Raúl Molina
Profesor, padre de familia y miembro de CEMI

Sobre la educación emocional del clero


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Doy gracias a Dios por estos días en los que tantas personas e instituciones vinculadas a la Iglesia claman para que se oiga la voz del débil maltratado e instan a las instituciones eclesiales a que denuncie, investigue y erradique lo que parece un mal endémico, y universal, de la Iglesia en el último siglo: el abuso sexual a menores. Pero, ¿de qué nos sirve el castigo y la condena si no ahondamos en las causas que han originado esta situación?



El volumen de las denuncias y la demanda de justicia que ha aflorado en las últimas semanas en todas las instancias de la sociedad española ocultan la necesidad de un análisis profundo de las causas que han dado lugar a esta gravísima situación. Quedarnos, tan solo, en la criminalización de las personas, el reconocimiento de las víctimas y la restauración del daño cometido es cortar el tallo dejando la raíz, es algo análogo a reclamar paz sin exigir justicia y, además, es olvidar esa máxima, bastante evangélica, que diferencia entre los actos y las personas.

El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca. (Lc 6,45) Así que, me pregunto, ¿de qué no hemos sabido llenar nuestros corazones? Los que somos varones casados, sabemos de lo necesario que es el trabajo emocional que requiere gestionar adecuadamente nuestra sexualidad. ¡Cuánto más difícil será para los que se han decantado por una opción de vida como es la castidad!

La cuestión del celibatoSacerdote con clergyman, tirilla, alzacuellos

Algo sabía ya san Pablo de este problema cuando escribió que con todo, por el riesgo de inmoralidad, que cada cual tenga su propia mujer y cada mujer su propio marido (1Cor 7,2). Y, en un plano más positivo, como propone el islam, las mujeres son vestidura para vosotros y vosotros lo sois para ellas (Corán 2:187).

No niego el valor de la castidad. En las tradiciones ascéticas, que abundan en las grandes religiones, la castidad es una opción que ha acompañado el camino de importantes referentes espirituales, y sigue siendo parte fundamental de la experiencia espiritual de muchos creyentes. Pero la opción de la castidad requiere de un trabajo personal que no podemos gestionar a base de oración y penitencia.

Por todo esto, creo que es importante revisar la cuestión del celibato opcional y, aún más importante, introducir en los seminarios una formación emocional sólida, que aborde de lleno esa realidad nuclear en la configuración de la persona que es la sexualidad. Como en tantas otras cuestiones, urge la prevención.

Conviene sacudirse el polvo.