Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

SOS de la Madre Tierra por una ecología integral


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En la actualidad ha reaparecido con fuerza el término ecología; muchos lo utilizan para bien, otros tratan de usufructuar de ello; hay algunos que creen que todo es un engaño de intereses ocultos y no son pocos quienes creen que el mundo está a punto de desaparecer. Es por eso por lo que, antes de abordar este tema y ver la estrecha relación que tiene con el amar y servir, es muy relevante el tomar conciencia de la posición que tenemos respecto de la ecología.



Ubiquémonos en el “Ecolómetro”… A partir de los siguientes marcos, revisemos en qué situación quizás podemos vernos representados a nosotros mismos:

  • Los ignorantes: en primer lugar, podríamos agrupar a todos aquellos que no saben bien lo que está pasando; la multitud de noticias que les llegan les confunden y les agobian. Este tipo de personas consideran que el tema no tiene relación con sus reales atribuciones y que lo deben arreglar los gobiernos, los grupos económicos o “alguien más” ajeno a ellos, sin interferir concretamente en sus vidas ni en sus decisiones cotidianas con respecto al consumo, el uso de las energías, la basura, etc. Este grupo está esperando instrucciones a seguir y suelen decir comentarios tales como: “No sé a quién creerle”; “es un tema clave, pero deben resolverlo los organismos internacionales”; “cualquier cosa que yo haga no va a influir en nada”.
  • Los negacionistas: también están los escépticos, aquellos que creen que todas las informaciones de atención y alerta son exageraciones o bien intereses ocultos de grupos ecologistas, empresarios, millonarios altruistas o grupos específicos. Creen que las cosas siempre han sido como ahora y que solo contamos con más información y de ahí la importancia que otros le dan al tema. Es más, suelen mirar con desprecio y superioridad a quienes cuidan de algún modo sus hábitos cotidianos. Este tipo de personas suelen hacer comentarios como: “Todo lo del calentamiento global es un negocio”; “esto ha pasado siempre y el hombre sigue en la Tierra”; “los ecologistas son unos locos fanáticos y panteístas”.
  • Los fatalistas: no falta el otro extremo de personas, aquellas que creen que estamos al borde del colapso total y que incluso nos están ocultando información para no alertar a la población mundial. Podrían denominarse este grupo los catastrofistas. Comentarios de estas personas son, por ejemplo: “Mis hijos no van a poder sobrevivir en este planeta”; “el mundo va a desaparecer el 2100”; “ya no hay vuelta atrás; esto es un camino sin retorno”.
  • Los antropocentristas radicales: dentro de las principales posturas están aquellos que, si bien valoran el tema, creen que el porvenir del ser humano es mucho más importante que el de los animales, las plantas o la creación en general, cayendo en un antropocentrismo radical. Sus comentarios suelen ser, por ejemplo: “Para qué ir a salvar ballenas si es que hay niños en las calles que mueren de frío”; “seguro que es importante el Amazonas, pero hay temas mucho más graves en nuestra sociedad”. “qué importa que se extinga el oso polar, cuando la gente se muere de hambre”.

Un converso ecológico

Alguna de estas posturas puede representarte o bien identificarte con una sumatoria de ellas, o bien, ya tienes una buena comprensión del tema y has asumido compromisos vitales de los cuales te sientes orgulloso/a. De ser este tu caso, probablemente eres un converso ecológico. La idea que va de fondo en esto tiene que ver con una postura de vida y si quieres ser sujeto/ persona o masa. Suena fuerte, pero, cada vez que creemos que el cambio solo lo puede gestionar alguien más, estamos subestimando nuestro poder personal y el efecto que este puede tener en los demás y en la naturaleza.

Si quieres cambiar el mundo, debes partir cambiando tú. La creación en sí misma no puede ser mirada solo como la mira el paradigma actual, donde finalmente es materia prima para procesar, vender y comercializar ni por el otro extremo una idolatrización de la misma que la pone como intocable y por sobre la humanidad. Ciertamente que nos sirve para obtener de ella lo que necesitamos, pero es un vínculo de cuidadores y administradores, saliendo del esquema de “dueños o depredadores”.

Llamados a ser “Quijotes”

Quiero ser explicita aquí: estamos hablando de un “Y”; por supuesto, quienes ostentan el poder deben hacerse responsables de sus comunidades “y” cada uno también puede aportar y sumar fuerzas en esta gran y maravillosa utopía de amar y servir. Ser “Quijotes” es un tremendo desafío no exento de soledad y sufrimiento, pero es mejor que ser un “Quejote”, servido y desesperanzado de todo.

¿Qué es la ecología integral? Aunque muchos, al escuchar la palabra ecología, piensen en montañas verdes, en ballenas, en reciclaje de basura, en energías renovables o en los hielos milenarios derritiéndose, el término ecología no se reduce solamente a la reflexión sobre el medio ambiente y los desafíos ecológicos no se agotan en las problemáticas medioambientales. Tal como ha dicho el papa Francisco en su encíclica ‘Laudato si”, publicada en 2015, “la ecología integral evidencia que son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior”.

