El nombre del papa León XIV es toda una lección de continuidad y actualidad, una integración de la historia del pasado que se abre sin temor a la novedad del futuro, desde el presente, en el hoy de la contemporaneidad.
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La elección del papa Prevost coincide con el aniversario de la ‘Rerum novarum’ publicada el 15 de mayo de 1891, de la mano de León XIII. La primera gran encíclica del trabajo, en el contexto de la revolución industrial y su crítica a la diatriba ideológica.
León XIII abrió un nuevo capítulo de la historia, no solo por la naturaleza y sensibilidad de un documento social —ya que el Evangelio siempre tiene olor a pueblo y comunidad como proyecto social—, sino porque derivó en el origen de una larga estela que incluso dio nombre a las encíclicas de sus sucesores: ‘Quadragesimo anno’ (1931), ‘Octogesima adveniens’ (1971), ‘Centesimus annus’ (1991), e incluso la ‘Laudato si’’ (2015), que fue publicada el mismo 15 de mayo en recuerdo de la ‘Rerum novarum’.
Hacer una lectura de la encíclica no es cosa fácil: las formas de expresión antiguas y su redacción no son las habituales. Pero con solo el primer numeral es posible comprender las razones del papa Prevost para escoger su nombre:
“Al sentirme llamado a proseguir este camino, pensé tomar el nombre de León XIV. Hay varias razones, pero la principal es porque el Papa León XIII, con la histórica encíclica ‘Rerum novarum’, afrontó la cuestión social en el contexto de la primera gran revolución industrial y hoy la Iglesia ofrece a todos, su patrimonio de doctrina social para responder a otra revolución industrial y a los desarrollos de la inteligencia artificial, que comportan nuevos desafíos en la defensa de la dignidad humana, de la justicia y el trabajo”, dijo a los cardenales.
Una lectura incipiente de la ‘Rerum novarum’ desde la IA
Releyendo la ‘Rerum novarum’, desde el escenario la revolución industrial hacia la revolución tecnológica y digital, podemos ver con claridad su vigencia y papel como bisagra en un cambio epocal:
“Despertado el prurito revolucionario que desde hace ya tiempo agita a los pueblos, era de esperar que el afán de cambiarlo todo llegara un día a derramarse desde el campo de la política al terreno, con él colindante, de la economía”.
El interés generado por las IAs trasciende la esfera social, con implicaciones y preocupaciones en todos los ámbitos, incluso con la pretensión de un cambio irreversible en lo humano, lo social, lo político, lo económico, la comunicación, los medios y el entretenimiento.
Sigue León XIII: “En efecto, los adelantos de la industria y de las artes, que caminan por nuevos derroteros; el cambio operado en las relaciones mutuas entre patronos y obreros; la acumulación de las riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa mayoría (…) han determinado el planteamiento de la contienda”.
Los adelantos de la tecnología, en menor tiempo, ya son parte de la cotidianidad frente a la relación hombre-máquina en sus formas de interacción, sumado a las desigualdades heredadas: pobreza, discriminación, racismo y tantos temas de la agenda pública, que tendrán eco en la IA.
León XIII, en el inicio de la encíclica, dice: “Cuál y cuán grande sea la importancia de las cosas que van en ello, se ve por la punzante ansiedad en que viven todos los espíritus; esto mismo pone en actividad los ingenios de los doctos, informa las reuniones de los sabios, las asambleas del pueblo, el juicio de los legisladores, las decisiones de los gobernantes”.
También el interés desbordado por el avance de la IA se ve en todos: desde los círculos académicos, las reuniones de grandes grupos empresariales —que son sus principales inversionistas—, el uso cotidiano y normalizado de la gente sencilla, la exigencia normativa en el plano legislativo, y la incidencia gubernamental hacia los ciudadanos y desde los ciudadanos para la democracia. “Parece no haber otro tema que pueda ocupar más hondamente los anhelos de los hombres”, sentenciaba León XIII.
La bandera del humanismo
Dicho recorrido —que seguramente seguirá siendo necesario explorar— tiene al ser humano en el centro: en el humanismo que deriva de la dignidad de la persona humana en sus actos y relaciones. Sí, la tecnología, el mundo digital y la inteligencia artificial exigen una desafiante humanización, ante un mundo más frívolo y deshumano.
Por eso, al cierre, un breve texto del humanismo escolástico de León XIII —el papa de las cosas nuevas—, inspirado en Tomás de Aquino, que ha sido traído de vuelta a la contemporaneidad por León XIV, el nuevo papa:
“El hombre, abarcando con su razón cosas innumerables, enlazando y relacionando las cosas futuras con las presentes y siendo dueño de sus actos, se gobierna a sí mismo con la previsión de su inteligencia, sometido además a la ley eterna y bajo el poder de Dios, por lo cual tiene en su mano elegir las cosas que estime más convenientes para su bienestar, no sólo en cuanto al presente, sino también para el futuro”.
Por Rixio G. Portillo R. Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey.
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