¿Hasta qué punto utilizamos el sentido común?


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En esta campaña electoral a las elecciones en la Comunidad de Madrid han tenido lugar unas amenazas consistentes en el envío de unos sobres con balas a algún candidato y a diversos cargos institucionales. A este respecto, la que era candidata por el Partido Popular, Isabel Díaz Ayuso, afirmó: “A mí me llegan a mandar un abrelatas de una lata de mejillones y el responsable de seguridad de la Puerta del Sol no vuelve a trabajar. Si no son capaces de gestionar el escáner de tres instituciones, como para gestionar Barajas o un país”.



No sé si la señora Díaz Ayuso era consciente de que en esas palabras estaba utilizando un procedimiento que tanto en lógica como en retórica se denomina ‘a fortiori’, que consiste en una “forma de argumentación por la que se saca una consecuencia de una cosa en vista de la conclusión que se sacó de otra para la cual había menor motivo”.

El Sermón de la montaña

En el Nuevo Testamento también se emplea ese recurso para argumentar. Así lo hace Jesús, por ejemplo, cuando dice en el Sermón de la montaña: “No estéis agobiados por vuestra vida pensando qué vais a comer, ni por vuestro cuerpo pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad los pájaros del cielo: no siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos?” (Mt 6,25-26). Lo que se aplica a los pájaros, ¿cómo no hacerlo con mayor motivo a los seres humanos?

También encontramos el argumento ‘a fortiori’ en la primera carta a Timoteo, cuando se plantean las “condiciones” que debe reunir el obispo. Dice el texto que ha de ser “irreprochable, marido de una sola mujer, sobrio, sensato, ordenado, hospitalario, hábil para enseñar, no dado al vino ni amigo de reyertas, sino comprensivo; que no sea agresivo ni amigo del dinero; que gobierne bien su propia casa y se haga obedecer de sus hijos con todo respeto. Pues si uno no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la Iglesia de Dios?” (1 Tim 3,2-5).

Es muy posible que en alguna ocasión todos hayamos utilizado el argumento ‘a fortiori’ en nuestra vida, aun sin saber que se llamaba así o ni siquiera que lo estábamos empleando. Sea como fuere, lo importante es el sentido común, que es el que en realidad posibilita la mencionada forma de argumentar.