¿Hay antisemitismo hoy entre nosotros?


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Hace poco caía en mis manos el libro ‘Viaje a Jerusalén’, de Pierre Loti (La Línea del Horizonte, 2021). Se trata de la versión española de un libro que vio la luz originalmente en 1895, fruto de un viaje del autor –aventurero y escritor de libros de viaje, miembro de las Academias Goncourt y Francesa– a algunos lugares de Oriente Próximo, como Gaza, Hebrón…, y, por supuesto, la propia Jerusalén. El libro es interesante, porque, entre otras cosas, uno puede ver aquellos sitios tal como estaban a finales del siglo XIX, como los pintó, por ejemplo, el pintor británico romántico David Roberts (1796-1894). De hecho, el libro de Loti está ilustrado con unas cuantas fotografías de la época en las que se ven algunos lugares, como la puerta de Damasco, en Jerusalén, o tipos humanos, como un patriarca armenio, mujeres beduinas o judíos jerosolimitanos.



Profundo antisemitismo

Pero algo que hoy llama la atención del libro es el profundo antisemitismo que destila en sus descripciones de los judíos, que podrían rivalizar con las que se hacían en la Alemania de los años treinta. Valga como ejemplo el siguiente texto: “Los rostros [de los judíos], que se vuelven a medias para contemplarnos, son casi todos de una fealdad especial, de una fealdad estremecedora, ¡tan delgados, astutos, con esos arteros ojitos tan inquietos y llorosos, bajo caídos párpados muertos! Su tez blanca rosada, como cera malsana […] Hay, sobre todo, ancianos y ancianas de torva expresión, astuta, despreciable […] Penetrando en el interior de la judería, mi impresión es, sobre todo, de conmoción, inquietud y casi pavor” (pp. 110-111).

Dos menores judíos se abrazan en las calles de la ciudad vieja de Jerusalén Tierra Santa

Dos menores judíos se abrazan en las calles de la ciudad vieja de Jerusalén

Ante la descripción de esas narices afiladas y espinazos encorvados, ojos ladeados que se clavan furtivos, al autor le parece lógico concluir: “Realmente deja un estigma imborrable haber crucificado a Jesús; tal vez es menester venir aquí para convencerse de ello, pero es indiscutible, es el símbolo grabado en sus frentes, un sello de oprobio con el cual está marcada esta raza” (p. 111).

Por desgracia, el antisemitismo sigue presente hoy entre nosotros. El “motivo” ya no suele ser la responsabilidad en la muerte de Jesús, sino las políticas del Gobierno de Israel. Pero lo que se autodenomina “antisionismo” no deja de ser un mal disfraz moderno del antisemitismo de siempre, como demuestran, por ejemplo, los boicots a cantantes o profesores de universidad judíos cuyo único “crimen” es tener pasaporte israelí.