Aprovechemos que en esta semana se ha celebrado en Roma el jubileo de los presbíteros para rendir homenaje a nuestros queridos sacerdotes, más de 400.000 en el mundo entero, la inmensa mayoría de vida encomiable, a veces reconocidos en su labor, pero otras veces no. Lo quiero hacer hablando de uno que sin duda lo merece y además el decidido avanzar de su proceso de canonización nos lo recuerda.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Hablar de él nos lleva a constatar que entre los inspiradores de variadas instituciones en la historia de la Iglesia hay algunos muy conocidos por su labor, mientras que otros más bien han quedado por alguna razón en un segundo plano en comparación con las realidades que pusieron en marcha. Sebastián Gayá, el cura mallorquín inspirador del movimiento de Cursillos de Cristiandad es quizás uno de ellos: mientras el movimiento es mundialmente conocido, su vida es bastante desconocida para muchos.
El movimiento de Cursillos nació en la isla de Mallorca en la década de 1940, como una iniciativa de jóvenes laicos católicos que querían renovar la vida cristiana desde dentro. Lo que comenzó como la preparación espiritual para una peregrinación a Santiago de Compostela en 1946, terminó convirtiéndose en una experiencia transformadora, que rápidamente atrajo la atención de otras diócesis dentro del país. En los años siguientes, el movimiento se expandió por el resto de España, especialmente en un contexto social en el que muchas personas se habían alejado de la práctica religiosa. Cursillos ofrecía una forma nueva, cercana y vital de redescubrir la fe cristiana.
Desde España, el movimiento comenzó a extenderse a otros países de Europa. Italia fue uno de los primeros lugares en acogerlo, debido a su cercanía cultural y religiosa. También llegó a Francia, Alemania y Portugal, donde encontró eco especialmente entre los laicos que buscaban una vivencia más comprometida de su fe. Sin embargo, la expansión más notable del movimiento no se dio primero en Europa, sino en América.
En la década de 1950, Cursillos llegó a América Latina, empezando por países como Colombia, Venezuela y México, y más tarde extendiéndose a prácticamente toda la región. En muchos de estos países, el movimiento se convirtió en una auténtica fuerza de renovación eclesial. Era una época de fuertes cambios sociales y culturales, y Cursillos ofrecía un espacio donde muchos redescubrían a Cristo y se comprometían activamente en sus parroquias y comunidades. La sencillez del método, centrado en el anuncio del kerigma cristiano, la amistad y el testimonio personal, lo hacía especialmente adaptable a los contextos latinoamericanos. Argentina, Chile, Perú, Brasil y otros países lo adoptaron con entusiasmo, y aún hoy el movimiento sigue siendo muy activo en la región.
En paralelo, el movimiento también cruzó el Atlántico hacia los Estados Unidos. Allí encontró terreno fértil, especialmente entre los católicos hispanos, pero también entre comunidades angloparlantes. Hoy existen cursillos en inglés, español y otros idiomas, y se celebran regularmente en muchas diócesis norteamericanas. Canadá también recibió el movimiento, particularmente en sus regiones francófonas y en zonas donde hay fuerte presencia católica.
En Asia, la expansión fue más gradual, pero significativa. Uno de los lugares donde Cursillos ha echado raíces con más fuerza es Filipinas, un país de mayoría católica con una intensa vida religiosa. Allí, el movimiento se ha integrado profundamente en la vida parroquial y ha formado generaciones de laicos. También ha llegado a otros países del continente, como Corea del Sur, Japón, India y algunos más, aunque con una presencia menor y en contextos muchas veces más desafiantes por las diferencias religiosas.
Presencia activa y comprometida
África también ha sido terreno de misión para el movimiento, aunque con una expansión más limitada en comparación con América o Europa. En el norte del continente, en países como Egipto o Marruecos, donde hay minorías católicas, ha habido experiencias de Cursillos. También en países del África subsahariana como Uganda o Tanzania ha habido intentos de establecer el movimiento, con cierto éxito en algunos lugares, especialmente en comunidades católicas organizadas. En general, el crecimiento en África ha sido más lento, pero no inexistente.
En Oceanía, el movimiento ha llegado sobre todo a Australia y Nueva Zelanda. En estos países, los Cursillos se han difundido entre las comunidades católicas locales, así como entre inmigrantes provenientes de Europa o Asia. Aunque el número de participantes puede no ser tan alto como en América Latina, el movimiento ha logrado mantener una presencia activa y comprometida.
