Cardenal Cristóbal López Romero
Cardenal arzobispo de Rabat

La media capa de san Martín


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Pasé once años, de 1973 a 1984, viviendo en Barcelona, en la parroquia de San Martín de Provençals, que es el de Tours: seis años de estudio y trabajo y mis primeros cinco como sacerdote. El 11 de noviembre celebramos su fiesta.



La iglesia parroquial está por cumplir mil años; detrás del altar, reinaba una pintura mural, tan colosal como simple e inocente, presentando al santo sobre un soberbio caballo blanco, partiendo su capa en dos para darle la mitad a un pobre que tiritaba de frío. A esas alturas, Martín era todavía un joven soldado del ejército imperial romano.

Siempre me intrigó por qué le dio solo la mitad de la capa y no toda entera, hasta que alguien me explicó que, en el ejército romano, para obligar a los soldados a cuidar lo mejor posible de la ropa, las prendas se pagaban a medias: la mitad la pagaba el ejército y la otra mitad el propio militar. Con lo que, estrictamente hablando, a Martín solo le pertenecía la mitad de la capa que llevaba: la otra mitad era del ejército. Así que Martín entrega a aquel mendigo solo aquello que a él le pertenece: la otra mitad de la capa no la puede regalar, porque no es suya.

La “historia” cuenta que esa noche Martín, a la sazón catecúmeno, vio en sueños a Jesús, que vino hacia él revestido con la mitad de la capa entregada al pobre, agradeciéndole el gesto. Al día siguiente, Martín corrió a pedir el bautismo. Se hizo monje, fue ordenado sacerdote y obispo, y fue el primer santo no mártir.

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La historia de la media capa debe tener fundamento, porque numerosas iglesias reclamaron guardar una reliquia de este trozo de capa; a esos lugares de culto se les dio el nombre de capilla, porque contenían una parte de la capa de san Martín. Y capellán es el sacerdote que está a cargo de una capilla.

Pero no es la filología lo que nos interesa; ni la meteorología, que en el hemisferio norte habla del “veranillo de san Martin”; ni la chacinería, porque “a cada cerdo le llega su san Martín”, ya que por esta época tenía lugar la matanza.

Lo que me importa es preguntarme, y preguntarte, qué mitad de lo que uso, tengo y soy, voy a compartir con los pobres.

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