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¿Qué podemos aprender de los 7 nuevos santos?


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Pablo VI, el papa que reseteó a Iglesia

No es cuestión en este blog de hacer una biografía exhaustiva de los nuevos santos que han entrado en el repleto calendario de la santidad. El primero de ellos, Pablo VI ofrece perfiles tan diferentes como el del sacerdote implicado en la pastoral universitaria mucho tiempo antes que esta existiese como entidad suficiente, el diplomático en el que tanto confió Pío XII durante la II Guerra Mundial o el de pastor que en Milán impulsó importantes movimientos de renovación para acercar la Iglesia a los más alejados.

Papa desde el 21 de junio de 1963, confirmó el gran proyecto de Juan XXIII, el Vaticano II. Con prudencia y determinación, discerniendo la auténtica Tradición y soltando lastres de la nostalgia, puso a toda la Iglesia en diálogo con el mundo y mantuvo la unidad en tiempos de profundas crisis y desafecciones ante el vendaval del Espíritu que había entrado en la institución.

A través de sus 7 encíclicas y los demás documentos, consolidó un estilo renovado de evangelización y puso todos los medios para una vuelta a las auténticas fuentes de la fe.

Óscar Arnulfo Romero Galdámez, el obispo que murió por su pueblo

Carpintero de niño y un tanto enfermizo, quienes conocieron al joven sacerdote Óscar Romero, tímido de talante y clásico en su forma de entender la fe, no se imaginaban que llegaría a ser la persona más influyente de El Salvador contemporáneo. El sufrimiento de los más pobres y de los sacerdotes a él encomendados como arzobispo de la capital salvadoreña le harán abrir los ojos a la realidad de opresión y violencia gratuita de los poderosos.

En medio de la represión social y política hizo oír su voz con claridad. Teniendo como aliada la radio sus palabras impregnaron las esperanzas de los más sencillos y humildes. Fue arzobispo de San Salvador durante apenas tres años y sus homilías, más allá de una lectura materialista o marxista de la realidad, siguen siendo expresión de cómo el Evangelio reclama que el “sentir con la Iglesia” ignaciano  –que Romero eligió como lema episcopal– reclamaba encarnarla en el sufrimiento de los más pobres.

Su martirio en el hospital de la Divina Misericordia para cuidados paliativos de enfermos con cáncer, donde el mismo Romero vivía, mientras celebraba la misa queda como testimonio de la entrega de quien habiéndolo dado todo amó a su pueblo “hasta el extremo”.

Nazaria de Jesús March Mesa, la misionera que rompió moldes

Aunque nació en Madrid y murió en Buenos Aires, Nazaria Ignacia de san Teresa de Jesús March Mesa –la Madre Nazaria– es una de las bolivianas más universales. En el país americano fundó las Misioneras Cruzadas de la Iglesia para romper moldes defendiendo la dignidad de las mujeres.

Presentes en una veintena de países, las religiosas son herederas del impulso misionero de esta religiosa que se metió a poner orden en los abusos que había contra las mujeres en los mercados y que puso en marcha el primer sindicato femenino de Bolivia. A esto seguirían hospicios, escuelas nocturnas… como reflejo de un “espíritu: guerrero, fiel, nada de cobardías, todo amor, amor sobre todo a Cristo y en Cristo a todos. Repartirse entre los pobres, animar a los tristes, dar la mano a los caídos, enseñar a los hijos del pueblo, partir su pan con ellos, en fin, dar toda la vida, el ser entero por Cristo, la Iglesia y las almas”, escribió.

Franceso Spinelli, el sacerdote que difundió “la venganza del amor”

Este sacerdote milanés del siglo XIX que, como tantos otros pioneros del momentos, puso en marcha una respuesta a las necesidades de los jóvenes más pobres de Bérgamo. Para ello un grupo de jóvenes se le unió en este proyecto del que surgió el Instituto de Hermanas Adoratrices del Santísimo Sacramento, que para diferenciarlas de las Adoratrices fundadas por santa María Micaela se las conoce como las Adoratrices del Santísimo Sacramento de Rivolta d’Adda, las sacramentinas de Rivolta d’Adda, en recuerdo de la primera comunidad que abrieron esta localidad en 1884.

