Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

La hipocresía buena: para salvar una relación


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Cuando las relaciones se vuelven tóxicas y degenerativas porque en el otro existe un déficit emocional y/o franca maldad, a pesar de todo nuestro esfuerzo y dedicación, el mayor amor –de no ser posible cortar el vínculo– es aprender a aplicar una “hipocresía buena” que nos ayude a salvar la relación y la paz personal.



Todos anhelamos tener vínculos de confianza donde los problemas se puedan conversar y ojalá resolver. Todos soñamos con amar y ser amados, complementándonos en nuestra riquezas y pobrezas. Tratamos de ser auténticos, honestos, transparentes y abiertos a la diversidad para entrar en diálogo y crecer juntos, tomando los conflictos con amorosidad y paz. Sin embargo, hay “maestros” que se nos atraviesan en el camino con los que es imposible razonar.

Corazón anestesiado

Son sordos, ciegos y con un corazón anestesiado, incapaz de conectar con los demás. Son los llamados narcisos, que se creen dueños de la verdad y son como “elefantes en cristalería”, rompiendo todo a su paso con inconsciencia total.

Por más que les tratemos de mostrar, enseñar o corregir, son incapaces de ponerse en el lugar de otros y, para peor, se victimizan y te devuelven agresión y violencia capaz de matar. Frente a ellos, ni siquiera vale la pena pelear, desgastarse en discusiones inútiles que les son como idioma “chino mandarín” para su inteligencia psico-espiritual.

Claramente, alejarse podría ser lo más aconsejable frente a tanta impotencia y toxicidad; pero, ¿qué hacer si son familiares, vínculos cercanos con los que sí o sí debes lidiar? Una vez más, el mismo Cristo nos puede enseñar un modo de zafar sin salir dañados ni dañar.

  • La mujer sorprendida en adulterio: ganar tiempo para pensar y descolocar al oponente con un amor mayor al que pueda contrastar. Al mismo Jesús, los fariseos le pusieron en una encrucijada mortal. Lo que contestase suponía destrucción, y él optó por ganar tiempo escribiendo en el suelo y pensando cómo zafar y salvar a la mujer, sin avalar tampoco su conducta, que estaba mal. Muchas veces, este modo de actuar nos puede ayudar porque es soslayar el conflicto y elevar la discusión a otra dimensión.
  • Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios: esta encrucijada también puso al Señor sobre la espada y la pared y él, en vez de “caer” en el juego dualista, corta por poner cada cosa en su lugar, sin pelear ni meterse en la decisión. Con las personas narcisas y/o tóxicas no vale la pena invertir fuerzas en la discusión, diciéndoles todo lo que pensamos y sentimos. Una frase clara y definitoria puede ayudarnos a poner corte a un desangre del alma que será inútil y que nos podría matar.

Hipocresía “buena”, los matices que hay que salvar

Como cristianos, ciertamente debemos aspirar a la mayor fraternidad y compasión con nuestros hermanos, en especial con los que nos cuestan más. También estamos llamados a ser auténticos y a amar sin condición al prójimo y ser sus sacramentos y testigos de la verdad. Sin embargo, cuando hacer eso significa el daño de nuestra salud psíquica, espiritual y hasta física, también faltamos al primer mandamiento que nos enseñó Jesús de amar al prójimo como a nosotros mismos y cuidar a las personas en primer lugar. Debemos poner límites sanadores al actuar tóxico de unos pocos que hacen mucho mal y aprender a seguir relacionándonos de un modo astuto y manso que nos permita vivir en paz.

En vez de cortar el vínculo, rechazarlos o vivir en una guerra campal, la hipocresía de fingir amabilidad, darles en el gusto en lo que sea adecuado y solo luchar por lo esencial es una tregua que permite recuperar fuerzas y pensar salidas sabias que nos ayuden a lidiar con otros sin dañarnos ni dañar.

Formas de hipocresía buena

Existen algunos recursos que nos pueden ayudar a cuidar y mantener una relación con una persona incapaz de amar y ver a los demás:

  • El buen humor: reírnos y no caer en la “terribilitis” ni el drama supremo es clave para mantenernos sanos y en una frecuencia alta frente a sus modos de actuar.
  • La ironía: es muy cercana al humor, pero es una suerte de “despiche” del dolor que nos causan estas relaciones, aunque sin entrar en directo conflicto o tensión. Decirles medias verdades o finas ironías nos sana el dolor interno y a ellos, muchas veces, les resbala, sin notar nuestra verdadera intención.
  • Hacernos los tontos: hacerles creer que tienen todo el poder y la razón es una muy buena forma de enfrentar a estas personas adictas a la vanagloria y el control. Esto les permite bajar las defensas y disminuir los ataques y maldad hacia nosotros, creyéndonos dóciles e incapaces de pensar diferente a ellos. Lo más peligroso es tratar con personas que caen en el efecto Dunning-Kruger, sesgo cognitivo en virtud del cual individuos incompetentes tienden a sobreestimar su habilidad y donde los individuos altamente competentes tienden a subestimar su habilidad en relación con la de otros.
  • “Embolinar la perdiz”: este dicho chileno hace alusión a confundir al otro con frases rebuscadas y complejas que no vayan directas al punto en cuestión y que nos permitan salir del enfrentamiento directo y enredar la conversación.
  • Mantener una distancia prudente para hacerles creer que estamos de su lado: nada peor que declararles la guerra; mejor es que crean que somos sus aliados, pero con ciertos reparos para que nos tengan que “conquistar” cada vez con sus artimañas.
  • Enemigo que huye, puente de plata”: si las circunstancias de la vida nos ayudan y estas personas se quieren alejar de nosotros, facilitemos el alejamiento sin culpa, pues es una relación que no nos hace bien.
  • “Partir con la de ellos, salir con la de Dios”: es todo un arte relacional poder partir desde los egoísmos, codicias y enfermedades espirituales de otro y poder llevarlo al mayor bien posible y al corazón de Dios. Pero no estamos solos en este campo y Dios provee y proveerá fuerzas para avanzar.

No se trata de ser falsos ni poco transparentes en nuestros vínculos; tampoco de perder totalmente las esperanzas ni la fe en que las personas puedan mejorar. Y, claro, sin caer en el “sincericidio” donde mostrar todo lo que sentimos y pensamos del otro nos lleve a la tercera guerra mundial. La hipocresía buena es lo contrario a ese “sincericidio” mencionado. En cuanto a que es un fingir y aparentar cariño, respeto, admiración y afecto por quien sentimos todo lo contrario, puede ser el mayor amor y fidelidad a una relación que es lo único que puede dar.

Trinidad Ried es presidenta de la Fundación Vínculo