Redactor de Vida Nueva Digital y de la revista Vida Nueva

¿Qué hacen unas contemplativas en el Vaticano?


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La misa

El pasado 6 de enero, en la eucaristía de la solemnidad de la Epifanía, en primera fila en la basílica de San Pedro en el Vaticano estaban seis religiosas benedictinas. El papa Francisco pasó por delante de ellas nada más entrar y desde su silla de ruedas las saludó afectuosamente. Son la nueva comunidad del monasterio ‘Mater Ecclesiae’ que llegaron procedentes de la abadía de Santa Escolástica de Victoria, en la provincia de Buenos Aires, a Roma el pasado 3 de enero. De esta manera se cierra definitivamente la despedida del papa emérito Benedicto XVI al recuperar su sentido original la que fuera su casa tras su renuncia como romano pontífice.



Las religiosas proceden de la diócesis de San Isidro y el papa Francisco les había cursado una invitación para recuperar este rincón contemplativo de la Ciudad del Vaticano el pasado 1 de octubre de 2023. Las religiosas no han podido negarse y el 3 de enero, según informan los medios vaticanos, fueron recibidas por el presidente de la Gobernación del Vaticano, el cardenal Fernando Vérgez Alzaga, que acudió de madrugada al aeropuerto de Fiumicino para darles la bienvenida. Antes de llegar a su monasterio se detuvieron a rezar en la Gruta de Lourdes que hay en los jardines vaticanos.

La llegada de estas benedictinas a donde en su día hubo, por turnos, clarisas, carmelitas, otras benedictinas y salesas completa el ciclo de la transición del papado. Algo que ocurre en la semana del aniversario de la muerte de Benedicto XVI y en la audiencia en el Palacio Apostólico al arzobispo Georg Gänwein y a las consagradas ‘Memores Domini’.

El monasterio

Este el título del interesantísimo libro del periodista italiano Massimo Franco, fuertemente vinculado al popular periódico ‘Corriere della sera’. Con el título ‘Il monastero. Benedetto XVI, nove anni di papato-ombra’ (‘El monasterio. Benedicto XVI, nueve años de papado en la sombra’), publicado por la editorial Solferino en abril de 2022, Franco se cuela en la vida del Mater Ecclesiae del Vaticano al que Ratzinger se retiró tras unas obras de acondicionamiento. El prisma de análisis es el estudio de los equilibrios y desequilibrios que salpican y condicionan la misión de Francisco al frente de la cátedra de San Pedro. Y es que, con el paso del tiempo, en torno a este desconocido monasterio, los rezos de las monjas han sido sustituidos, en unas cuantas ocasiones ya, por un refugio de quienes se oponen a las reformas de Bergoglio. Mientras el apartamento papal del Palacio Apostólico sigue vacío y desvencijado, quedan por resolver muchos flecos sobre la renuncia de un Papa.

Es muy sugerente esa metáfora que señala que el monasterio se ha convertido en ese sitio que, como dijo el cardenal Gerhard Müller, es “donde va a curarse la gente herida por Francisco, y son tantos…” frente a los politiqueos de los pasillos de Santa Marta. Seminaristas, monseñores y estudiosos han tratado de evidenciar que en el emérito han encontrado una brújula ante las perplejidades que les dejaba el pontificado de Bergoglio. Ahora parece que esto, por fin, ya va a ser parte de la historia.

La intuición

Y es que ahora de nuevo el Mater Ecclesiae se ha convertido de nuevo en la residencia de las órdenes contemplativas, como estableció Juan Pablo II al erigir canónicamente el monasterio el 25 de marzo de 1994 con la finalidad de “sostener al Santo Padre en su solicitud cotidiana por toda la Iglesia, mediante el ministerio de la oración, la adoración, la alabanza y la reparación, siendo así una presencia orante en el silencio y la soledad”.

Según el estatuto del monasterio, cada cinco años debían alternarse distintas órdenes monásticas, siendo las clarisas las primeras en habitarlo entre 1994 y 1999. Las últimas fueron las salesas que llegaron en 2009 pero las visitandinas dejaron la comunidad antes de tiempo, el noviembre de 2012 para realizar unas obras de restauración. De esta manera estaba libre tras la renuncia en febrero de 2013 y por eso Benedicto XVI acabó su retiro en este monasterio a pesar de algunos movimientos de su entorno para habitar el Palacio Apostólico de Castel Gandolfo.