Más de 300 religiosas continúan hoy en unos 50 países de todo el mundo este legado que en sus comienzo debió superar un sinfín de pruebas y dificultades. Y es que las autoridades eclesiásticas impidieron que la fundación fuese en Bérgamo. Actitudes como la fidelidad o la entrega a los más pobres encuentran su fuente en la eucaristía que es quien “enciende la llama de la caridad al servicios de los más pobres entre los hermanos”. El lema del sacerdote muestra la paradoja de la entrega como “la venganza de un amor infinito”.

Vicenzo Romano, el párroco que reconstruyó el alma de su comunidad

Este párroco pasó toda su vida en Torre del Greco, cerca de Nápoles (Italia). Dejó su huella en el ejercicio ministerial en la parroquia de la Santa Cruz. Desde el templo irradió el mensaje de Cristo acompañando a los más jóvenes y ayudándoles a buscar el proyecto de Dios para su vida; estando cercana a las penurias de los campesinos y ganaderos en un deprimido mundo rural; atendiendo a los enfermos y necesitados; predicando apasionadamente la Palabra de Dios y la celebración de los sacramentos.

Aunque el momento más delicado vivido en Torre del Greco fue una devastadora erupción del Vesubio que destruyó casi toda la ciudad a su paso en 1794. La iglesia parroquial, como tantos otros edificios de la población, quedó arrasada. En su reconstrucción Vicenzo Romano se empeñará en levantar los muros a la vez que fortaleció el alma de quien habían sido testigos de tal destrucción.

María Katharina Kasper, la fuerza de la caridad

Esta modesta campesina alemana dejará todo para embarcarse en la vida religiosa y será quien abra la primer casa para pobres en todo el país en 1848, mientras Marx publicaba su ‘Manifiesto comunista’. Con este mismo espíritu fundó 50 años después el Instituto de las Siervas Pobres de Jesucristo.

La consagración a los más pobres fue una inquietud que se forjó en la religiosa desde la niñez. Su empeño hizo que pudiese dedicarse totalmente a las obras de caridad contemplando la pobreza con la que vivió la Virgen María, por eso a ella misma se la conocería como Madre María.

Sus obras llegarían pronto a Holanda, los Estados Unidos, Londres, Brasil, México o la India, donde se ha producido el milagro necesario para la canonización. Sin medios y a pesar de su escasa formación esta gran obra evangelizadora hizo que Pablo VI, en su beatificación, la definiera como “llena de fe y de fortaleza de ánimo”.

Nunzio Sulprizio, el joven obrero

La inclusión de este joven huérfano del sur de Italia se incluyo este verano en esta canonización enmarcada en el Sínodo de los obispos dedicado a los jóvenes. Educado primero por su abuela y después por un tío del que recibió maltratos enfermó gravemente al trabajar en la herrería de este familiar. Tras esta desgracia, fue hospitalizado y sometido a un doloroso y largo periodo de recuperación. Esta no dio los frutos esperados y se le diagnosticó que su osteosarcoma era incurable y pasó el resto de su vida en la cama, hasta que murió con 19 años.

En medio de los sufrimientos vividos en la familia y durante la enfermedad, el muchacho encontró su consuelo en la Virgen María y su fuerza en la eucaristía. De hecho es frecuente la representación de este joven rezando el rosario. Pablo VI, en su beatificación en 1963, subrayó el destacado binomio de ser “joven y obrero”, “un binomio de tal esplendor e importancia, que sobra para llenar de interés su breve y descolorida biografía”. “Os dirá [a vosotros jóvenes] que ninguna edad como la vuestra, es buena para los grandes ideales, para generosos heroísmos, para las exigencias de pensamiento y acción. Os demostrará que vosotros, jóvenes, podéis regenerar en vosotros mismos el mundo donde habéis sido llamados a vivir por la Providencia, y que a vosotros os toca, en primer lugar, consagraros a la salvación de una sociedad que tiene precisamente necesidad de espíritus fuertes y decididos”, añadía.