Redactor de Vida Nueva Digital y de la revista Vida Nueva

¿Es necesario un nuevo dogma mariano?


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La carta

En internet uno puede protestar por una expulsión injusta de Gran Hermano, votar por el nuevo diseño para las obras de Plaza España, acusar al papa Francisco de hereje o pedir un nuevo dogma mariano. Una web internacional, https://openletterformary.com/, ofrece el manifiesto fundacional de una especie de movimiento que reclama de nuevo un dogma que defina la función que la Virgen María ha tenido en la Historia de la Salvación.

Esta búsqueda de una palabra mágica se produce una vez que no han calado expresiones como las que dicen que María es corredentora o “medianera no mediadora”… y otras perlas teológicas. Desde el Vaticano I, en el XIX, esta propuesta teológica, de hecho, se ha ido aparcando unas cuantas veces. La web ofrece una carta firmada el 22 de agosto de 2019, día en el que la liturgia conmemora una fiesta (menor) dedicada a Nuestra Señora, la realeza de María.

La misiva va dirigida al papa Francisco y cuenta con apoyos como los de los veteranos cardenales: Juan Sandoval, arzobispo emérito de Guadalajara (México) y Telesphore Toppo, arzobispo emérito de Ranchi (India). También 4 obispos estampan su rúbrica: Félix Job, arzobispo emérito de Ibadán (Nigeria); John Keenan, de Paisley (Escocia); David Ricken, de Green Bay (Estados Unidos); y Antonio Baseotto, C.SS.R., obispo emérito castrense argentino.

La fundamentación la encuentran los prelados en el sufrimiento creado en el mundo por la degradación política, económica y moral, que es expresión de la lucha espiritual entre el bien y el mal. Una batalla para la que no basta la ayuda del Señor, sino que necesita del impulso de los ángeles y de la Madre de Dios. Y nada mejor que definir dogmáticamente el “papel corredentor” de Nuestra Señora para que esta pueda, por fin, “ejercer plenamente su mediación maternal por nosotros”. Pero, esto no es todo. Además, el nuevo dogma supondrá “un nuevo efluvio histórico del Espíritu Santo”, garantizan los obispos.

Si este dogma ha sido desechado en el pasado es, creo entender, porque va más allá de los privilegios personales de la llamada a ser la Madre de Dios y diluyéndose una salvación absoluta y universal en Cristo –que es Dios, por mucho que Scalfari lo intuya de sus conversaciones con Francisco–. Hasta ahora, decir que María es Virgen, la Madre de Dios, que ha sido concebida de forma inmaculada o que ha sido asunta al Cielo en cuerpo y alma no es más que una preparación o anticipación del plan salvador de Dios es una mujer que protagoniza, sin duda, una página decisiva en la Historia de la Salvación –al menos tal como la interpretamos los católicos–. Unos privilegios que María vive, como le gusta decir al Papa, como una chica normal de pueblo, una pobre de Yahvé y, por lo tanto, principal destinataria del mensaje redentor de Dios.

Esto no parece ser bastante para estos ilustres prelados que necesitan un pronunciamiento solemne de “su papel humano pero crucial en el plan salvífico de Dios, como la nueva Eva junto al nuevo Adán, como la Madre Espiritual de toda la humanidad”.

Virgen María

Los intentos

En Vatican Insider de La Stampa han acogido un breve estudio del teólogo estadounidense Robert Fastiggi, que es profesor de Teología Sistemática en el seminario de Detroit. Repasando la historia, Fastiggi presenta algunos autores que a comienzos del siglo XX habían esbozado una propuesta sobre María como “Mediadora de todas las gracias”, llegando algún obispo belga pidiendo cierto gesto. Tanto es así que Benedicto XVI creó en 1921 una fiesta ‘ad hoc’. Como ocurrió en el Vaticano I no estaba madura la reflexión para el pontífice. Distintos congresos marianos internacionales volvieron a la carga cristalizándose una petición de un buen número de obispos para que hubiera dogma mariano en el concilio convocado por Juan XXIII. Para unos los de mediadora se quedaba insuficiente y acuñaron la expresión Corredentora. Otras discusiones marianas a parte, hasta en los borradores se suavizaron o sencillamente se desecharon estas expresiones.

