Propuesta para una Iglesia sinodal


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“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida: nadie va al Padre si no es por mí” (Jn 14, 6)

“La Iglesia es Sinodal porque Cristo es el Camino.”

Con esta afirmación podemos profundizar en una verdad evangélica que tiene grandes implicaciones para la vida y la misión de la Iglesia, sobre todo en este momento en que somos llamados por el papa Francisco a descubrir esta forma propia de nuestro ser.



Críticas a la Sinodalidad

Si bien pareciera -tal y como muchos lo afirman- que la sinodalidad en y de la Iglesia es un invento posterior al Vaticano II; sin embargo, al hacer esta afirmación no consideran la gran tradición de fe, vida historia y gobierno pastoral que la Iglesia posee tanto a lo largo y ancho del mundo como en lo más profundo de su Misterio de comunión con la Santísima Trinidad y de servicio al mundo.

Estas acusaciones serían auténticamente válidas si en la Divina Revelación no encontráramos los elementos para poder afirmar la Sinodalidad de la Iglesia y si –tal cual– con la Sinodalidad se alterará el misterio de comunión del que la Iglesia es Signo y Sacramento (Cfr. LG 1)

Sin embargo, tanto en la Sagrada Escritura como en la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, la Sinodalidad está presente, si bien a veces no como un concepto como sucede también con la mayoría de los términos con los que designamos nuestros Dogmas de Fe (Trinidad, transubstanciación, Inmaculada Concepción, Asunción etcétera), sin embargo, sí aparecen los elementos que la constituyen en su identidad más profunda y en su operatividad más auténtica.

Por esta razón es que a la luz del Espíritu Santo –y tal como el papa Francisco lo ha dicho en la homilía de la Misa de inicio del  Itinerario Sinodal del 10 de octubre de este año– en actitud de adoración, de oración y de escucha de la Palabra de Dios les invito a que consideremos los elementos esenciales de la Sinodalidad y las propuestas que de ellos emanan para una Iglesia Sinodal, que puedan así responder no sólo durante el tiempo de realización del Itinerario (Octubre 2021 – Octubre 2023), sino que puedan servir para hacer de la Sinodalidad la forma  propia del caminar de la Iglesia.

Elementos esenciales de la Sinodalidad

El Camino

No podría haber Sínodo si no hubiera camino y no habría camino si éste no hubiera venido a nosotros. por esta razón para nosotros el camino no es algo, es alguien: es Cristo y no porque haya sido un título que nosotros le hayamos dado sino porque Él mismo se designó a sí mismo como el Camino en esa revelación que hace de sí, respondiéndole al apóstol Tomás en el Evangelio de Juan 14,6.

Por esta razón, el elemento fundamental de la Sinodalidad es reconocer que sólo Jesús es el Camino y que nosotros no podemos crearnos un camino alterno ni mucho menos podemos desviarnos del Camino pues sólo Él es quien nos lleva al Padre. La Iglesia traicionaría su vocación sí señalara a los hombres otro camino que no es Jesús.

Los caminantes

Los cristianos, antes de llamarse a sí mismos como Iglesia, se llamaron y fueron llamados como “Los seguidores del Camino”. Este nombre que aparece sobre todo en diversos pasajes de los Hechos de los Apóstoles (9, 12; 18, 24 – 26; 19, 23; 22, 4; 24, 14. 22) nos muestra como en los Primeros Cristianos existía la conciencia de que su ser bautizados implicaba ser itinerantes, ser caminantes, ser peregrinos… pero ya no sobre un territorio geográfico como lo fueron las Tribus de Israel en el desierto, si no como hombres y mujeres que habían sido encontrados por Aquél que es el Camino: Cristo Jesús y que – por lo tanto – no necesitaban inventar el camino porque el Camino había venido a ellos. Por lo que, renunciando a sus extravíos egoístas, comenzaron y continuaron su caminar con la mirada puesta en Jesús, quien inicia y completa nuestra fe (Cfr. Hb12, 2).

