José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

Resucitado


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Teólogo brillante, se topó con esos problemas que, flexiblemente terca, provoca la realidad. Al regresar de su doctorado en Alemania, fue enviado por su obispo a una de las parroquias más pobres y violentas de la diócesis, para que aterrizara su jumbojet académico.



Como no sólo era inteligente, sino también muy sensible y capaz de comunicarse con sencillez, no batalló mucho para entrar de inmediato a la vida de sus feligreses, aprendiendo los modismos propios del lugar, y compartiendo el lenguaje del amor que supera cualquier obstáculo semántico. Sin embargo, nunca pudo, durante los seis años que estuvo a cargo de la comunidad, corregir lo que a su juicio era un terrible error teológico-pastoral.

Con una dedicación heroica, insistió durante cada una de las Cuaresmas en que ésta es el camino hacia la Pascua, y que ella, la Pascua, era el momento culminante de nuestra fe; que significaba el paso de la muerte a la vida, y que la Vigilia Pascual nos iba a recordar que creemos en un Dios vivo, resucitado, no muerto. Por lo mismo, remataba, asumía, indicaba, el día más importante de la Semana Santa no era el viernes, sino el sábado por la noche.

Felicidad y algarabía

Estaba seguro de que, después de tan brillante narrativa, sus fieles habían captado el mensaje en su plenitud y que, como consecuencia de esa ilustrada catequesis, la misa de la Vigilia Pascual sería la preferida por ellos, que abarrotarían el templo, y que la celebración se desbordaría de felicidad y algarabía por la conmemoración del Cristo resucitado.

El primer año, humilde, pensó que no se había explicado bien; soberbio el segundo, se lamentó porque no le entendieron; al tercero, resentido, sospechó un complot en su contra; el cuarto y quinto todavía lo intentó, sin éxito, para acabar resignado la sexta Semana Santa. Los fieles formaban ríos humanos en el Via Crucis por las calles de la colonia y llenaban el templo el Viernes por la tarde, para llorar cuando predicaba las Siete Palabras y el Sermón del Pésame. ¿Y el sábado por la noche? La triste vacuidad, salvo el consejo de pastoral y algunos ministros.

religiosa Semana Santa

De nada sirvió que un sociólogo le explicara la estrecha articulación que se da entre los sufrimientos de Jesús en la cruz y los de los pobres en sus vidas cotidianas, y lo lejos que ellos veían la felicidad de la resurrección.

Pero terminó su purgatorio pastoral, y el obispo lo asignó ahora a la parroquia más rica de la diócesis. Llegó durante la cuaresma, por lo que no pudo insistir en su clásica catequesis pascual. Se asombró cuando, el Viernes Santo por la tarde, apenas unas cuantas personas siguieron en el templo la lectura de la pasión, la adoración a Jesús en la cruz, la comunión.

Ayer por la noche, en cambio, participó con una gran sonrisa en la Vigilia Pascual. Amplio estacionamiento lleno de autos último modelo y de lujo, templo rebosante de elegantes personas, profusión de luces, flores y cantos, coro monumental y predicación ad hoc. El convite posterior, sencillo por su exquisitez -se advirtió que por la contingencia no habría cena- a base de champán y caviar, le sirvió para interactuar con empresarios y políticos, asiduos asistentes a las misas.

Ya en su alcoba durmió satisfecho. Por fin llegaba a una comunidad que entendía la resurrección, que la vivía en carne propia. Él también se sintió resucitado… como se sienten sus nuevos feligreses.

Pro-vocación. “Los pastores deben serlo de todo su rebaño y no sólo de una parte de él”. ¿Quién dirige esta advertencia y a quién lo hace? No se piense que es un crítico de la oposición el que habla, ni que le dedica ese mensaje a algún gobernante en turno. Lo dijo el Viernes Santo el Cardenal No-Obispo Raniero Cantalamessa, en la homilía de la celebración de la Pasión del Señor en el Vaticano.