José Luis Pinilla
Migraciones. Fundación San Juan del Castillo. Grupos Loyola

Mediterráneo


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Más o menos hace 50 años de la canción de Joan Manuel Serrat, Mediterráneo, con la letra de Antonio Machado (¿o fue al revés?). Cuando Serrat recuerda aquel momento dejó escrito: “Aquel mar calmado de otoño, en soledad. Cómo brillaba la paleta de colores que se vislumbraba en el atardecer. Se me hacía tan bello… Y mientras lo veía me fijaba en este Mediterráneo tan maltratado, que hemos contaminado tanto; este Mediterráneo de tantas culturas y tantos nacimientos es ahora un ataúd más que una cuna, y más que un puente es un campo de alambradas… Me duele que el Mediterráneo sea ahora refugio imposible de tantas migraciones que se enfrentan a nuestra ignorancia para acogerlas”.



Un párrafo que quizás también merezca una canción. Y que recordé al hilo de la película con el mismo título de la canción, una de las tres seleccionadas por la Academia de Cine para representar a España en los premios Oscar. Mediterráneo es una batalla por la supervivencia, una lucha en la que cada vida cuenta, narrada a través del nacimiento de la ONG Open Arms, fruto del sueño (y el empeño) de Òscar Camps.

Una nueva película de Marcel Barrena, y muy buenos actores de la que salí emocionado, no solo por la buena factura del film, sino por la evocación de tanta relación personal con lo allí descrito. Especialmente con ese “color naranja” que “ambienta” la película cuando tantas veces se muestra ese mar de chalecos salvavidas de dicho color que domina muchas veces las escenas tanto en mar como en tierra. Chalecos muchas veces hechos, no solo fácticamente sino paradigmáticamente, de mentira y de engaño, como la de tantas mentiras y engaños con los migrantes ¡tantos¡

La ley del mar es clara

Mientras rememoro esas escenas y veo esas vidas –sacramentos del Dios vivo– me rebelo ante vidas que hunden sus cuerpos como un diluvio en el agua. Sin dejar rastro ni apenas restos. Solo chalecos sin mangas por donde anteriormente muchos brazos querían alcanzar el cielo. Pero muchas veces el Mediterráneo queda como si nada sucediera. Como si los ahogados (muchos sin nombre e identidad) fueran nadie. Y sus familias tuvieran que estar reclamando continuamente que eran y son. Mientras el mar sigue siendo braceado por ejemplares socorristas acompañados por gente buena (por ejemplo, el fotógrafo Santi Palacios) que les animan y también atienden en las cantinas de las plazas y playas porque saben y hace los que viven en las orillas, que la ley del mar es clara: ¡salvar al náufrago como sea¡ Aunque solo se a uno, que dijo el Papa.

Siempre recordaré lo que el ejemplar Camps nos contó alguna vez cuando hicimos modestas gestiones para su encuentro con el Papa. Le regaló a Francisco (¡cuya vida Dios guarde muchos años!) el salvavidas (irónico nombre en este caso!) de una niña de seis años que murió al intentar alcanzar la costa de Lesbos. Como una reliquia. “Nuestra intención era traerle un trocito de realidad de Lesbos”. El Papa colocó el chaleco salvavidas como icono de la Sección de Migrantes del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. Alguna vez lo toqué. Y lo besé como reliquia de santos.

Los sacramentales son extensiones de los siete sacramentos que nos ayudan a ver y acoger la gracia de Dios en nuestro día a día. Como lo son la canción de Serrat, la película de Marcel Barrena, el chaleco salvavidas…

Y bien lo sabemos: no solo son de los migrantes los fondos de los mares a donde les arrojamos; también es suya la tierra. Allá y acá, ciertamente me acercan a Dios.