Rixio Portillo
Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey

En un mundo de guerras


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Dentro del carisma petrino, en el papa Francisco estaba el don de profecía, no como un asunto de adivinar el futuro sino de discernir el presente. Su insistencia de que vivimos una tercera guerra mundial a pedazos es ya una realidad de la que nadie puede dudar. El mundo está en guerra, vivimos en guerra.



Más allá de los discursos, o los challenge en redes sociales, el tema de fondo es que la guerra no es solo una carrera de armas, la guerra comienza en el pensamiento, en la mente, con las ideas, y de allí se expresa en las palabras y se concreta con las acciones y en los gestos. La guerra no solo son acciones sino también decisiones.

Por ello, un breve comentario sobre la guerra, pero no sobre los conflictos globales que están allí a la vista de todos, alimentado por muchos, aplaudidos por otros, o rechazados por un grupo de pacifistas violentos que pretenden detener la guerra, con más guerra, sino la guerra cotidiana de todos los días.

Paz

Las guerras de cada día

La guerra personal en el yo, en el conflicto con el ser, en una visión endogámica por la aceptación, desde dos extremos: el aislarse o el diluirse, en ambos escenarios las redes sociales son vitrina de exhibición del conflicto. Todos quieren likes y ser popular. Yo mismo quiero que lean este texto.

La guerra en la familia, en el que los padres son los primeros enemigos, los castradores de sueños, la barrera para el ser, en ese mal llamado ‘medalaganismo’ que muchos niños y jóvenes consideran como ideal supremo. Pero también la guerra de los padres con los hijos, en un dominio absorbente, totalizante, y muy en el fondo, esclavista, cuando la libertad se enseña en casa y se aprende desde el hogar.

La guerra en las relaciones interpersonales, el conflicto continuo con los demás, culpables y responsables de todo el mal alrededor, en esa lógica de la obra de teatro de Sartre en la que “el otro es mi infierno” y por eso hay que destruirlo.

La guerra al que piense distinto, al que crea algo distinto, al que profese una religión distinta o siquiera una religión, pues “la religión es el opio de los pueblos” y no hay mejor manera de despertar las conciencias nubladas con el humo del engaño de la religión, que suprimiendo la religión.

La guerra en lo social

La guerra en la política, en esos que tienen una sed absoluta de poder, con todo a su favor, sin contra peso, sin oposición, sin alternativa. Esta guerra es sutil porque se tiñe de democracia, y en nombre de la mayoría y de los votos, todos deben ser aniquilados. Sobran ejemplos de un lado y de otro.

La guerra en forma de violencia, discursos de odio, violencia simbólica, narrativa incendiaria del ego colectivo, todo aquello que termine en ‘ismo’ y que es el argumento falaz para dividir, segregar y enfrentar. La guerra dialéctica.

La guerra en el pensamiento — como se ha dicho — pues, aunque parezca inverosímil, hace unos días tuve que explicar las razones por la que mi reciente libro es sobre el diálogo, pues para unos era un tema poco relevante y sin impacto [incluya emoji de asombro].

Si, la guerra está allí, normalizada, justificada, ampliada, reconocida, combatida con más guerra, con protestas violentas, con gritos e insultos, en esos que no han descubierto que la guerra engendra más guerra.

La guerra, tan humana como deshumana, tan global como particular, tan lejana como cercana, tan propia como de otro, la guerra y ahora ¿qué hacemos con la guerra?


Por Rixio Portillo. Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey.

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