Tres guerras

Las tres guerras, también llamadas de Florida, se desarrollaron entre 1817-1818, 1835-1842 y 1855-1858, consecutivamente. Aún hoy son la única nación nativa de América que nunca ha firmado un tratado de paz con Estados Unidos. Las protestas por el expolio de sus tierras nunca cesaron, aunque hasta 1990 no les indemnizaron por sus tierras, con solo 46 millones de dólares. Migajas para un pueblo destrozado.

Fotograma de la película 'Tambores lejanos' (1951)

Fotograma de la película ‘Tambores lejanos’ (1951)

En la película ‘Tambores lejanos’ (1951), de Raoul Walsh, que narra la segunda guerra de seminolas en 1840, estás en vilo escuchando de fondo los tambores nativos anunciando una amenaza inminente. Y, aunque a veces se escuchan muy lejos, el espectador presiente que esto no se acabará nunca. Además, la música de Steiner ha añadido los golpes de tambores para que estés alerta. Al final, siempre ganan los poderosos, los que no tienen la razón. La historia se repite.

Luchemos por la paz

A golpe de tambor, pidamos la paz, trabajemos por la paz, luchemos por la paz. Comencemos recreándola en nuestros corazones, en nuestras vidas, entre nuestros vecinos y conocidos, entre los que son distintos o piensan distinto a nosotros. Creemos puentes de unión y urdimbres de diálogo, donde desaparezca la visceralidad, brote la justicia y busquemos el bien de todos, de los de dentro y también de los de fuera.

Rezo, con la insistencia de un tambor, el salmo 32: “No vence el rey por su gran ejército, ni escapa el soldado por su mucha fuerza, nada valen sus caballos para la victoria, ni por su gran ejército se salva”. “Podéis ir en paz”, es el envío de la Eucaristía.

¡Ánimo y adelante!