Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

Impotentes frente al mal


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Resulta difícil creer que, tras los incendios que afectan a numerosos chilenos, sus hogares, empleos y vastas extensiones de bosques y cerros, haya individuos que deliberadamente los provoquen con el propósito de sembrar destrucción, muerte y sufrimiento. Las evidencias nos dejan impotentes y desesperanzados sobre cómo reaccionar y tratar de comprender qué los puede motivar. No obstante, nuestra paz no debe centrarse en erradicar el mal que amenaza la tierra, sino en evitar que nos despoje de la capacidad de amar.



A pesar de lo estruendoso, escandaloso y abrumador que pueda ser el actuar de unos pocos que matan, torturan, abusan, queman y destruyen, su camino inevitablemente los arrastra hacia una espiral de autoaniquilación, convirtiéndose en un infierno viviente. Su triunfo es meramente ilusorio y debemos confiar en Dios el destino de ellos, ya que es un misterio que nos supera y no nos corresponde juzgar sus historias ni acciones.

Riesgos de la maldad

Uno de los mayores peligros que debemos evitar ante la manifestación evidente del mal es que nuestra energía se centre exclusivamente en él, en lugar de dirigirla hacia el bien que emerge incluso en medio del sufrimiento que provoca. Sus “llamas” pueden destruir nuestra confianza en los demás, la fe en la bondad del ser humano, la solidaridad mutua que nos ha mantenido vivos, el cuidado que nos debemos y convertirnos es seres amargados, indolentes, individualistas y paranoicos del resto. Ciertamente, es fuerte el veneno que unos pocos inoculan en la sociedad; por ello, la importancia de poner en perspectiva su actuar y tener a mano los antídotos para sacar bien del mal.

La impotencia ante imágenes desgarradoras, testimonios de los afectados y la situación actual puede mitigarse al dirigir nuestra atención hacia los millones de gestos humanitarios, la respuesta inmediata de todo un país en solidaridad, la ayuda internacional, el incansable trabajo de los bomberos (voluntarios en su totalidad en Chile, sin recibir pago alguno), las campañas locales y nacionales para aliviar el sufrimiento, y la dedicación de los servicios públicos, entre otros. Un punto de maldad genera ondas de bondad. Un misterio, una vez más, pero es ahí donde podemos apostar para recuperar las fuerzas y reaccionar.

Incendio en Chile

La tensión interna y externa

Cuando suceden catástrofes como las que ahora están sucediendo en Chile con los incendios, pero que muchos países también experimentan en su realidad, como cristianos se nos produce una doble tensión que ayuda transparentar. Por una parte, es posible que surjan varias interrogantes personales difíciles de contestar: ¿qué no he hecho para que existan personas con tanta maldad? ¿Estaré colaborando con lo justo? ¿Cómo ser otro Cristo en estos momentos? ¿Qué me pide Dios en esta oportunidad? También a nivel social se produce una tensión porque surgen preguntas legítimas sobre la gestión de las autoridades, las leyes que nos rigen, la educación, las organizaciones y muchas variables más, que entran en juego en situaciones de crisis.

Las tensiones se convierten en verdaderas espadas a nivel espiritual, emocional, cognitivo y corporal, y cada cual las trata de resolver de acuerdo con sus dones y su sensibilidad. Pero la clave está en sacar bien del mal; ver cómo sostener la pérdida de vidas y bienes a tantos que necesitan nuestra creatividad y generosidad; analizar qué se puede mejorar en contingencias como estas a nivel político, educacional y familiar; realizar proyectos que permitan reconstruir y generar nuevas estructuras físicas y sociales que armen comunidad; aumentar la oración y la fe para contar con la certeza de que “esto también pasará” y el Señor nos mostrará caminos de sanación y paz.

Como humanidad, nunca hemos estado solos. Dios se hace carne en millones de pequeños gestos amorosos cotidianos y concretos que nos consuelan, contienen y devuelven la esperanza en la vida. Él es y siempre será mucho más grande que un foco incendiario de maldad.