José Luis Pinilla
Migraciones. Fundación San Juan del Castillo. Grupos Loyola

El bote salvavidas


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Con motivo de la confirmación recientemente del cardenal Michael Czerny (quien “eligió” una cruz pectoral de madera de una barca hundida en el Mediterráneo) en la cúpula del Dicasterio que se ocupa de los migrantes, me vino el recuerdo de una intervención suya a propósito de la ‘Fratelli Tutti’. Su título era ‘Estamos todos en el mismo barco’, tomado de dos discursos del año pasado del papa Francisco. Tras afirmar que la encíclica “es un gran acto de fe”, para no quedarse en las nubes, hizo lo mismo que el Papa con su encíclica. Este puso de ejemplo práctico al Buen samaritano. Y Michael Czerny recogió una imagen de su “cosecha”: el bote salvavidas.



Para ilustrar este pensamiento, presentó la imagen de un bote salvavidas para diez personas con diez remos. “Diez de ellos lo han llenado al máximo. Están remando hacia la tierra. No pueden volver porque el gran barco del que saltaron al hundirse había sido tragado por las aguas. Se encuentran con otro superviviente braceando en el agua y luchando contra las olas. ¿Qué hacer? Se preguntan. ¿Nos apretamos un poco más para acogerlo y ponemos en peligro un barco diseñado para diez? A cambio utilizaron la estrategia arriesgada del diálogo y alguien tuvo una idea inusual: ‘Hagamos turnos’. “Cada uno de nosotros puede nadar durante unos minutos, uno tras otro. El barco nunca quedará abarrotado, y los once tienen una buena oportunidad de sobrevivir”. Aquí, la lucha no era por la nostalgia de llegar a un barco más grande que no había, ni defender violentamente (como muros y vallas en tierra) la aparente seguridad de los que estaban en la barquita; era necesario avanzar hacia una nueva forma de lograr la supervivencia e ir a más. Es la imaginación que la caridad produce. Tales son los caminos hacia adelante en ‘Fratelli Tutti’.

Y es que en este contexto de pos-pandemia, y de pobrezas tal y como Cáritas las ve y las denuncia –para abrir los ojos a todos, incluidos los responsables políticos–, todas las vidas son mucho más precarias ahora. Y no digamos nada si las ampliamos al contexto europeo y mundial con guerras incluidas. Me cuesta creer que seamos más fuertes. ¿Los emigrantes también? Por eso siguen y siguen errantes por los caminos y mares del mundo llevados por las olas de la vida.

Amistad social

Y en vez de comportarnos como ‘Fratelli Tutti’, nos atacamos entre sí y juntos lo hacemos contra la Casa común. Por ello, el papa Francisco (conviene recordar permanentemente la encíclica ‘Fratelli Tutti’), nos advierte sobre la causas reales de la crisis de ahora, sobre sus consecuencias y nos pide la necesaria atención a los muchos empobrecidos por la pandemia global. ‘Fratelli Tutti’ es una urgente llamada a la amistad social y a la fraternidad. Debe necesariamente seguir siendo atractiva hoy día, mientras parece que seguimos prefiriendo los gritos, los egoísmos, la división y la enemistad frente a la armonía y la amistad. Y solo Dios sabe cuánto tiempo nos queda. A todas luces, lo que se prevé es un panorama desolador en cuanto a precariedad laboral, vivienda, represión de libertades, control de muchos ámbitos de nuestra vida… Porque no todas vamos a salir de la misma manera (sobre todo con los que no se pueden agarrar a nuestra barca).

No sé. Pero me parece que no. Que no estamos todos en el mismo barco. Sí estamos en el mismo mar, sin embargo, unos en yates comprados con dineros corruptos, otros en lanchas rápidas, otros con chalecos salvavidas y otros nadando con todas sus fuerzas.

Rescate de inmigrantes en el Mediterráneo

Pero al menos se trata de que no nos roben la esperanza. Se trata de imaginar (estamos en la cincuentena pascual) con las propuestas concretas de la ‘Fratelli Tutti’, esa caridad – también política– y seguir remando todos a una, para erradicar las desigualdades sociales crecientes (¡Caritas dixit!) que ya existían mucho antes del Covid-19. Es preciso seguir apostando y soñando por que todos seamos hermanos. La encíclica invita a recomponer muchos sueños porque, como él mismo dice, prácticamente en el frontispicio de su encíclica (nº10): hay “sueños que se rompen en pedazos”. Sueños y horizontes que negamos a los migrantes y refugiados por ejemplo pero que no nos negamos a nosotros. Y no podemos seguir así.

Imaginad, decía la canción de los Beatles que concluye con estos versos: “Puedes decir que soy un soñador/ pero no soy el único/ Espero que algún día te unas a nosotros/ y el mundo será uno solo”. Los remeros del bote salvavidas tuvieron la imaginación suficiente para incluir a los otros que se hunden en vez de descartarlos o de desviar la mirada.