Juan del Río, arzobispo Castrense de España
Arzobispo Castrense de España

La impotencia de no poder estar ahí


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El título de la reflexión de hoy responde al sentimiento y expresión de un capellán militar ante varias muertes por coronavirus que han sucedido este fin de semana en su parroquia. Algunos de los fallecidos eran estrechos colaboradores de Cáritas Castrense. La normativa vigente para esos casos es estricta y la situación de pandemia la padecemos todos. Pero la caridad cristiana y el celo apostólico supera cualquier estado de impotencia.



Así pues, este sacerdote convirtió el móvil en un púlpito para que sus palabras de esperanza y consuelo llegasen a esos familiares que estaban destrozados. Como conocedor de las nuevas tecnologías, pronto realizó un vídeo homenaje a los fallecidos, organizó vía Internet el rezo del santo Rosario, la plegaria por los difuntos y ofreció la Santa Misa online, que celebra todos los días. La imposibilidad física fue suplida por la creatividad pastoral y caritativa. A estas familias cristianas no le faltaron la cercanía de su párroco, ni de su obispo.

La Iglesia no se ha ido de vacaciones

La actuación pastoral de este párroco es una humilde muestra de lo mucho que están haciendo sacerdotes, religiosos y laicos, que de pronto han, entrado con más o menos técnica y acierto, en las redes sociales para llevar una palabra de aliento a los abatidos, a los que están solos, a los que lloran la perdida de sus seres queridos. La Iglesia en España no se ha ido de vacaciones.

Los pastores estamos en nuestros puestos y colaborando al máximo con la ciudadanía, ofreciendo lo que somos y tenemos. Cáritas y otras asociaciones caritativas no han cerrado y siguen muy pendientes de los más vulnerables, sobre todo de los ancianos y los sin techo. Muchos conventos de clausura colaboran, no solo con el tesoro de sus oraciones por los infectados y difuntos, sino también haciendo mascarillas y otros materiales necesarios que se les piden y pueden hacer. No faltan los católicos anónimos que están atentos al “necesitado de la puerta de al lado”.

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En este período de emergencia sanitaria, tiene que brillar la santidad samaritana, cada uno desde su vocación y desde el lugar en que se encuentre enclaustrado. Los cristianos debemos estar en primera línea de esta guerra contra el COVID-19, junto con los otros colectivos sociales; porque unidos, sirviendo a los que sufren, hacemos realidad que Dios es Padre de todos. Debemos ser fuertes con lo que se nos pueda venir encima, no bajar la guardia de la cercana caridad pastoral y, por encima de todo, no desconfiemos de que el Señor es nuestro único Buen Pastor, y “aunque caminemos por cañadas oscuras, nada temeremos porque su vara y cayado nos sosiegan” (Sal 22).