Esta prudencia del concilio ha sido combatida por el jesuita Jean Galot o el dominico Georges Cottier que consideran que el Concilio estableció la forma y manera de la correndención de María en el último capítulo de ‘Lumen gentium’ pero evitando el concepto. A esto se suma, recuerda Roberts Fastiggi, que Juan Pablo II pronunció públicamente durante su largo pontificado 6 veces la correndención y 7 veces llamó a la Virgen “mediadora de todas las gracias”. Expresión esta última que Benedicto XVI empleó una vez en una carta para el delegado pontificio en la Jornada Mundial del Enfermo de 2012.

En estos años, el movimiento que potencia esta petición ha estado vivo entre los grupos de corte tradicional de los Estados Unidos con asociaciones como ‘Vox Populi Mariae Mediatrici’. Comprometidos con lograr este dogma, señalan que en 20 años han conseguido el apoyo de 8 millones de católicos, 800 obispos y cardenales incluidos. Mientras que, por otro lado, teólogos de las distintas confesiones cristianas se han opuesto a esta proclamación dogmática por ambigua en el empleo de los términos principales.

Pero, cardenales como los de la inciativa comenzaron ya en 2005 con la cantinela, llegando a pedir a Benedicto XVI que proclamara a María como la “Madre espiritual de todas las naciones como Corredentora con Jesús el Redentor; la Mediadora de todas las gracias con Jesús, el único Mediador; y la abogada con Jesucristo en nombre de la raza humana”. Todo ello en el marco de un congreso en Fátima titulado “María, única cooperadora de la redención”.

Los autores de la carta apelan a la devoción del papa Bergoglio por María para qué eres dé luz verde al dogma. Esta devoción queda patente desde luego en sus homilías del 1 de enero, en las oraciones del 8 de diciembre o en la introducción en el calendario de la celebración de “María, Madre de la Iglesia” –otro de los posibles dogmas que pulularon sobre las mitras del Vaticano II–.

La reflexión

Se pueden hablar maravillas de la sensibilidad mariana en determinados ambientes del mundo musulmán y es de alabar el comentario al Magníficat que ha escrito Lutero; pero, lo cierto, es que la reflexión y la devoción a María es una piedra de toque para el diálogo interreligioso y ecuménico o para quien se acerca a la fe católica después de un camino cristocéntrico en el que se descubre la presencia de Dios en la historia a través de la Palabra. Por otra parte, no deja de ser menos cierto que el estudio de la mariología ha evolucionado en sintonía con el resto de los saberes teológicos, pero la imagen de la Virgen sigue distorsionándose en sermones y fervorines que, seguramente, van más allá de lo que la devoción popular reclama.

El Directorio sobre piedad popular y liturgia dedica un capítulo, el 5º, a lo referido a la “veneración a la santa Madre del Señor”. En él se reconocen muchas muestras de celebración de la Virgen. Una expresión que se ha traducido de múltiples maneras a los largo de la historia desde procesiones a besamanos, misas votivas y rosarios. Ahora bien, “la directriz fundamental del Magisterio, respecto a los ejercicios de piedad, es que se puedan reconducir al ‘cauce del único culto que justa y merecidamente se llama cristiano, porque en Cristo tiene su origen y eficacia, en Cristo halla plena expresión y por medio de Cristo conduce en el Espíritu al Padre’” (núm. 186). Es decir, el papel de María –por muy ejemplar y cercanos que resulte, como es el caso de los santos– debe leerse desde la perspectiva trinitaria y a la luz de la María que nos presentan las Escrituras.

A la luz de estos principios, ¿es necesario un nuevo dogma? Por qué no basta el hecho de que, como dice el Papa, “cualquier mujer en este mundo puede decir ‘yo puedo imitar a María’, porque es normal. Incluso su matrimonio virgen, casto, ha sido un matrimonio normal: trabajar, hacer la compra, hacer las tareas domésticas, educar al niño, ayudar al marido”. “La Virgen es una muchacha normal, una muchacha de hoy, una muchacha no puedo decir de ciudad porque no estaba en la ciudad, sino en un pueblito, normal, educada normalmente, abierta a casarse, a formar una familia”, algo que parece casi un milagro hoy en día. Santa María de la normalidad. Y sin declaraciones dogmáticas ni una petición formal en Change.org.