El Estatuto del Organismo Mundial de Cursillos de Cristiandad aprobado por la Santa Sede (Pontificio Consejo para los Laicos, 30 de mayo de 2004), cita, dentro del grupo de los Iniciadores del Movimiento, su nombre, junto a los del laico Eduardo Bonnín Aguiló y el Obispo Monseñor Juan Hervás Benet (Introducción, n. 3). Sin querer hacer atribuciones exclusivas, lo que sería estéril, sin duda hay que reconocer que la labor de Gayá fue fundamental.
La vida de don Sebastián está ligada a Mallorca. Nació en la localidad de Felanitx el 30 de julio de 1913 y fue bautizado al día siguiente. En su infancia su familia partió a Argentina en busca de una vida mejor, pero a los 13 años Sebastián volvió a Mallorca para ingresar en el seminario de Palma de Mallorca. El mismo explicará años después:
“En Buenos Aires me sentía con vocación, pero mis padres no podían pagarme los estudios. El cardenal argentino quiso pagarme una beca, pero al ver que ello me obligaba a permanecer durante toda la vida en Argentina, opté por venirme a Mallorca, en donde tenía un tío, hermano de mi padre, que era sacerdote. Para mí era romper completamente toda la baraja. Pero el espíritu pudo más y regresé a la isla.”
Sus estudios en el seminario se prolongaron entre 1926 y 1937. Hombre vivaz despierto, sus calificaciones fueron siempre muy altas y probó sus capacidades ganando en varias ocasiones certámenes literarios dentro y fuera del Seminario. A los 15 años era becario por oposición del Pontificio Colegio Mayor de Nuestra Señora de la Sapiencia y con tan sólo 21 años llegó a ser elegido rector del mismo por unanimidad. Dicha institución había sido fundada por un descendiente de Ramón Llull, canónigo de la Catedral, para alojamiento de estudiantes que querían ser sacerdotes.
El 22 de mayo de 1937, en medio de la Guerra Civil y a pesar de las dificultades que esto conllevaba, Sebastián fue ordenado sacerdote en Palma de Mallorca. La isla en ese momento se encontraba en relativa calma y el recién ordenado tuvo como primer destino el de capellán de la Capitanía General. Durante el resto de la contienda, aparte de prestar servicios de confianza, desarrolló la Acción Católica en el entorno castrense. Creó seis centros y elaboró el reglamento con el que en el futuro se regirían los grupos creados en el resto de España. Acabada la guerra fue destinado en el mismo 1939 como profesor en el Seminario. En él permaneció como catedrático hasta 1956, impartiendo numerosas materias: lengua castellana, lengua mallorquina, latín, historia de la Filosofía, oratoria, son algunas de las disciplinas que enseñó.
Nuevo método de evangelización
Su trabajo no se ceñía únicamente a los seminaristas. Desde 1940 comenzó a colaborar con las Congregaciones Marianas y en la secretaría de la Junta Diocesana del Congreso Nacional Mariano. En esa época también fue designado director de los colegios “Cervantes” y “Juan Luis Vives”, pero pronto se consagró a su apostolado predilecto, la juventud, trabajando activamente en los diversos centros parroquiales de la Acción Católica y en el Centro interparroquial universitario.
La diócesis de Mallorca estaba embarcada desde el fin de la guerra en un proceso de reconversión para poder afrontar los retos de la sociedad moderna. En este sentido Sebastián fundó en 1944 la Escuela de Propagandistas del Consejo Diocesano de los Jóvenes de la Acción Católica, siendo nombrado consiliario de esta en 1947 a instancias de Juan Hervás, Obispo Coadjutor de Mallorca. En la escuela, junto con la ayuda del laico Eduardo Bonnin (1917-2008) –también hoy en camino hacia los altares– y otros jóvenes colaboradores, Gayá pondrá en práctica un nuevo método evangelizador que posteriormente se extendería por todo el mundo en el movimiento de Cursillos de Cristiandad, que tanto bien ha hecho a millones de personas. En aquel entonces nadie podía esperar que de la peculiaridad de este joven sacerdote creciera un nuevo carisma.
