Flor María Ramírez
Licenciada en Relaciones Internacionales por el Colegio de México

Saldar la deuda con la salud mental


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La pandemia por Covid-19 llegó como un elemento disruptor de nuestro estilo de vida pero también como un recordatorio que la salud es algo más integral y holístico.



Así lo empezó a vislumbrar el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano I ntegral desde 2020: “La sensación de desasosiego y de desamparo ante la enfermedad y la muerte, la soledad, el empobrecimiento repentino, la incertidumbre laboral futura, la discriminación y el estigma por contagiarse, la dificultad de la elaboración del duelo por no poder abrazar por última vez a los seres queridos, se han desarrollado en personas mentalmente sanas y agravado en las que ya tenían trastornos mentales graves como la depresión, ataques de pánico y ansiedad, insomnio, trastorno de estrés postraumático, falta de interés o de placer al hacer cosas, miedos y otras patologías relacionadas con aprensiones excesivas”. [1]

La pandemia ha sido un factor de quiebre para muchas personas que se encontraban ya en una situación de vulnerabilidad poniendo de relieve las desigualdades sociales que han llevado a muchas personas, con pocos recursos para ser resilientes, a cuestionar su razón de ser y sentido de vida hasta llegar a una espiral que detona la depresión, la ansiedad, el pensamiento suicida. El personal sanitario -“nuestros cuidadores” directamente expuestos a los riesgos asociados con la pandemia Covid-19-, ha terminado por ser vulnerable.

enfermeros

Foto: EFE

En un estudio publicado en enero por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) con datos de once países de América Latina, se encontró que el personal de salud presentó síntomas  depresivos, pensamiento suicida y malestar psicológico. En la mayoría de los 11 países de la Región, entre 14,7% y 22% de sus equipos de salud presentan síntomas que permiten sospechar de un episodio depresivo. [2]

También podemos indagar sobre otros efectos que el Covid-19 ha tenido en sectores específicos de la población: mujeres jefas de familia, personas mayores, niñas y niños, al fin y al cabo todas y todos hemos terminado siendo frágiles. Lo cual pone al descubierto la necesidad de repensar nuestros sistemas de cuidado. Ahora que la situación epidemiológica ha ido cambiando en varios países de la región, la salud mental seguirá constituyendo uno de los desafíos a los sistemas de salud más relevantes durante el 2022. Tendrá que empezarse no solamente por asumir las inversiones que históricamente se han postergado, seguido de una cultura que refuerce los factores de protección individuales, colectivos y comunitarios como una estrategia preventiva que permita aumentar la cobertura en los niveles de atención primarios que, a su vez, refuercen la psicoeducación de las personas de una forma amplia. Una pandemia nos hace ahora repensar cómo saldar la deuda en los sistemas de salud, para dejar de invisibilizar el componente de salud mental, ojalá también nos permita repensar nuestro quehacer pastoral al respecto.

 

[1] “Acompañar a personas con sufrimiento psicológico en el contexto de la pandemia Covid-19”, Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. 

[2] “The Covid-19 health care workers study (HEROES)”, Informe regional de las Américas.