Partes de una comunidad

El sentido común y la propia experiencia nos lo demuestran, siendo obvio que, si arrasamos el campo y no cuidamos el agua, tarde o temprano tendremos dificultades alimenticias. Lo que no es tan evidente es que, como familia y como hermanos, si no nos cuidamos unos a otros y si no nos cuidamos como personas, más temprano que tarde terminaremos destruyéndonos. El ser humano es parte de una comunidad y esta comunidad está inserta en un hábitat; y, como todo hábitat, al alterarse cualquiera de sus componentes, todos se verán seriamente afectados. La pobreza de otros nos afecta, aunque nuestros muros, barreras y alarmas nos hagan creer que no existen o que no podrán atacarnos.

Desde esta perspectiva, vamos a sostener que la ecología integral debe abordar y complementar tres niveles interdependientes:

  • Ecología personal: como seres relacionales, debemos cuidar el ritmo diario con que llevamos nuestras vidas y si es acorde a nuestras necesidades y capacidad. También debemos hacer un buen uso del tiempo equilibrando los tiempos de ser y hacer. Responsablemente, tenemos que revisar nuestros hábitos de consumo y discernir de acuerdo con lo que es necesario. Igualmente, debemos hacer buen uso del espacio y de nuestro hábitat equilibrando la naturaleza y lo urbano; el cómo usamos los medios de transporte; la relación con nuestro cuerpo, nuestra alimentación, la recreación, la participación en contextos de belleza, de arte, de cultura, el cultivo del espíritu, etc.
  • Ecología social: como hermanos de una misma familia humana, si nos desentendemos de los más desfavorecidos, también estamos desequilibrando una red donde todos estamos y tarde o temprano terminará por romperse y arrastrará a toda la humanidad. Ser ecológicos sociales tiene que ver entonces con hacerme parte y colaborar con el porvenir de otros que, por ejemplo, han debido migrar de sus países por causas ambientales, por hambre, por guerras, por persecución política o religiosa. También tiene que ver con producir acorde a las personas y no solo a la utilidad y la ganancia; crear y distribuir equitativamente la riqueza, los alimentos, los recursos naturales, procurar una calidad de vida digna para todos, el cómo desarrollamos nuestras ciudades, cómo nos movemos dentro de ella, cómo cuidamos y nos hacemos cargo de los bienes comunes, de los enfermos, de los discriminados, de los marginados, de la gente de situación de calle, etc. Desde este punto de vista, entonces, no solo debemos procurar nuestro propio equilibrio y salud mental y física, sino que también hemos de promover activa y creativamente este mismo derecho con quienes no tienen las mismas oportunidades que nosotros.
  • Ecología medio ambiental: es un concepto que está en estrecha relación con los dos anteriores. Si cada persona cuida de sí misma, cuida de los demás, pero no cuidamos el ecosistema donde vivimos, estamos restando drásticamente nuestras posibilidades de vida, las de generaciones futuras y vamos arrasando la casa común –seres vivos: fauna y flora– que nos alberga, nos provee lo necesario para existir y que es obra gratuita del creador no teniendo derecho a destruirla. Es así como, para ser ecológicos de verdad, debemos hacernos parte de temas como la contaminación en todos sus ámbitos, la protección de especies en vías de extinción, la pérdida de biodiversidad, la deforestación, el desperdicio y agotamiento de recursos, el cambio climático y el calentamiento global, así como también del peligro de desastres biológicos y nucleares… Temas como el cuidado del agua, del aire, de los recursos, de la energía, de la tierra, del consumo, de la basura, de la alimentación, no pueden ser delegados a otros, ya que, en la sumatoria de todas nuestras conductas y decisiones, reside la esperanza y el porvenir del planeta y de la humanidad. Es clave influir en las políticas medio ambientales.

Otra concepción de lo que somos

A la luz de la ecología integral, nuestro actuar se reviste de un poder y una relevancia inmensa que debemos hacer consciente a la hora de relacionarnos con nosotros mismos, con los demás y con la naturaleza. Por lo mismo, el paradigma “amorista” que proponemos es una pequeña pero coherente resistencia, que quiere ser un “aleteo” de mariposa que, al amplificarse por muchos corazones, pueda ayudar a relacionarnos con otro “lenguaje”, con otra concepción de lo que somos, de lo que son los demás y de lo que es la creación.

Dejar de vernos como individuos aislados que respiran en su propia atmosfera, dándonos cuenta de que, con todo el aire que tomamos (contaminado o no), tenemos la posibilidad de transformarlo en bendiciones de amor, armonía y equilibrio mayor del que todos dependemos para vivir en “el paraíso” nuevamente. Ya lo decía san Francisco de Asís con su maravillosa sensibilidad: “Dios creó a todas las criaturas con amor y bondad, grandes, pequeñas, con forma humana o animal. Todos son hijos del Padre y fue tan perfecto en su creación que dio a cada uno su propio entorno y a sus animales un hogar lleno de arroyos, árboles y prados hermosos como el propio paraíso”. Podemos revertir nuestra historia y volver a reconocer a Dios Amor cuidando sus regalos y a nuestros hermanos.

Trinidad Ried es presidenta de la Fundación Vínculo