¿Por qué un nuevo método de evangelización? El mismo don Sebastián lo explicaba años después: “Los modelos de evangelización existentes estaban anticuados: eran obsoletos, anacrónicos. Al hombre de las prisas y superficialidades había que ir no con sermones, sino con cimientos básicos, fundamentales”. Y añadía, con una visión muy clarividente de la situación eclesial de aquella época:
“Había que ir no al milagrito, sino a lo recio, a lo grandioso, a lo apasionante, de llamar a Dios Padre. Había que ir no con recetas prefabricadas, sino con la verdad viva, hecha vida, hecha llamarada; la verdad con fuego, incandescente, vibrante, entusiasta. Había que ir no por vía de mojigatería y con los ojos en blanco, sino por caminos de realidad, pisando la calle, enfrentándose a los problemas, no para declamarlos y contarlos, sino para la vida y desde la vida”.
Los propios miembros de Cursillos destacan dos aportaciones fundamentales de Sebastián Gayá. La primera es la importancia de la formación doctrinal y la segunda el desarrollo de la espiritualidad. Desde el principio de su labor en Acción Católica, como muestran los boletines para jóvenes desde 1946 hasta la histórica peregrinación a Santiago de Compostela, don Sebastián insistirá en la necesidad de formación para ser un verdadero cristiano, algo que en el método de Cursillos de Cristiandad hoy queda plasmado en los “rollos místicos”.
“Hora apostólica”
La espiritualidad de Cursillos, que hoy queda reflejada en la “Guía del Peregrino”, tiene como marca fundamental la “Hora apostólica”, creación personalísima suya. Por tanto, aunque algunos dentro del mismo movimiento no lo saben por la humildad del inspirador, todo lo creado por Cursillos tiene como origen el trabajo realizado por don Sebastián con los jóvenes mallorquines, un trabajo que cristalizó en el Congreso de Lluch de 1948 como preparación de una peregrinación a Compostela. Dicha Peregrinación Nacional tuvo una importante participación mallorquina, la más nutrida de toda España con más de 700 participantes, a pesar de la lejanía. Gayá acompañó a la peregrinación como delegado Episcopal y fue testigo e impulsor del fervor con el que se vivió la peregrinación. Su lema se extendió por toda la peregrinación: “A Santiago santos; desde Santiago ¡santos y apóstoles!”.
En 1947 Mons. Hervás había tomado posesión de la diócesis de Mallorca. Don Sebastián, hombre de confianza del nuevo obispo, fue nombrado canciller secretario de cámara y durante el pontificado de Hervás la confianza entre ambos fue absoluta, algo que allanó las dificultades que surgieron en el nacimiento de los Cursillos por su método innovador. Lo único que prohibió Hervás en el nacimiento del movimiento fue la participación directa de don Sebastián en los Cursillos, pues no quería que se confundiera su función institucional como canciller con otras ocupaciones. Don Sebastián sólo participó activamente en lo que ha venido siendo denominado el primer Cursillo, interviniendo en el último día como representante del obispo. Allí tuvo una lección, leyó una carta de Hervás y acabó con una frase profética: “¡Mejores maravillas veréis!”. La carta del Obispo, redactada por él, marcó la aspiración de los cursillistas.
En 1950 fue nombrado vicedelegado episcopal y consiliario de la Junta Diocesana de Acción Católica. Juan Capó empezó a encargarse de los jóvenes, pero los cursillistas le designaron a él “consiliario perpetuo”. Se despedirá de ellos dándoles la siguiente consigna: “Sed optimistas, sed generosos. Llevar la caridad hasta los últimos extremos y no olvidéis que ha llegado la hora de la acción”.
Nombramientos
Las ocupaciones se amontonaron en su persona y ya no pudo tener un contacto tan intenso con los jóvenes cursillistas: fue nombrado asesor religioso del Sindicato Español Universitario y no tardaron en llegar nombramientos como capellán provincial del Frente de Juventudes y delegado provincial de Educación Nacional, el mayor cargo educativo de Baleares. Fue nombrado delegado episcopal de enseñanza, presidente de la Prensa Católica Diocesana, director de la Asociación de la Adoración Perpetua del Santísimo Sacramento… En 1948 fue nombrado también canónigo de la catedral. Como hombre de confianza del obispo estaba implicado en cuantas acciones pastorales tuvieran lugar en Mallorca, llegando a ser asistente eclesiástico del Opus Dei entre 1946 y 1955 y responsable de la formación del clero joven.
