Rixio Portillo
Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey

¿Qué pretende la diplomacia de Francisco en el conflicto Rusia – Ucrania?


Compartir

La guerra no es una historia pasada, no es ya una posibilidad remota; el ataque militar de Rusia contra Ucrania ha demostrado que las lecciones del siglo XX no han terminado de entenderse, y la prepotencia del fuerte busca imponerse ante el aparente débil.



Sin embargo, el conflicto Rusia y Ucrania toca también la sensibilidad de la fe, por eso lo que hace o lo que dice el Vaticano está en primera línea, pues no solo es un asunto humanitario o político, sino también de índole interreligioso.

Los gestos papales, en medio de la guerra

Los gestos de Francisco han sido evidentes: salir del Vaticano hasta la embajada de Rusia para ofrecerse como mediador; reiterar en todas las formas posibles la masacre en Ucrania en la que miles de víctimas huyen por la férrea embestida militar; enviar a dos cardenales a la zona fronteriza para la atención de refugiados; rezar y levantar una bandera llena de sangre durante una Audiencia General.

Pero todavía parece insuficiente; incluso hablar de una posible visita, resulta una medida arriesgada, más cuando se ha retirado formalmente la invitación; pero el Vaticano no esconde el compromiso con las víctimas, con el débil, con el sufrido y lacerado pueblo de Ucrania.

Sin embargo, sigue habiendo críticas directas por no condenar al artífice de toda esta locura bélica, el presidente de Rusia.

Del lado del oprimido

El asunto de fondo es que el papa Francisco y su diplomacia está con la parte vulnerable del conflicto, Jesús mismo lo hubiese hecho así, pero insiste necesariamente en otra vía (no solo la fuerza) para poder aproximarse a la difícil situación.

Consagrar Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María ya es un primer paso, al menos poder hacer que ambos pueblos, no quizás sus líderes, pero sí la gente sencilla pueda rezar juntos; rezar por los sufren, sufrir con los que rezan.

Muestra de ello es la intención de hacer que dos mujeres enfermeras, una de nacionalidad rusa y otra ucraniana, lleven la cruz durante la XIII estación en la celebración del víacrucis, en el Coliseo, durante el Viernes Santo. La intención es muy simple: cargar el sufrimiento del uno en el otro, rezar el uno por el otro. El texto propuesto da la clave:

“La muerte está en torno y la vida parece perder valor. Todo cambia en pocos segundos. (…) La rabia ha cedido a la resignación. Sabemos que Tú nos amas, Señor, pero no percibimos este amor, lo que nos hace enloquecer. Nos despertamos en la mañana y por algunos segundos somos felices, pero luego nos acordamos inmediatamente de que será difícil reconciliarnos. Señor, ¿dónde estás? Háblanos desde el silencio de la muerte y de la división, y enséñanos a reconciliarnos, a ser hermanos y hermanas, a reconstruir lo que las bombas habrían querido aniquilar”.

Si, Ucrania con el rol de víctima y vulnerable mediáticamente ganó la guerra, pero toca poder levantar la vista en el horizonte alargado, y no sembrar más odio y destrucción, lo cual no significa injusticia. La paz es fruto de la justicia.

El papa Francisco lo sabe, el llamado del amor al enemigo está en el corazón de la vida y misión de Jesús, y aunque no sea noticia en los medios, ni una fórmula del derecho internacional, la cruz sigue levantada pues es el camino hacia la vida y la resurrección.


Por Rixio G. Portillo. Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey