José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

¿El segundo clero?


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Se llegó, mañana, el “Día Internacional de la Mujer”, que coincide con tres noticias eclesiales recientes en relación a las damas. El pasado seis de febrero, el papa Francisco nombró a una religiosa, la francesa Nathalie Becquart, como sub-secretaria del Sínodo de los Obispos. El 23 del mismo mes, la Conferencia Episcopal Alemana eligió a la doctora en teología, laica, Beate Gilles, como su secretaria general. Y el próximo cinco de abril, otra alemana, Sandra Schnell, se convertirá en la primera párroca del país teutón, en la diócesis de Essen. En realidad, la Schnell recibirá el oficio de “comisionada parroquial”, concentrándose en lo pastoral y administrativo, y compartiendo las responsabilidades de la parroquia con un presbítero, quien se encargará sólo de la administración de los sacramentos.



¿Significan estos nombramientos que ya se está pavimentando el camino para el acceso de las mujeres al diaconado y al presbiterado? Resulta curioso. Todos en la Iglesia Católica, desde el Papa hasta cualquier feligrés, pasando por cardenales, obispos y curas, sabemos que hacia allá nos encaminamos, pero -nos dicen los “de avanzada” que al mismo tiempo son prudentes- “todavía no es oportuno”. ¿Cuándo lo será? Aquí sí, sólo Dios lo sabe.

Simone de Beauvoir

En lo que llega el momento adecuado, y en el marco de la celebración de mañana, me acordé de Simone de Beauvoir, el amor necesario de Jean Paul Sartre, y su célebre texto “El segundo sexo”, parteaguas en el feminismo contemporáneo. La francesa sostenía que las mujeres, al depender siempre de los varones, al estar relegadas en todos los ámbitos de la vida social, componen un segundo sexo, bajo la dominación del primero, del masculino.

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Releyendo a la de Beauvoir, e imaginando que en un futuro, quizá lejano, las mujeres tengan acceso al presbiterado, me pregunté si no tendríamos también un segundo clero. Segundo por estar debajo del primero, y por ser semejante al masculino.

Seguramente hemos observado en alguna Eucaristía cuando, al momento de la comunión, se colocan frente a los fieles dos ministros: un presbítero (o ministro varón extraordinario de la sagrada comunión) y una mujer, también ministra. ¿Por qué en la mayoría de los casos la fila del varón tiene más comulgantes? ¿Pasaría lo mismo en el futuro si ofrecen el sacramento de la reconciliación un presbítero y una presbítera? ¿Se confesaría toda la parroquia con el cura macho?

Por otra parte. Si nos quejamos de que el clericalismo, fuente de tantas desgracias, tiene su origen en una concepción del clero, hasta hoy masculino, cargada de autoritarismo y presunción de impunidad: ¿así será con las clérigas? ¿Tendríamos un posible clericalismo femenino? Ojalá no.

Ni un clero de segunda ni un segundo clero que repita los errores del primero.

Pro-Vocación. Leemos que el papa Francisco y el gran ayatolá Alí Al-Sistani, máxima autoridad del islam chiita, condenaron cualquier tipo de violencia que, supuestamente, se base en principios religiosos. Desde occidente aplaudimos y también censuramos el terrorismo sagrado. ¿Y nuestra violencia hacia quien piensa diferente? ¿Y nuestro hostigamiento a lo divergente? Todo por defender lo que creemos como verdad celestial.