Pero en 1956 Mons. Hervás fue nombrado obispo de Ciudad Real y el nuevo obispo chocó en seguida con don Sebastián, por malentendidos y envidias clericales, que no suelen faltar en las vidas de los santos. Le destituyó de todos sus cargos y le invitó a abandonar la isla y, por aquello del “promoveatur ut amoveatur”, el popular sacerdote fue llamado a Madrid para ser director de operaciones de la Comisión Católica de Migraciones. El nuevo cargo, de rebote, ayudará a la expansión de los Cursillos, pues desde allí don Sebastián los extendió proponiéndolos a los sacerdotes que se formaban para acompañar a los emigrantes al extranjero.
El traslado a Madrid era duro para él, apasionado mallorquín, y adujo la necesidad de permanecer en Palma por ostentar una canonjía, pero le falló dicha motivación cuando obtuvo la dispensa para residir en Madrid y seguir siendo canónigo. La estancia en Madrid en un cargo administrativo no impedirá que su celo pastoral siga desarrollándose, participará en la fundación de la Hermandad de Santa María Espejo de Justicia, destinada a ayudar a familiares de magistrados y que dirigiría durante 25 años. Desde ella promoverá la construcción de la Casa de Santa María para ancianas pertenecientes a la Hermandad.
Mientras tanto, los Cursillos se habían desarrollado por toda España, llegando a ser algo completamente separado de Acción Católica. Don Sebastián, hasta el momento, no había participado directamente en la andadura del nuevo movimiento, pero en 1962 la Conferencia de Metropolitanos (antecedente de la Conferencia Episcopal) creará el Secretariado Nacional de Cursillos de Cristiandad, que pone al frente a Mons. Hervás. De nuevo el prelado llamó a su lado a su buen amigo y lo nombró vicedirector; en la práctica le entregó el desarrollo y el funcionamiento de Cursillos en Madrid.
Ultreya
Desde esa posición don Sebastián promovió la primera “Ultreya” (reunión de cursillistas) Mundial de Roma de 1966, en la que participó Pablo VI. Toda su vida desde entonces giró en torno a los cursillos, unas veces de una forma más clara y otras desde un segundo plano. Durante décadas dirigió el Servicio de Publicaciones y fue secretario general, pasando, al llegar a la ancianidad, a ser viceconsiliario General del Secretariado Nacional de Cursillos de Cristiandad de España. Desde esa posición se dedicó a visitar los secretariados diocesanos, colaboró en distintas publicaciones nacionales y extranjeras, viajó por el mundo e intervino con decisión en el Grupo Europeo de Trabajo de Cursillos.
En 1977 creó la Escuela de Dirigentes de San Pablo para el secretariado diocesano de Madrid. Desde esta institución fue responsable de la formación espiritual de los dirigentes de Cursillos hasta 1998 y así, indirectamente, fue responsable directo de la organización de centenares de cursillos. Su vida hasta los últimos días estará marcada de cargos, títulos y honores –casi al final de su vida, el 10 de marzo de 2005 fue nombrado Prelado de Honor de Su Santidad– pero lo que definió su vida fue su constante actitud de marchar hacia adelante, su perseverante “continuad” dirigido a los cursillistas, el lema de su vida: “Levanta cada mañana la bandera de la ilusión”.
Decir Sebastián Gayá es decir Cursillos de Cristiandad. No solamente él, esto es sabido, pero su vida en gran parte giró en torno a este gran movimiento de evangelización, aunque en general podemos decir que su vida de sacerdote fue evangelizar. Él vivió los inicios, la alegría desbordante del gran don para la Iglesia que ha sido el movimiento desde sus comienzos. Al final de su vida se retiró a Mallorca, su querida tierra, en el monasterio de San Honoré, desde donde retomó el trato asiduo con su viejo amigo Eduardo Bonnin, del que las circunstancias de la vida lo habían separado.
Allí falleció don Sebastián el 23 de diciembre de 2007, con 94 años de vida entregada, dejándonos un ejemplo y unas palabras válidas para todos los cristianos, quizás especialmente para los sacerdotes:
“El que quiere vivir tranquilo en la butaca y morir de puro viejo, que no se meta a apóstol. Quien no se lanza mar a adentro no puede ser pescador. Pobre del que es llamado y por amor a su burguesía se queda en la butaca. Es verdad que no correrá los riesgos de las tormentas desencadenadas, pero tampoco sabrá de aquél azul que solo conocen los que se hacen a la alta mar”.