¿Era Jesús blanco o negro?


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El pasado 14 de julio, Vida Nueva se hacía eco de una polémica entre el metropolita Hilarión, de la Iglesia ortodoxa rusa, y Justin Welby, arzobispo anglicano de Canterbury. Este había escrito en su cuenta de Twitter que “Jesús no era blanco, sino de Oriente Medio” (lo hacía en el contexto de las manifestaciones antirracistas del Black Lives Matter). Sin embargo, como algunas de las imágenes que ilustraban su ‘tweet’ eran de Cristos negros, el metropolita Hilarión debió de entender que Welby abogaba por un Jesús negro. Por eso dijo que “es imposible suponer que Jesús fuera negro, puesto que no era africano”.



Por otra parte, ya el 25 de junio podíamos leer que el movimiento Black Lives Matter tenía como siguiente objetivo las estatuas de Jesucristo, al que acusaban de supremacista blanco (algunos han llegado a “probar” este supuesto supremacismo en que Cristo no eligió a negros entre sus discípulos).

De Oriente Próximo

Como se recordará, en 2001, la BBC realizó un documental en el que el forense Richard Neave hacía una reconstrucción de un rostro “palestinense” de la época de Jesús, basándose en un cráneo del siglo I y otros hallazgos arqueológicos. No decía que el rostro de Jesús fuera así, sino que esa ilustración podría servir de base para considerar cuál sería su apariencia física. Obviamente, ese “Jesús” no era blanco ni negro, sino con las facciones de las gentes que habitaban el Oriente Próximo. En todo caso, aquel documental levantó un cierto revuelo.

A mí me sorprende que esta cuestión de la raza –perdón por el término, que hoy no es políticamente correcto– de Jesús sea motivo de polémica: Jesús sería lo que fuera, lo cual debería importar poco, a pesar de que la encarnación obligue a tomarse en serio todas las circunstancias humanas.

Lo que demuestran estas polémicas es, por una parte, que el racismo –en un sentido o en otro– aún sigue vigente, y, por otra, que, aunque parezca mentira, todavía se siguen valorando las cuestiones históricas con criterios modernos, lo cual es un pasaporte seguro para el sinsentido.