Flor María Ramírez
Licenciada en Relaciones Internacionales por el Colegio de México

No somos los mismos


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En la víspera del cierre de este 2021, año en el que habíamos proclamado el fin de la pandemia por Covid-19, la llegada de una nueva variante nos regresa la sensación de plena fragilidad e incertidumbre.



Las líneas del fin de este episodio de pandemia que habíamos empezado a escribir, tuvieron que ponerse en pausa, quizá borrarse y volver un episodio atrás. Si bien los estudios científicos preliminares no se atreven a ser contundentes todavía y nos presentan una juego de probabilidades de “todo depende de la inmunidad, el refuerzo de la vacunación”.

Para nuestro aliento y tranquilidad debemos considerar que la gravedad de esta variante podría ser menor. No obstante, las noticias nos informan de récords nunca visto en ciudades de alta concentración demográfica como New York, Madrid y Paris. En los últimos días hemos escuchado no solo de un retorno a las restricciones, sino de las  cancelaciones masivas a vuelos por la rápida propagación entre el personal de las aerolíneas.

“Nueva normalidad” que no termina de llegar

Ómicron aunque leve, ¿cómo dimensionar los efectos colaterales? Apenas los estamos viendo.  Como en la economía, algunas de las proyecciones para el 2022, están todavía por confirmarse; asimismo, a nivel personal nuestros propósitos, deseos y anhelos tendrán que darse un aire de nueva realidad.

vuelos cancelados por Ómicron

Foto: EFE

Y es que estamos muy agobiados y cansados emocionalmente y esto se expresa de diversas maneras. Para algunas personas, muy probablemente sin quererlo existe un rechazo a “lo masivo, a la muchedumbre”; otra parte de nosotros añora y busca “normalizar la situación”, hemos ansiado cada día esa “nueva normalidad” que no termina de llegar ni definirse.

Con la pandemia, como ha señalado el papa Francisco (en su Mensaje Urbi et Orbi del 2021) “se pone a prueba nuestra capacidad de relaciones sociales, se refuerza la tendencia a cerrarse, a valerse por uno mismo, a renunciar a salir, a encontrarse, a colaborar. También en el ámbito internacional existe el riesgo de no querer dialogar, el riesgo de que la complejidad de la crisis induzca a elegir atajos, en vez de los caminos más lentos del diálogo; pero son estos, en realidad, los únicos que conducen a la solución de los conflictos y a beneficios compartidos y duraderos”.

Una oportunidad para no ser los mismos

La increíble movilización y el nivel de cooperación que la comunidad científica alcanzó para el desarrollo de una vacuna nos dio visos esperanzadores que la distribución también podría llevarse a cabo de manera eficiente. Pero las campañas de inoculación se han topado no solo con la desigualdad en las condiciones de acceso a la vacuna, sino también con porcentajes altos de desconfianza por parte de la población en muchas regiones del mundo.

Con todas las energías puestas en lidiar con el Covid-19 muchos gobiernos se han olvidado de otras necesidades apremiantes, han pasado por alto la exacerbación de nuevos conflictos y tragedias humanas, se han cerrado al diálogo y han decidido ver una sola crisis.

Nuestra mirada de fe puede hacernos volver a la escritura de un libro abierto que bien puede titularse “No somos los mismos” con un capítulo clave que debiera recordarnos la necesidad de retomar el diálogo adonde y con quien sea que lo hayamos dejado. Seguido de un reinventarnos y un renacer a la luz de un mundo que extraña la ternura, la solidaridad, la amabilidad, la generosidad, la plenitud y la esperanza. Al cierre y al inicio de un nuevo ciclo, estaremos aquí, si Dios nos lo permite como una oportunidad para no ser los mismos, ser más su imagen y guiarnos por su palabra.