El C-9: la cocina del Papa convertida en un batiburrillo despistado


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Según William Shakespeare, “jamás el camino del verdadero amor se vio exento de borrascas”. Habrá que perdonar al Papa por pensar lo mismo dados los esfuerzos para reformar la Curia romana, es decir, la burocracia vaticana.

Francisco fue elegido en marzo de 2013 en parte para limpiar lo que se percibía como un desorden gubernamental, y poco después creó un nuevo organismo para que le aconsejara sobre la reforma -un consejo de ocho cardenales de todo el mundo, rápidamente bautizado como C-8. Tras el añadido del nuevo secretario de Estado, el italiano Pietro Parolin, se convirtió en el C-9.

Hasta la fecha, muchos observadores dirán que los resultados han sido un poco desalentadores: la creación de tres estructuras financieras de control que parecen a la deriva, una reforma de la oficina de comunicación del Vaticano que recientemente protagonizó el fiasco de la “carta de Benedicto”, y en general, un sentimiento bastante extendido de confusión sobre lo que se suponía iba a ser o hacia dónde va la reforma.

La vigesimocuarta reunión, sin Pell

Esta semana, el C-9 mantuvo su vigesimocuarta reunión, en cuya agenda se incluía el status teológico de las conferencias nacionales y regionales, recursos humanos y la contención de gastos en el Vaticano y procedimientos más rápidos en la Congregación para la Doctrina de la Fe para manejar cargos contra el clero por el abuso de menores.

Aunque realmente, uno puede pensar que esos no serían los únicos temas a tratar, porque de hecho, por lo menos cinco de ellos llegaron a la reunión con razones contundentes para estar distraídos. Uno de ellos ni si quiera estaba en la habitación, ni lo ha estado durante bastante tiempo: el cardenal George Pell, que está de excedencia mientras combate los cargos de abusos sexuales en su país natal.

Un juez australiano debe decidir la semana que viene si el caso contra Pell llega a juicio o no. Dependiendo de lo que ocurra, puede que Pell no vuelva nunca al C-9.

Errázuriz y los abusos en Chile

Mientras, el cardenal de 84 años Francisco Errázuriz Ossa, de Chile, tiene en la mente la reunión a mediados de mayo, de sus 32 obispos compatriotas con Francisco. Esta sesión se da por el peor escándalo de abuso sexual habido en una nación sudamericana, provocado por las acusaciones a ciertos miembros de la jerarquía chilena de hacer oídos sordos a los crímenes cometidos por el sacerdote Fernando Karadima.

Las víctimas y críticos de la respuesta de la Iglesia a este escándalo han señalado a Errázuriz como la figura causante de la mala información transmitida al Papa. El propio Errázuriz afronta duras acusaciones sobre su papel en el escándalo, incluyendo acusaciones dolorosas de una de las víctimas de Karadima, quien le llamó “hombre miserable… cuya maldad es conocida”.

Si vamos más allá, el foco en Errázuriz puede extenderse no solo a su papel en el caso Karadima, sino a una potencial participación en otros también, algunos de los cuales, según los observadores chilenos advierten, pueden ser incluso más explosivos.

Marx y la comunión de los protestantes

El cardenal Reinhard Marx, de Alemania, mientras, está intentando apagar fuegos relacionados con el plan de los obispos alemanes de permitir a los esposos protestantes de católicos recibir la comunión en la misa católica, en casos individuales y bajo ciertas condiciones, siempre y cuando estos afirmen la fe católica en la Eucaristía.

Los medios sugerían que el plan había sido vetado por la Congregación para la Doctrina de la Fe, aunque los obispos alemanes han negado estos términos. Marx es el presidente de la Conferencia Episcopal Alemana y había sido invitado por Francisco para discutir la situación…

No es la primera vez que una iniciativa pastoral de los obispos alemanes ha causado cierta marejada en Roma, no es la primera vez que una minoría de estos obispos ha puesto objeciones. Un grupo de siete obispos liderado por el cardenal Rainer Woelki de Colonia, escribió al Vaticano para pedir “clarificaciones” en la propuesta, que es como un atajo para bloquearlo o retrasarlo.

O’Malley y la Comisión de Abusos

Sean O’Malley, cardenal de Boston, no está absorto en ningún escándalo o controversia doctrinal, pero como presidente de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores, está pendiente de los desafíos sobre el abuso que afronta la Iglesia hoy en día.

Está ocupado en ayudar a los nuevos miembros de la comisión a hacerlo lo mejor posible, y al mismo tiempo, se interesa por el drama de Chile, ya que fue su propia crítica hacia la reacción del Papa cuando acusó a las víctimas de calumnia en enero, la que pudo ayudar a cambiar la idea que tenía Francisco, pues fue O’Malley el que le presentó una carta de las víctimas chilenas.

Maradiaga, objeto de los ataques

Finalmente, el coordinador del C9, el cardenal Óscar Ándres Rodríguez Maradiaga, de Honduras, también tiene sus propias distracciones estos días, incluyendo acusaciones de antiguos seminaristas por conducta inapropiada de su propio auxiliar, Pineda Fasquelle, de la Archidiócesis de Tegucigalpa.

Los medios sugieren que llevó a cabo una investigación papal y que pudo incluir alegaciones de irregularidades financieras contra el propio Maradiaga, aunque este ha negado contundentemente estas acusaciones, llamándolas “medias verdades que son al final, peores mentiras” sugiriendo que le atacan para hacer descarrilar las reformas de Francisco.

Maradiaga también ha tenido desafíos por su salud, ya que ha tenido que seguir un tratamiento de quimioterapia en Houston a principios de este año por un cáncer de próstata.

Quizá los miembros del C-9, después de todo, podrán traer el foco necesario al problema de sacar adelante una estrategia significativa de reforma, una que pueda disipar la creciente sospecha entre muchos observadores, de que la cosa está paralizada. Si eso no ocurre, probablemente no tendremos que buscar muy lejos para saber por qué.