Grandes aportes y legados del pontificado de Francisco: La Iglesia como pueblo de Dios


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Una novedad particular del Concilio Vaticano II fue presentarnos la renovada eclesiología del pueblo de Dios. Este pueblo caracterizado a través de una alianza, fue invitado a unirse para conocer la verdad y servir con una vida santa.



Todo este amplio proyecto surgió como iniciativa divina, reconociendo al mismo pueblo, como pueblo mesiánico que tiene como identidad: la dignidad y la libertad de los hijos de Dios¸ como ley: el mandamiento del amor, como destino: el Reino de Dios. Una renovación señalada también como el nuevo pueblo de Israel que camina, peregrina y se inserta en la historia de la humanidad (Cf. LG 9). Por tanto, este aporte conciliar, desde la imagen de la Iglesia como pueblo, sin duda alguna que “designa el conjunto o la totalidad de los fieles que pertenecen a Dios; también de forma más especifica significa el pueblo que forma la Iglesia”[1], una metáfora que busca superar la dualidad entre el clero y el laicado, y por ende, presentar y ampliar el significado de la Iglesia y más concretamente como pueblo de Dios.

Francisco, un gesto del pueblo y para el pueblo

Los gestos, las acciones y las palabras del papa Francisco a lo largo de su pontificado, han sido importantes, puesto que ha venido profundizando y colocando en evidencia el sentido de una eclesiología que parte y se identifica desde el pueblo y para el pueblo. Para el papa Francisco esta imagen de la Iglesia, es un punto necesario y a su vez indispensable, puesto que la misma Iglesia requiere siempre de reflexión y planteamiento acerca de su propia experiencia.

Lo pudimos notar desde su elección como Papa, al invitar al pueblo como Iglesia, a comenzar un camino de fraternidad, confianza y amor entre todos, al igual la petición que realizó de hacerse bendecir por el pueblo y que en la actualidad aún se repite. Con estos gentos, queda claro el desafío asumido desde hace un par de años: recuperar, retornar y reverdecer un concepto eclesiológico fundamental como lo es Pueblo de Dios[2], puesto que el titulo “Pueblo de Dios” luego del Sínodo de 1985 había “reducido progresivamente su presencia y en cierto sentido su uso” (‘Eclesiología’, Salvador Pié-Ninot pág. 154).

Clave de lectura desde la vida pastoral

La manifestación de los gestos y palabras son frutos de una experiencia pastoral, es la lógica conciliar que se va actualizando y que surge como fruto de diversos encuentros personales (barrios pobres o llamadas villas miserias), gobierno de la Iglesia (como arzobispo), acciones concretas y dinámicas que van mostrando maneras diversas de concebir la Iglesia. El papa Francisco, ha ido revitalizando la comprensión de la Iglesia como pueblo de Dios, y así lo ha hecho en diversos documentos, entre ellos: la Exhortación postsinodal ‘Evangelli gaudium’, considerada como hoja de ruta de su pontificado. Durante algunas entrevistas, concretamente la primera concedida a revista italiana La Civilltá Cattolica, donde hace alusión a la imagen de la Iglesia como el santo pueblo de Dios, tomada de la ‘Lumen gentium’ número 12. Manifestando que dicha definición es de su gusto y la usa, ya que la Iglesia es el pueblo de Dios que camina en la historia, con alegrías y dolores.

Igualmente lo hace en la carta que dirige al cardenal Marc Quellet en el año 2016, donde señala que “Evocar al Santo Pueblo fiel de Dios, es evocar el horizonte al que estamos invitados a mirar y desde donde reflexionar. El Santo Pueblo fiel de Dios es al que como pastores estamos continuamente invitados a mirar, proteger, acompañar, sostener y servir [….  Mirar al Pueblo de Dios, es recordar que todos ingresamos a la Iglesia como laicos [… Nos hace bien recordar que la Iglesia no es una elite de los sacerdotes, de los consagrados, de los obispos, sino que todos formamos el Santo Pueblo fiel de Dios. Olvidarnos de esto acarrea varios riesgos y deformaciones tanto en nuestra propia vivencia personal como comunitaria del ministerio que la Iglesia nos ha confiado”.

Participación del pueblo de Dios

Conforme a las experiencias y a la propuesta renovadora de la Iglesia en el mundo actual, el papa Francisco a lo largo de la ‘Evangelii gaudium’, nos va ofreciendo una serie de aspectos a considerar, no como lectura formativa que establece solo pautas, sino como comprensión del ser y que hacer de la Iglesia como Pueblo de Dios, teniendo como oportunidad encarnar dicha comprensión en la propia vida de creyente. Desde allí, busca la participación de todo el pueblo en la vida de la Iglesia, de mujeres y varones, de laicos y clérigos, de jóvenes y ancianos (cf. EG 68 – 75 y 111 – 134).

Para que esto haga efecto en la vida de la Iglesia, el papa Francisco señala la importancia de una “conversión pastoral” (EG 25) “que no es otra cosa que el ejercicio de la maternidad de Iglesia […]  una Iglesia capaz de redescubrir las entrañas maternas de la misericordia” (Discurso del papa Francisco a los Obispo brasileños en Rio de Janeiro 27/07/2013). Es identificar la Iglesia como lugar de misericordia inmerecida, de encuentro y apertura, que cura y ama, que recibe, capacita y forma para continuar adelante.

Al igual podemos señalar, para que haya una participación del pueblo de Dios, es importante erradicar el excesivo clericalismo que no permite despertar los carismas y deseos de sentir que todos somos Iglesia, pueblo santo de Dios. Los laicos, señala el papa Francisco, “son simplemente la inmensa mayoría del pueblo de Dios. A su servicio está la minoría de los ministros ordenados” (EG 102). La misión de la Iglesia es compromiso de todos, todo el pueblo de Dios tiene como desafío cultivar los valores cristianos en el mundo social, económico y político. Para que esto sea una realidad, es necesario que los laicos sean formados y acompañados (Cf. 102).

También se indica como un desafío asumido en el pontificado del papa Francisco y que es participación del pueblo de Dios, la incorporación de las mujeres en diversos ámbitos de la Iglesia (Cf. 104). Cada una de ellas puede aportar y enriquecer el caminar del pueblo de Dios.

Los jóvenes, como protagonistas de una acción renovadora, también se convierten en sujetos de participación eclesial. Ellos con su creatividad, inteligencia y fuerza vital, llaman a despertar y acrecentar el entusiasmo de la misma humanidad, ellos son la esperanza del pueblo y si son la esperanza del pueblo lo son de la Iglesia (Cf. 108).

Por tanto, podemos continuar resaltando muchos agentes que tienen cabida en la participación eclesial. Todo ello nos lleva a situar que somos pueblo de Dios, que tenemos compromisos y que debemos identificarnos como Iglesia y con la Iglesia. Ese ha sido el desafío del Papa, hacer de la Iglesia una experiencia que permita identificarnos que somos pueblo, no cualquier pueblo, sino pueblo de Dios y solo desde allí ser signo profético de salvación.

[1] Salvatore Pieè-Ninot pag 153.

[2] Cf.  Santiago madrinal, el giro antropologico del CVII.  Pag 167


Por Pbro. Jean Carlos Medina Poveda. Sacerdote Diócesis de San Cristóbal – Venezuela. Coordinador de la Facultad de Ciencias de la Religión de la Universidad Católica del Táchira y miembro de la Academia Latinoamericana de Líderes Católicos.