José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

Donde hubo fuego… ¿cenizas quedan?


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Ahora que llega el miércoles de ceniza me acordé de ese adagio. Reza el popular dicho que ahí, en donde se encendió una hoguera y después se apaga, aparece un rescoldo, una brasa pequeña compuesta de cenizas.



El proverbio se refiere, en primera instancia, a las relaciones amorosas, pues después de una ruptura, si se da un encuentro casual entre los ex-enamorados, alguna brasita puede reavivar el fuego de antaño. Pero también se puede aplicar en otras experiencias vitales. Un escritor que tiene años de no teclear su ordenador, al leer un poema de su literato enemigo, regresa a su escritorio para resucitar su vena poética. Un maratonista que abandonó las competencias porque se casó -suele suceder-, se inscribirá en la próxima carrera, creyendo que llegará a la meta en menos tiempo del habitual.

Pero también el refrán se puede aplicar, por ejemplo, al tipo de vida que gestionábamos antes de la pandemia, sobre todo en nuestras sociedades occidentales. El confinamiento obligado, la suspensión de algunas actividades comerciales, el cierre de espacios lúdicos y religiosos, la imposibilidad de viajar por motivos laborales o turísticos, generó una suerte de extrañamiento existencial. “¡Éramos felices y no lo sabíamos!”, ha comentado una chica añorando las salidas al antro del fin de semana.

¿Se apagó ese fogoso estilo de vida? Así lo creímos. El balde de agua fría que le arrojó el coronavirus parecía letal hace ya casi un año. Queriéndolo o no nos volvimos más hogareños, utilizamos mucho menos el automóvil y coincidimos con los habitantes de las residencias durante todo el día.

Pero después de este tiempo cargado de sosiego, y con la promesa de la vacuna que ya está por llegar, las llamas de aquellas prácticas parecen retomar fuerza. No sólo regresamos a las calles, oficinas y supermercados, sino que volvemos a ser los mismos de antes, con las mismas actitudes de siempre.

Ambición y prisas

Mejor que no queden cenizas del mundo pre-pandémico, incendiado por la ambición, el acaparamiento y las prisas. Que apaguemos sus brasas aún humeantes con el agua y el viento de la solidaridad, la austeridad y la inclusión.

Pro-vocación. A ver. ¿Todo lo relacionado con la vacunación se regirá con los criterios de siempre? ¿Sólo los países ricos y un número reducido de personas tendrán acceso a ellas? ¿Los pobres seguirán muriendo hasta que alguien compasivo les facilite la inoculación? Como decimos en México: el que tiene más saliva sigue tragando más pinole.