Desigualdades que lastiman y condenan


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“Libertad, libertad” se escucha en las diversas manifestaciones que mujeres afganas vienen desarrollando hace varias semanas, conteniendo el miedo a perder lo derechos que han obtenido en las últimas dos décadas. A partir de los recientes acontecimientos políticos sociales en Afganistán, muchos medios de prensa e instituciones internacionales han comenzado a reflexionar y debatir en torno a los diversos problemas que afectan a las mujeres en ese país, siendo el acceso a la educación y la participación política las mayores preocupaciones.



La desigualdad y discriminación contra la mujer

La desigualdad y discriminación contra la mujer se expresa de muchas maneras en Afganistán y otros países del mundo, siendo la violencia un mecanismo recurrente para acentuar esta triste realidad.  En marzo la Organización Mundial de la Salud (OMS) y ONU Mujeres informaron que un tercio de las mujeres del planeta son víctimas de violencia física o sexual, y generalmente desde que son muy jóvenes. Asimismo, según esas agencias de las Naciones Unidas, 736 millones de mujeres han sufrido ese flagelo a manos de una pareja o por otras personas. Lo más alarmante es que esta violencia no ha retrocedido en los últimos diez años y, peor aún, que se ha incrementado en los confinamientos por la pandemia de COVID-19.

Y si hablamos de violencia, debemos ver las repercusiones de la misma. Principalmente provocan en las mujeres graves problemas de salud física, mental, y reproductiva a corto y largo plazo; afectando también en la salud y el bienestar de sus hijos. Hay muchos desafíos pendientes en el respeto por la dignidad de la mujer y la promoción de su desarrollo integral; es un problema generalizado y endémico en todas las culturas y países del mundo.

Respecto a otros indicadores sociales, PNUD en un informe 2020, señala que se esperaba que la tasa de pobreza de las mujeres disminuyera en un 2,7% entre 2019 y 2021, pero las proyecciones ahora apuntan a un aumento del 9,1% debido a la pandemia y sus consecuencias. Recordemos que la responsabilidad del cuidado de la familia – en medio de las condiciones típicas de nuestras sociedades, recaen principalmente o únicamente en las mujeres, acentuando las brechas para las mujeres, como en el deterioro de su salud, el acceso a su educación, las oportunidades de trabajo; entre otras desventajas. Y es que el cuidado del hogar no debería ser un indicador limitante, si es que se logrará concientizar y fomentar un compromiso compartido en las familias, donde cada uno de sus integrantes asuman responsabilidades.

El papa Francisco nos alertó de esta realidad en una audiencia[1], señalando que “los hombres y las mujeres tienen, sin embargo, la misma dignidad, pero hay en la historia, y aún hoy, una esclavitud de la mujer. Las mujeres no tienen las mismas oportunidades que los hombres”. Asimismo, en una catequesis sobre el tema del matrimonio[2], enfatizó que, “la semilla cristiana de la radical igualdad entre los cónyuges tiene que dar hoy en día nuevos frutos (…) como cristianos tenemos que ser más exigentes para llegar a esta meta. Por ejemplo, sostener con decisión el derecho a igual trabajo, igual salario. La desigualdad es un puro escándalo”, marcó.

Construyendo cambios juntos

Todos estamos llamados a actuar frente a las diversas realidades que vulneran la dignidad de la persona humana. No solamente, adoptando posiciones o pidiendo las medidas que sean necesarias a través de movimientos e instituciones, sino también desde nuestro propio actuar, en nuestro entorno, con la coherencia en el discurso y el comportamiento; siendo testimonio activo en todo momento.

Gaudete et exsultate[1], nos hace reflexionar sobre el comportamiento pasivo “La costumbre nos seduce y nos dice que no tiene sentido tratar de cambiar algo, que no podemos hacer nada frente a esta situación, que siempre ha sido así y que, sin embargo, sobrevivimos. A causa de ese acostumbrarnos ya no nos enfrentamos al mal y permitimos que las cosas “sean lo que son”, o lo que algunos han decidido que sean.

Debemos seguir promoviendo espacios de diálogo, escucha y apoyo, incentivar una cultura de paz, defender los derechos y deberes, educar correctamente a nuestros hijos, erradicar prejuicios y trabajar por una participación democrática; que será el indicador clave de nuestra salud democrática y de nuestro Estado de Derecho.

Hay muchos caminos para trabajar por la defensa y dignidad de la mujer. Y la historia nos cuenta de muchas cruzadas y logros obtenidos en este camino. Esta defensa no solamente acaba con la obtención de la bandera que creemos nos resolverá el problema, porque la defensa de la dignidad de la persona humana es una realidad que constantemente debe ser atendida, generando conciencias, ablando corazones y abriendo caminos de manera concreta. El camino es largo, pero si todos aportamos, juntos allanaremos más rápido el camino hacia la igualdad.

Escrito por Claudia Cecilia Zarzosa González. Politóloga de la Universidad Jesuita Antonio Ruiz de Montoya


[1] Papa Francisco. Exhortación apostólica ‘Gaudete et exsultate’, 137 – 2018.

[1] Audiencia general semanal del 8 de septiembre de 2021 en el Vaticano.

[2] Audiencia general semanal del 29 de abril de 2015 en el Vaticano.