¿Será el cielo tan aburrido como lo pintan?


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Hace algún tiempo, en un hermoso documental sobre el pintor italiano Sandro Botticelli (1445-1510), más concretamente sobre las ilustraciones que hizo de la Divina Comedia, de Dante Alighieri (1265-1321), una joven decía: “Prefiero reinar en el infierno que servir en el cielo”.



Debo confesar que la frase me impactó, a la vez que me produjo una enorme tristeza. ¿Cómo alguien en su sano juicio puede preferir el infierno al cielo? Como la muchacha del documental no parecía una enajenada ni necesitada de ayuda profesional, la única explicación que se me ocurre es que seamos los propios cristianos los que no hayamos sabido “vender el producto”.

Alejamiento de Dios

Por una parte, la reflexión sobre el infierno se ha centrado en gran parte –al menos en muchos momentos de la historia– en la “descripción” del “lugar”, haciendo hincapié en los tormentos asociados a la suerte de los condenados. En vez de fijarse en lo que significa realmente el infierno, es decir, el alejamiento de Dios y, consiguientemente, el fracaso de la vida, la teología, las catequesis o las homilías se ocupaban más bien del ropaje con que se revestía ese fracaso profundo, con una imaginación desbordante y no siempre sana.

Por otra parte, del cielo se ha hablado en unos términos susceptibles de ser entendidos en su sentido más melifluo o melindroso: ángeles de suaves alas tocando delicados instrumentos musicales y legiones de bienaventurados arrobados ante un trono de Dios excelso; naturalmente, esas escuadras de bienaventurados estarán nutridas por esas ancianas que bisbisean quedamente en las iglesias.

Sin embargo, la propia Escritura se encarga de desmentir una imagen como esta. Sin ir más lejos, así describe el cielo el Apocalipsis: “Después de esto oí en el cielo como el vocerío de una gran muchedumbre […] Y oí como el rumor de una muchedumbre inmensa, como el rumor de muchas aguas, y como el fragor de fuertes truenos, que decían: ‘Aleluya. Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo…’” (Ap 19,1.6).

Sin duda, si alguien prefiere “reinar en el infierno” que “servir en el cielo” es porque da crédito a eso de que lo bueno, o es pecado o engorda.