La meta

Jesús dejó muy claro que la meta es el Reino del Padre el abrazo del Padre la experiencia de su amor, y que esta meta sólo es posible de alcanzar cuando los caminantes se dejan mover por la acción del Espíritu Santo. Los Hechos de los Apóstoles nos narran como todos y cada uno de los Discípulos del Señor y aquellos que fueron encontrándose con ellos en el Camino, iban moviéndose a lo largo y ancho del Imperio Romano anunciando la Buena Nueva, por lo que más que querer llegar hasta los últimos rincones físicos de la Tierra, el llamado de Jesús era llegar hasta el corazón del último hombre. Por eso no podemos hacernos metas a nuestro antojo, sino que, sabiendo cuál es la meta, caminar hacia ella, abiertos más y más al fuego intenso del Espíritu que impulsa nuestras vidas.

PROPUESTAS PARA UNA IGLESIA SINODAL

A partir de los elementos esenciales de la Sinodalidad de la Iglesia, considero que podemos descubrir propuestas que promuevan una sinodalidad auténtica, pues surgen connaturalmente de estos mismos.

  1. Una Iglesia sinodal necesita (re)encontrarse con Jesucristo Camino y, en Él, a todos y cada uno de aquellos que, tanto por el Bautismo como por la común dignidad humana, están en camino hacia el Padre.
  2. Una Iglesia sinodal requiere actuar como Jesús lo hacía cuando caminaba con sus Discípulos; preguntando, escuchando, compartiendo, pero esta Escucha no puede quedarse sólo en unos cuantos privilegiados, convocados a una asamblea, ni siquiera en los que hayan respondido un cuestionario, sino que debe de abrirse verdaderamente a todo aquel que necesita abrir su corazón para que en sus palabras podamos escuchar el llamado de Jesús a vivir caminando su Evangelio.
  3. Una Iglesia sinodal necesita ser una Iglesia en discernimiento que no se deja vencer por la politización actual de izquierda o derecha, de conservadores o liberales, de fanatismos falsamente tradicionalistas ni de anarquismos falsamente fraternos, sino que en una auténtica hermenéutica de la continuidad escuche la realidad desde la realidad de Dios con los mismos sentimientos y actitudes de Jesucristo (Cfr. Flp. 2, 5)
  4. Una Iglesia sinodal necesita ser una Comunidad de hermanos en la que nos escuchamos sin descalificarnos, sin etiquetarnos y que, reconociendo que todos somos pecadores y que en nuestras acciones muchas veces existen intenciones egoístas, juntos nos disponemos desde nuestra vocación a la santidad y desde nuestras vocaciones específicas (laicales, consagradas, ordenadas) a la vivencia humilde y arriesgada de una Espiritualidad de la Comunión, tal y como San Juan Pablo II lo pedía hace 20 años en la Novo Millennio Ineunte 43.
  5. Una Iglesia sinodal necesita ser una comunidad que confía en el Ministerio Petrino que nos confirma en la fe cada vez que escucha al Pueblo de Dios como portador del sensus fidei, y que acoge las exhortaciones apostólicas no sólo como documentos para biblioteca sino como verdaderos itinerarios para el camino de esta nueva etapa evangelizadora y que nos llevan a crecer en la escucha y el compromiso, sin clericalismos ni laicalismos, sino siendo Evangelizadores con Espíritu, Hombres de la Misericordia y de las Bienaventuranzas.

Conclusión:

Ser Iglesia es ser Sínodo, es decir Comunidad del Camino: Discípulos del Resucitado que, como Saulo, se dejan encontrar y derrumbar por el Señor para que Él retire por las manos de nuestros hermanos, las escamas de nuestros ojos; para que, como Pedro, entremos a la Casa de Cornelio y experimentemos una vez más la irrupción del Espíritu Santo. Para que – en suma – como los partícipes del Concilio de Jerusalén, no hagamos una Iglesia a nuestro modo, si no que nos convirtamos en la Iglesia que el Señor Jesús habita, encarnando y portando la salvación más allá de nuestros límites y esquemas humanos.


Por Cristopher Cortés Pliego. Presbítero de la Arquidiócesis de Puebla de los Ángeles, becario en la PTH Sankt Georgen,Frankfurt am Main, Alemania y miembro de la Academia de Líderes Católicos.